Isabella, que estaba lejos en los Llanos Fronterizos del Sur, no sabía nada de lo que ocurría en la capital. Aunque la guerra había terminado hacía tiempo, el ejército aún no podía retirarse completamente. Primero, porque el invierno con sus severas heladas hacía difícil la marcha, y segundo, porque muchos lugares en los Llanos, después de años de guerra, necesitaban ser reconstruidos, y los soldados estaban ayudando en esas labores.Desde el final de la guerra, los rumores sobre Desislava Maiquez siendo capturada y humillada se habían esparcido por todo el ejército. Aunque ella lo negaba rotundamente, el hecho de que tantos soldados la hubieran visto aquel día hacía que fuera imposible esconder lo que sucedió. Desislava trató de que Tomás y los demás dieran testimonio, pero ¿qué podían testificar ellos? Habían sufrido torturas, mutilaciones e incluso castración. Estaban tan doloridos que ni siquiera sabían si Desislava había sido ultrajada o no.Además, Tomás estaba tan enfadado con D
Con la llegada de la primavera, y las heladas cesar. Ahora que había tropas destinadas a la defensa de Villa Simón, los soldados restantes ya podían regresar. Estrella y los demás debaatían si regresar a la capital o volver al Cerro de los Cerezos.Palo comentó:—Al Cerro de los Cerezos siempre podemos regresar, pero solo bajo un regreso triunfal, eso solo sucede una vez en la vida. Tenemos que volver y recibir los aplausos del pueblo.Ellos no tenían grandes ambiciones, su mayor deseo en la vida era perfeccionar sus habilidades marciales. No aspiraban a ser invencibles en el mundo, solo querían que cada oponente que encontraran huyera de sus golpes. De repente, habían sido catapultados al estatus de héroes por haber recuperado los Llanos Fronterizos del Sur, y aún no terminaban de acostumbrarse a esta nueva realidad.Mientras tanto, las heridas de Desislava Maiquez habían sanado lo suficiente, y ahora debía enfrentarse a la disciplina militar por sus acciones. Durante su estancia en l
Isabella entró con paso firme y, después de saludar, no pudo evitar sentirse algo desconcertada. ¿Qué le pasaba al vicegeneral Cicero? La miraba de una forma bastante extraña.Los ojos fulminantes del Rey Benito recorrieron el rostro de Cicero antes de que este soltara una risita nerviosa:—Bueno, mejor me retiro.Cicero salió, pero no se fue muy lejos, quedándose a escuchar detrás de la puerta.—¡Siéntate! —dijo Benito a Isabella, mientras lanzaba una mirada hacia la puerta, donde se escuchaba la respiración pesada de Cicero, que evidentemente no sabía cómo esconderse mejor para espiar.Isabella también sabía que Cicero estaba afuera, así que, después de sentarse, —lo señaló con un gesto de la mano y con la mirada preguntó:—¿Qué está haciendo?Benito, sonriendo, negó.—No te preocupes por él. ¿Qué te trae por estos lares?Isabella se sentó derecha y respondió:—Rey Benito, ya que estamos por regresar a casa, ¿puedo ir a visitar el lugar donde murieron mi padre y mis hermanos? Quiero
Al día siguiente, la noticia de que Theobald Vogel había recibido el castigo en lugar de Desislava Maiquez se extendió por todo el campamento. Desde que Desislava habia sido capturada, las habladurías sobre ellos dos ya habían circulado por todo el campamento, y prácticamente todos en los Llanos Fronterizos del Sur estaba al tanto de su historia.Al principio, Desislava intentó mostrarse indiferente, haciendo su trabajo como siempre después de recuperarse de sus heridas, como si quisiera calmar las críticas con su actitud. Sin embargo, a medida que los rumores aumentaban y las miradas hacia ella se volvían más y más extrañas, ya no pudo soportarlo y se excusó diciendo que aún no estaba completamente recuperada, escondiéndose del ojo público.Por su parte, Theobald soportó todo en silencio. Las habladurías también llegaban a sus oídos, pero no podía hacer nada para responder o explicar lo sucedido. Sabía que esta situación no solo estaba relacionada con la batalla de Villa Desamparada,
Al finalizar la música, todos sintieron una oleada de emoción. La sangre de los presentes hervía, y sus corazones latían con fuerza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Los generales habían recorrido cientos de batallas, muchos habían muerto en las fronteras, y ahora sus restos eran traídos de vuelta a casa.El último golpe de tambor resonó fuerte, y el silencio solemne volvió a reinar. Benito, con el altar de Esteban en sus manos, levantó el altar en alto justo antes de entrar en la ciudad, como si permitiera que el espíritu del caído Esteban entrara primero.Al levantar el altar, Benito dio un paso adelante y cruzó la puerta de la ciudad, seguido por los demás, quienes también llevaban los altares de los otros miembros de la familia Díaz de Vivar. Todos guardaron silencio, con expresiones solemnes.Al entrar en la ciudad, se arrodillaron ante el Rey Benito, quien con voz firme y resonante, proclamó:—¡Su Majestad, Benito y el fallecido Esteban, junto con los generales y soldad
Juana estaba en sumo super contenta de su regreso y como loca solo gritaba:—¡Isabelita! ¡Isabelita!Isabella la miró sin poder evitarlo. Juanita parecía haber perdido cualquier atisbo de compostura.El Rey Benito estaba sentado junto a Isabella, observó a Juana por un momento y pensó:—Ella se llama Juana, ¿cierto?—¿El Rey acaso aún la recuerda? —preguntó Isabella, sorprendida.—Sí, que la recuerdo —respondió Benito con una sonrisa ligera.—Recuerdo que una vez, cuando fui al Templo del Conocimiento, esta muchacha estaba en un árbol bajando cerezos. Al ver a tu hermano mayor y a mí, se asustó tanto que se cayó del árbol.Isabella lo miró aún más sorprendida.—¿Ha estado usted en el Templo del Conocimiento?—Sí, pero eso fue antes de ir a los Llanos Fronterizos del Sur, yo iba cada año —dijo Benito suavemente, mientras la luz del sol de junio iluminaba sus ojos, aunque pronto se tornaron sombríos—. Después de eso, ya no volví.—Pues yo nunca lo supe, ni siquiera lo vi en ninguna ocasi
Desislava regresaba a la capital pero con el ánimo con el piso.Theobald mantenía en cambio la distancia con ella; aunque estuviera herido, no necesitaba que ella lo sostuviera y evitaba cualquier tipo de contacto físico con ella.Incluso las personas que habían sido capturadas junto a ella le dirigían miradas llenas de odio.Ellos sabían muy bien por qué habían sido sus bolas y miembro cortados. Había sido Desislava quien, ordenó torturar a aquel general y castrarlo para humillarlo.Por eso, ahora que los del reino del oeste les habían hecho lo mismo, no podían quejarse ni protestar, pero su odio hacia Desislava era visceral.Durante todo el viaje, no solo no querían dirigirle la palabra, sino que la evitaban mirarla por completo.Desislava recordaba cómo, al partir, estaba llena de confianza, creyendo que lograría grandes méritos. Pero ahora, además de regresar con el rostro desfigurado, había terminado siendo despreciada por todos.Podía soportar muchas cosas, pero lo que realmente
Desislava se quedó pasmada por un momento y luego exclamó con enojo:—¿Quién se atrevió a decir semejante agravio? ¿Quién dice que yo fui deshonrada?—Solo responde si es cierto o no —Doña Rosario, furiosa le dijo. —Todos en la ciudad ya lo comentan, ¿y todavía preguntas quién lo dijo? Pues todo el mundo lo está diciendo.Desislava no podía creer que lo ocurrido en los Llanos Fronterizos del Sur hubiera llegado hasta la capital. Sintió cómo su cabeza estallaba y gritó con indignación:—¡No es cierto! Fui capturada, sí, pero solo sufrí castigos físicos. ¡Mi honra sigue intacta!Don Baldomero añadió:—Entonces busca a alguien que lo confirme. ¿No hubo otros prisioneros contigo? Ellos pueden dar fe de ello.Al recordar a su primo y a los soldados, el rencor llenó el corazón de Desislava. Theobald ya había intentado preguntarles, —pero todos habían dicho lo mismo:—No sabemos nada al respecto.Estuvieron encerrados en el mismo fuerte, ¿cómo era posible que no supieran? Pero esas palabras