La Sustituta que Robó el Corazón del CEO

La Sustituta que Robó el Corazón del CEOES

Romántica
Noe  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Lucía, una joven de buena familia que empobreció de repente, se ve obligada a convertirse en la amante de un empresario adinerado para saldar las deudas familiares, por lo que, durante tres años, vive una vida dorada, pero vacía. Su mundo se desmorona cuando regresa al país la mujer a quien ha estado reemplazando sin saberlo. En dicho instante, Lucía comprende que solo ha sido un peón en el juego de su amante, utilizada solamente por su cuerpo. Con el corazón roto, pero la frente en alto, Lucía decide empezar de cero en el extranjero. Los años trascurren y Lucía triunfa por mérito propio. Rodeada de admiradores y pretendientes, su vida se llena de lujo y de romance. Por eso, en su boda de ensueño, Lucía está a punto de unir su vida a la de otro hombre; pero de pronto, Diego, su exmarido aparece consumido por los celos. —¿Acaso no fue amor eterno lo que me juraste años atrás? —le reclamó, agarrándola con fuerza. Lucía lo miró desafiante, pero con una sonrisa irónica en los labios, mientras le respondía: —Las promesas de amor son como las rosas, tan hermosas como efímeras. ¿Qué piensas hacer ahora que he decidido tomar las riendas de mi propia vida?

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Esmeralda Silva Montoya
ojalá que no demore cuando ella se vaya lejos de él porque sinceramente hacen novelas tan largas que uno pierde el interés en leerlas
2024-10-31 04:58:38
0
30 chapters
Capítulo1
La lluvia caía, creando una melodía de fondo, y, en medio del aguacero, el carro se mecía levemente. El vaho en los vidrios dibujaba siluetas insinuantes, como huellas digitales de la pasión.Adentro, dos cuerpos entrelazados generaban un calor que amenazaba con romper la quietud de la noche lluviosa. Diego Montero, con su mirada intensa, observaba a la mujer entre sus brazos. Él llevaba el control, pero permitía que ella dejara suaves chupones en su espalda, como evidencias de su pasión.Después de un buen rato, cuando el ardor entre ambos comenzó a disiparse, Diego se apartó y, sin contemplaciones, declaró:—Se acabó, Lucía. Esto termina hoy. —Su voz no tenía ni una pizca de emoción.—¿Cómo así que se acabó? —preguntó Lucía Vega, mirándolo atónita. —Sofía ha vuelto. Bájate ya —explicó Diego con desgana, mientras se abotonaba la camisa, ocultando las evidencias de su encuentro.«Típico de Diego», pensó Lucía. Era común en él que la desechara como si no fuera más que un pañuelo descar
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Capítulo2
En ese momento, Diego tenía a la otra persona bajo su control, con las piernas de ella enrolladas en torno a su cintura. Y actuaba con total libertad, sin preocuparse de que alguien pudiera entrar de repente a la oficina, tal como ahora.Lucía sintió un nudo en el pecho. Si ella no hubiera llegado, quizás habrían tenido un encuentro íntimo.¿Entrar o no entrar? Lucía dudaba.Sofía soltó un gemido suave.—Diego, no hagas eso. Lucía está afuera.Diego frunció el ceño y se volteó para ver a Lucía.—¿Qué haces ahí parada?—Le pedí a Lucía que me preparara un café. Acabo de bajar del avión y quería tomar algo con sabor —dijo la mujer, acurrucándose contra el hombre como un pajarito, con un leve rubor en su hermoso rostro.—Olvidé que tu salud es delicada. No deberías tomar cosas de ese estilo —dijo Diego mientras la ayudaba a sentarse y le cubría las piernas con una manta, antes de mirar a Lucía y añadir—: En adelante, no le des este tipo de bebidas a la señorita Ruiz..Lucía solo sabía qu
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Capítulo3
Al llegar a la tienda, el gerente los recibió personalmente.El vestido era una creación italiana hecha a mano: un modelo de sirena color azul hielo, con la espalda descubierta y la falda adornada con diminutos diamantes.—Señorita Ruiz, mire este vestido. Fue confeccionado por un maestro especializado y lleva cien diamantes, simbolizando cien años, una vida humana. Representa el amor eterno entre usted y el señor Montero —dijo el gerente con entusiasmo, halagando a Sofía con cada palabra.Diego, sentado en el sofá, alzó la mirada y asintió.—Lleve a la señorita Ruiz a probárselo.—Diego, ¿puede venir Lucía también? Me siento incómoda al lado de extraños —repuso Sofía con una sonrisa, y luego miró a Lucía—. No te molesta, ¿verdad?—No se atreverá a negarse. Entra —ordenó Diego, lanzándole a Lucía una mirada penetrante.Ella permaneció sumisa, tratando de pasar desapercibida. Después de todo, no era la primera vez que tenía que servir a alguien. Por lo que inspiró profundamente, esbozó
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Capítulo4
Lucía se quedó sin palabras. Si Diego y Sofía se comprometían, cualquier cosa que él le diera podría ser cuestionada después. Ya no tenía ninguna posición para seguir pidiéndole dinero.—Lucía, ¿acaso es tan difícil acaso de decirlo? ¿Acaso es algo tan vergonzoso? —La voz de Sofía sonaba desagradable y cortante.Lucía se mordió el labio, y su inflamada barbilla le recordó lo que había sucedido. —No es nada. Solo quería pedirle unos días libres. Como el señor Montero está ocupado, lo solicitaré por correo más tarde.La llamada se cortó abruptamente.Al colgar, Sofía se dio la vuelta y vio a Diego parado detrás de ella.Aquel hombre, con sus rasgos elegantes y profundos, y su figura esbelta, era capaz de hacer latir cualquier corazón.—¿Quién era? —preguntó, acercándose y tomando su celular. Sin embargo, no vio ningún número registrado. Sofía lo había borrado de manera discreta.—Nadie importante, era publicidad. Lo borré para que no te molestara —dijo Sofía, deslizando sus blancos dedo
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Capítulo5
La voz de Diego sonaba profunda y llena de rabia al hacer esa pregunta.—No me besó —negó Lucía rápidamente—. Me golpeé yo misma.Diego era obsesivo con la limpieza. Cuando algo se ensuciaba, lo desechaba sin más ni más, y aplicaba el mismo principio con las mujeres.—¿Podrías transferirme cuarenta mil? Tengo diez mil en mi cuenta y el hospital me pidió que tenga cincuenta mil listos —dijo Lucía, respondiendo a su primera pregunta. Al rebajarse de aquella manera, sus palabras sonaron débiles, como si estuviera mendigando—. Sé que es mucho para pedirlo de golpe, pero no lo tomaré sin más —añadió, alzando la mirada y desabotonándose la blusa, lentamente. Rápidamente, se la quitó, revelando su suave y blanca piel.Estaba limpia, con un leve aroma. Las pocas marcas que tenía eran de cuando él la había manoseado en el auto hacía unos días.Los ojos de Diego se oscurecieron. Era un hombre de fuertes apetitos, pero obsesionado con la higiene. En los últimos tres años, ella había sido su única
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Capítulo6
Lucía estaba tan desesperada que ni siquiera miró la expresión de Diego. Agarró las llaves de uno de los automóviles de la empresa y se fue sin mirar atrás.La tensión en la oficina se volvió palpable, como un crudo invierno.Diego frunció el ceño:—Síguela y averigua qué pasa. Si tiene un accidente con el auto de la empresa, será un problema mayor.Marco notó un dejo de preocupación en el tono irritado del señor Montero. Recordó que anoche, el señor Montero lo había llamado tarde para que él y el abogado Lorenzo se "encargaran" de Javier. El ya golpeado Javier había confesado varias fechorías, cada una más escandalosa que la anterior.Lucía salió del edificio y manejó hacia el Hospital San Gabriel, el hospital privado más grande de Pradera Azul. Los guardias allí, eran ex-militares muy estrictos. Solo la dejaron entrar después de confirmar su identidad.Lucía estacionó y, sin esperar el ascensor, subió corriendo las escaleras.En el tercer piso solo había una habitación abierta. Ent
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Capítulo7
—Si la señora Ruiz de verdad tuvo buenas intenciones, entonces se lo agradezco —dijo Lucía, sin fuerzas para discutir más.Sin embargo, Marco, a su lado, murmuró:—Tranquila, tu madre está ya a salvo. Hace media hora, el señor Montero ordenó que la lleváramos de vuelta.—¿En serio está bien? —preguntó Lucía, con los ojos llenos de lágrimas, mientras tomaba la mano de Marco, ansiosa.Diego la miraba con frialdad.Marco, sintiendo la mirada de su jefe, se puso nervioso y, soltándose bruscamente de Lucía, dio un paso atrás. —Está perfectamente bien —respondió con las manos en la espalda.Lucía suspiró aliviada, sin embargo, no podía dejar las cosas así, por lo que, con las piernas temblorosas, se acercó a la señora Ruiz.—¿Por qué me miras así? ¿Acaso quieres golpearme? —preguntó la señora Ruiz, retrocediendo ante su mirada.—Usted dijo que arruiné a su hermano. Él violó la ley, ¿no merece que todos sus trapos sucios salgan a la luz y sea detenido por lo que hizo? Señora Ruiz, déjeme dec
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Capítulo8
Diego movió los labios, susurrándole sin hacer ruido. Luego se dio la vuelta y salió.Paulina se quedó perpleja y preguntó preocupada:—¿Ustedes dos se pelearon? ¿Qué le pasa a Roberto?Lucía dejó la fruta y sonrió con dulzura:—No nos pasa nada, estamos bien. Voy a ver qué sucede.Le pidió a Sara que cuidara bien a su madre y siguió a Diego, pero él se detuvo de repente y ella chocó contra su espalda.—Perdón —dijo Lucía, retrocediendo y frotándose la frente.Diego se volteó a mirarla, con un destello en los ojos.—Recuerdo a Roberto. Ustedes estaban por comprometerse, ¿no? Y una mujer a punto de ser la prometida de otro se metió en mi cama, degradándose para acostarse conmigo.Tan cerca de él, Lucía podía oler su aroma fresco. Pero su corazón le dolía.—Hace mucho que terminé con él, señor Montero. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí y mi familia estos tres años. Pero ¿podría pedirle un último favor? Mi madre está delicada de salud y el médico dice que no puede alterarse.Estaba
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Capítulo9
—No se preocupe, señora, no lo haré —aseguró Diego.—Me alegro entonces—Paulina se relajó. Platico un largo rato con "Roberto" y tomó un tazón de caldo. Sintiéndose somnolienta, finalmente se acostó a descansar.Lucía acompañó a Diego afuera. Mirando su ancha espalda, estaba por agradecerle cuando él se volteó, clavándole una mirada profunda.—Lucía, no olvides tu sinceridad.Ella se mordió el labio, con las mejillas y orejas rojas. La "sinceridad" que él pedía era simple y brutal.—Entonces, ¿cuántas veces serán suficientes? —murmuró Lucía casi inaudiblemente.Diego la miró de reojo:—¿Tú qué crees?Ella no podía responder. Estas cosas no se medían por cantidad.Hace poco habían terminado su contrato, y ahora volvían a enredarse por diversas circunstancias. Ya ni sabía cómo saldar su deuda de gratitud.Javier fue devuelto a la comisaría. Sus heridas eran superficiales, nada que justificara una hospitalización.Tres días después, el tribunal dictó sentencia: tres años y cinco meses de
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Capítulo10
Sofía miró a Lucía con aire triunfante y retiró su mano. Recordando las palabras de su padre, decidió que debía enfocarse en Diego, por lo que, abriendo la puerta, lo llamó con voz melosa:—Diego.Al salir de la sala de descanso, la expresión de Diego cambió ligeramente y esbozó una leve sonrisa.—¿Por qué no me avisaste antes? —preguntó—. Hubiera mandado al chofer por ti.—Por la simple razón de que te extrañaba. ¿Tú no me extrañaste? —inquirió ella, colgándose de su cuello y sonriendo de manera seductora con sus labios rojos.Lucía bajó la mirada y cerró la puerta en silencio, oyendo los murmullos cariñosos de la pareja. Le dolía el corazón, aunque sabía que no le quedaba más remedio que soportar aquella situación.Esa noche en el hospital, su madre le mostró la foto en su celular.—¿Dónde están sus anillos de compromiso? —la interrogó.Paulina no quería entrometerse demasiado. Pero, a pesar de que su vista no era buena, no había podido pasar por alto aquel detalle de inmediato.Pens
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