Daniel
Las gotas de sudor bajan por su frente, mojando la almohada de la camilla del hospital. Las venas de su cuello resaltan al igual, que el rojo de sus mejillas. Su fuerte agarré en mi mano casi clavando las uñas en mis palmas me advierte de que otro pujo más viene, cierra los ojos con fuerza mientras muerde su labio inferior casi haciéndolo sangrar.
— Eres fuerte, princesa. Tú puedes. Recuerda que te amo — Asiente con la cabeza, da un grito ahogado y de inmediato un llanto se escucha, mi corazón late fuertemente de felicidad. Se me plasma una sonrisa y con ojos llorosos, veo como la doctora sostiene en sus manos a mi hija. Una princesa hermosa, que llora fuerte mientras limpian su pequeño cuerpo, luego de envolverla en una manta, la enfermera la acerca a nosotros, Lili está bañada en sudor y lágrimas.
— Es una preciosa nena, mira
Lili¿Realmente que era lo bueno que sacaría vendiéndome a un desconocido?, en un principio creí que acabaría mal, que, por ser tan ingenua, mi vida sería muy diferente; donde ya no tendría ningún brillo en mis ojos.Daniel, me salvó del pozo sin salida donde caí. Es un bello ángel que me brindó todo ese amor que no sabía que existía en el mismo. La vida me dejó en claro que todo pasa por algo.Deseaba con todo mi corazón salir de casa, tener mi propia independencia, tener mi propio apartamento, obtener mi dinero que ganaría con el sudor de mi frente. Pero que erróneas expectativas me hice de cómo era el mundo fuera, sabía que existía la gente mala como Sandra. Que con sus maltratos me dejaron vacía. Lo que no sabía; es que me estrellaría con un muro, y to
Las campanas de la pequeña, pero muy bien decorada capilla sonó; dando entrada a la hermosa novia sujeta del brazo de su padre. El vestido color marfil, de corte princesa. Suavemente cayendo por los hombros hacia abajo, rozando las curvas en lugar de aferrarse a ellas, para crear una silueta elegante. Con un largo cubriendo sus pies a la hora de dar el paso. Peinada en un semi recogido trenzado, por la cual pequeña flor adorna su cabello. Su suave maquillaje más su hermosa sonrisa, la hace ver como un ángel caído del cielo para Daniel; que impaciente espera por la llegada de su futura esposa. No puede estar más feliz, y decirse a sí mismo, que, sin duda alguna, se llevó el mejor premio en aquella subasta. Con orgullo podría decir que la inocente chica sería su esposa, y quién iba a pensar que, en ese lugar, se iba a dar un amor fuerte como el de ellos. De pie junto al padre; Daniel, enfundado en un traje gris, acentuado a su buen trabajo cuerpo y con la sonris
Nota autora: La historia ya está completa, la razón del por qué aparece en "proceso" es porque estoy subiendo la obra totalmente corregida. Puede que algunos capítulos no encajen a la hora de leerlos, por lo que iré subiendo los capítulos lo más pronto posible. Muchas gracias por leerme. Ten una agradable lectura. Desde la muerte de mi madre, mi vida tomó un giro radical. Mi padre se casó con una mujer que no me quiere ni un poco. Vivir encerrada en un mar de lágrimas se había convertido en habito. Sandra; mi madrastra, me obliga a realizar los deberes de la casa y, no solo eso, no se cansa de insultarme. Lo mismo sucede con mi hermanastra; la hija que tuvo tiempo después con mi padre. El fingir que nada ocurre se volvió costumbre. A veces me cuestiono a mí misma si algún día tendré el valor de contarle a mi papá sobre los maltratos a los que soy sometida por ellas, pero es muy probable que no me crea una sola palab
El sol se escabulló por la ventana. Los luminosos rayos dieron en mi rostro, haciéndome arrugar el entre cejo. Cubrí mi rostro con el edredón. Estaba sumamente agotada y mi cuerpo no daba para más, ojalá la noche hubiese sido más larga. La puerta se abrió chocando con la pared y alcancé a ver a Sandra, hecha furia me arrebató las cobijas tirándolas a lo lejos. Su mal humor era palpable en el aire. —¡Levántate, maldita zorra! — vociferó, con los brazos en la cintura. Me levanté por inercia, con la mirada extraviada y me apresuré a preparar el desayuno para todos en la casa. Una vez acabé, pude disfrutar de una taza de café bien cargado. El día de hoy promete ser extenuante, pues no solo debo hacer los quehaceres de la casa, también debo ir a la cafetería de mi papá, ya que debo ayudarle con el inventario e insumos. No me pagan un solo centavo y, aunque me desmotiva ese hecho, planeo terminar con las tareas pendientes y así sa
Al cabo de media hora, terminé con el trabajo pendiente en la cafetería, me cambié de ropa y salí con gran ilusión con destino al centro de la ciudad. Entré establecimiento por establecimiento ofreciendo mis servicios, pero en cada lugar exigían algún tipo de experiencia. No poseo nada de lo que piden, por lo que resignada, desanimada y cansada de caminar me senté en una silla a las afueras de un restaurante lujoso. Mis pies dolían mucho y masajee mi tobillo adolorido, cuando de pronto una mujer muy elegante se acercó. Era rubia, alta, vestía un hermoso traje rojo y un escote bastante pronunciado. Pensé que sus planes eran sacarme a las patadas de donde me encontraba, pues no estaba consumiendo nada. —Lo siento mucho. Estaba descansando los pies. Llevo caminando mucho tiempo, pero ya me iba— me levanté de prisa y, con una amable sonrisa, me detuvo. —No te estoy diciendo nada, belleza. Solo vine a saludarte. Dime, ¿cómo te llamas? — hasta su voz salió en un ronroneo m
De pie frente al enorme edificio, sonreí, pues las ilusiones de una nueva vida estaban justo a mi alcance. Entré muy segura de la decisión tomada, pero antes fui al baño, donde me cambié el desgastado pantalón por el vestido blanco de flores. Solté mi cabello y este cayó en hondas a mi espalda baja. En la recepción me indicaron el décimo piso, donde Margaret supuestamente me estaba esperando. Subí al ascensor con el corazón latiendo apresuradamente, el pulso errático y mi cuerpo hecho un manojo de nervios. Una sensación agradable se esparció por todo mi cuerpo, al momento de que las puertas se abrieron, dejando a mi vista un enorme salón con un podio en el centro. Caminé a paso lento, acercándome hacia la Sra. Margaret, quien al verme se levantó y me abrazó, dejándome sin palabras. —Creí que no vendrías, linda. Pero me alegra muchísimo que hayas aceptado — se separó de mí, agarrándome del brazo y trayéndome a un sillón de cuero enorme. —Bueno, en realidad necesito el
El día de mi cumpleaños fue maravilloso, pues compartimos juntos como hace mucho tiempo no lo hacíamos. Paseamos entre las calles de la ciudad, contemplando las casas de estilo victoriano. Caminamos por aquellas vías empinadas hasta llegar a un restaurante donde almorzamos juntos. El resto de la tarde estuvimos conversando y sentados en la banca de aquel parque que solíamos visitar junto a mi mamá, bajo el radiante y hermoso sol. Madrugué para sacar mi identificación, luego me dirigí al edificio donde Margaret me estaba esperando con el contrato en la mano. Según Margaret, los exámenes salieron bien y no podía estar más feliz. Lo único que faltaban era mis iniciales y la firma. Leí el contrato una y otra vez, donde había varias clausulas bastante específicas: “Una vez el comprador obtenga su premio, tiene todo el derecho de hacer con su obra lo que le plazca”. “El premio debe someterse a las exigencias de su nuevo dueño por los siguientes tres m
—Lili, estoy muy nerviosa. Mañana es la subasta. ¿Cómo crees que serán los hombres? — inquirió Brenda, la misma chica de mi edad que desde ese día nos hemos vuelto cercanas. —Solo espero que sea un hombre gentil. Una de las chicas escuchó mi comentario y soltó una carcajada. —No entiendo cómo Margaret trae a niñas tan estúpidas a un lugar como este. Pero dejo la sorpresa para que veas con tus propios ojos lo gentiles que pueden llegar a ser — se retiró contoneando sus caderas de un lado para el otro. —No le hagas caso, solo quiere asustarnos— le dije a Brenda. Muy en el fondo sé que nada bueno nos puede esperar. Desperté por Brenda, la única chica que considero como una amiga entre todas las demás víboras que nos rodean. Estas dos últimas semanas ha sido mi compañera de habitación. Caminaba ansiosa de un lado hacia el otro, hasta que cayó en mi cama boca abajo dando un grito frustrado contra la misma. —Me encantaría decirte que