EmirEste día fue uno de los más importantes de mi vida. Acompañado de Eiza y los niños, me dirigí a la notaría privada para hacer lo que tanto había anhelado, legalizar a Eleazar como mi hijo. Ya era hora de que llevara mi apellido, que ambos niños fueran oficialmente Rockefeller, Eiza con esa calma y fortaleza que siempre me sorprende, estaba a mi lado, sosteniendo a los pequeños. A pesar de lo que hemos pasado, hoy era un paso hacia el futuro que tanto deseábamos.El proceso fue algo largo. Firmamos papeles, pagué una considerable suma de dinero, y mientras lo hacía, no podía evitar pensar en todo lo que he perdido y ganado a lo largo de estos meses. Pero hoy, al menos, era una victoria personal. Cuando terminamos, Eiza me sonrió con esa calidez que siempre me tranquiliza, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo estaba en su lugar.Salimos de la notaría y decidimos hacer algo especial. Nos dirigimos a un pequeño estudio fotográfico cercano, donde tomamos las primeras foto
EizaPor fin sentía una paz que hacía tiempo no experimentaba. Tener en mis manos los papeles que confirmando que Emir y yo éramos los padres legales de Eleazar y de mi pequeña Aitiana me daba un alivio indescriptible. Era algo tan simbólico y poderoso para nosotros. Ese mismo día decidimos bautizarlos juntos, pidiendo a Dios que los protegiera bajo su manto. Durante la ceremonia, agradecí en silencio por la salud de mis hijos y por todas las bendiciones que habíamos recibido, a pesar de los obstáculos que habíamos enfrentado.Organizamos una pequeña cena familiar para celebrarlo. Solo estuvimos rodeados por las personas más cercanas. Carmela, que ya era parte de nuestra familia, Laurien, quien para mí era como una hermana, la madre de Emir, Andrew y el señor Pablo. Aunque me sentía en paz, no pude evitar que un rincón de mi corazón se llenara de tristeza al pensar en mi madre y mis hermanos. No los había invitado. Aún me dolía la forma en que mi madre había decidido respaldar a mi p
Eiza Abrí los ojos lentamente. Mi garganta estaba seca, y lo primero que vi fue a Emir a mi lado, con la cabeza agachada mientras sostenía mi mano. Sentí cómo su agarre se tensaba cuando notó que despertaba. De pronto, levantó la mirada, con los ojos llenos de preocupación.—Mi amor, ¿estás bien? —preguntó con un susurro nervioso—. ¿Cómo te sientes?Me di cuenta de lo demacrado que se veía. Había estado velando por mí todo este tiempo.—Me siento... bien —murmuré—. Solo que tengo mucha sed. Me duele la cabeza y estoy un poco mareada... ¿Qué ha pasado?Él respiró aliviado, pero su expresión seguía tensa.—Gracias a Dios que estás bien. No logramos atrapar al tipo que te hizo esto, pero las cámaras de seguridad lo captaron. No sabemos quién es todavía. ¿Tú tienes alguna idea de quién podría ser?Cerré los ojos por un momento, tratando de recordar.—Pensé que podría haber sido Kadir, sin embargo, no era el, y ese tipo queria verme muerta, segun lo mandaron a matarme —El pánico me invadi
EmirNo podía creer lo que escuchaba. ¿Mi padre? ¿Osvaldo? ¿Él envió a ese hombre para hacerle daño a Eiza?—Así es, señor,— me respondió uno de los Detectives —La última llamada que recibió ese hombre venía de un número restringido, pero logramos rastrear su origen, y coincide con esta dirección.Sentí cómo la rabia me invadía por completo.—¡Malditos traidores! No voy a permitir que sigan haciéndonos daño. Voy a enfrentarme a Osvaldo, lo voy a destruir si es necesario.—Señor,— me interrumpió el hombre, —aún no está confirmado al cien por ciento, pero las pistas apuntan a que podría ser él.Me llevé las manos a la cabeza, tratando de calmar el torbellino de pensamientos. Todo este tiempo, había pensado que ya había tocado fondo, que las traiciones de Erin y Osvaldo no podían empeorar, pero me había equivocado. No me dejarían vivir en paz.—Dios, cómo quisiera que todo esto terminara ya,— murmuré.—Gracias, cuando tengas más información, me llamas.—El Detectives asintió retirándose.
EizaMientras Laurien hojeaba la revista de novias, mi mente se perdió en la imagen del vestido que tanto anhelaba. No era cualquiera, vestido, el diseño que yo misma había dibujado, lleno de sueños y expectativas. Ese que siempre quise usar. Se lo entregaría a la diseñadora de la agencia de Savanna sabiendo que sería un vestido único. Me lo imaginaba perfectamente, un de encaje fino, ajustado en la cintura, con una cola larga que arrastrara suavemente como una ola de seda al caminar. Los delicados detalles de bordado brillaban con destellos plateados bajo la luz, y un velo sutil caería suavemente sobre mis hombros, apenas rozando el suelo. Complementaría todo con un par de tacones de satén blanco, elegantes y con un toque de cristal en los talones, lo suficiente para darme porte, pero cómodos para caminar con gracia. En mi cabello, una diadema de plata, adornada con pequeñas piedras que reflejarían la luz como estrellas, sujetaría el velo, dándome un aire de reina de cuento de hadas.
EmirFinalmente estaba en el altar, al lado de mi madre, esperando a que Eiza llegara. Andrew, que se ofreció a entregarme en el altar, seguramente se encontraba con ella. Mi corazón latía con fuerza, y no podía evitar sentirme nervioso.—Hijo, te veo nervioso —declaro mamá con una sonrisa reconfortante.—Madre, no te imaginas lo nervioso que estoy —respondí, tratando de controlar mis emociones.—Quién diría que un hombre tan frío y arrogante como tú podría ser dominado por una mujer tan sencilla, tierna y cariñosa como Eiza. —Ya ves, madre —contesté—, eso es lo que ha hecho ella por mí, desde que la conocí. En ese momento, traté de convencerme de que no sentía nada por ella, pero me doblegué. La amo y quiero tenerla eternamente a mi lado.En ese instante, la melodía habitual de la catedral comenzó a sonar, marcando la entrada de Eiza. Mi madre se apartó a un lado y me apretó la mano con nerviosismo. Todos los presentes se levantaron, y los camarógrafos y periodistas esperaban afuera
Esmeralda.El temblor de mis manos no me dejaba en paz mientras entraba a la cocina. Me sostuve de la encimera, intentando calmarme.Luciano Moretti... ¿Cómo era esto posible? Después de tantos años, reaparecer de la nada, como un fantasma del pasado que yo creía enterrado. —Eiza— entró y, al verme así, preocupada, se acercó.—¿Está bien, señora? ¿Necesita algo?—No... no te preocupes, solo me siento un poco mareada. Todo está bien.—¿Segura? ¿Le traigo un vaso de agua?—No es necesario, de verdad, no le digas nada a Emir.Eiza me miró con duda, pero finalmente asintió y se fue. En cuanto la puerta se cerró, dejé escapar un suspiro largo y tembloroso. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Luciano regresaba ahora? Justo cuando las cosas estaban tan frágiles, cuando —Erin y Osvaldo— ya habían causado suficiente daño, ahora él tenía que aparecer. ¿Qué quería de Emir? ¿Por qué acercarse a mi hijo?Sentí que el suelo se movía bajo mis pies cuando Pablo entró detrás de mí, tan silencioso como siemp
Esmeralda—Mis dedos temblaban y jugueteaban nerviosos entre ellos, mientras observaba el entorno del pequeño restaurante. Un lugar discreto, alejado del bullicio de la ciudad, casi secreto. Pablo me había informado que había conseguido que Luciano Moretti aceptara reunirse conmigo. Al principio, Luciano pareció confundido, sin entender del todo mi insistencia, pero yo no soy tonta. Sabía que había algo detrás de su repentino interés en mi hijo Emir. Quería morderme las uñas, pero me contuve. Después de tantos años, volver a verlo me ponía los nervios de punta. Finalmente, Luciano apareció, y vi a Pablo acercarse discretamente, manteniendo distancia.—Esmeralda, cuánto tiempo. No esperaba tu llamada. ¿Cómo estás? —Luciano esbozó una sonrisa forzada, con una mezcla de confusión y suspicacia en su rostro.No me molesté en devolverle la cortesía—Voy a ser directa, no tengo tiempo para rodeos —mi tono era firme, distante—. ¿Pedirás algo? Porque yo no vine aquí a socializar.Luciano frun