La Princesa del Mafioso
La Princesa del Mafioso
Por: Sra De Taker
Prefacio

Norte de Europa.

Algunos días antes de irse a Polonia.

Alice, era la hija bastarda del rey de su país. La joven al ser la primera en nacer, le correspondía tomar el trono. Solo que a su padre no le parecía que una hija ilegítima, nacida de una sirvienta, tuviera el derecho de gobernar su nación.

La iba a casar con un hombre mayor. Incluso los hijos de ese rey eran muchísimo más grandes que Alice. La joven acababa de cumplir 26 años días atrás.

Con ayuda de su amada sirvienta, Alice fue planeando día a día el cómo escapar del país. Se aprendió el cambio de guardias, cuando el castillo quedaba sin sirvientes porque se iban a dormir... Todo. Alice estudió tanto, que fácilmente podía hacer una rebelión si tuviera el apoyo de los guardias de seguridad.

—Ven conmigo, Pame... —le rogó a su sirvienta—. Si te quedas aquí, probablemente papá...

Pamela era ya una señora de unos cincuenta años. La había criado y protegido durante todo este tiempo. De lo único que se arrepentía la señora, era de no tener más poder y así evitar que su amada niña sufriera.

—Cariño, aquí tengo a mi familia. No van a sospechar de mí —limpió la sangre de su labio—. Solo me permiten tratar tus heridas y encargarme de la comida. Estoy vieja y seré un estorbo a donde sea que te lleve ese barco.

Alice no le dijo a Pamela que era algo malo. Ese barco lo estudió por mucho tiempo cuando llegaba al puerto. Subían a muchas mujeres y traían a otras. Habló con algunas y ellas le comentaron que era de Polonia. Algunas estaban asustadas porque la mafia de ese país no permitía la trata de blancas y temían que acabaran con el sustento de sus familias.

A ella no le importó. De igual manera, jamás se encontraría con esa gente. Solo viviría en Polonia como una vagabunda.

—¡Salte, Pamela! —le gritó el rey, al entrar a la habitación de Alice—. Desde esta noche, queda terminantemente prohibido acercarte a esa. Su marido traerá a sus propios empleados, pero una hija como ella no merece tener comodidades.

—Entendido, su majestad —hizo una reverencia—. Princesa Alice.

Pamela se despidió y salió de la habitación.

Y así el tormento de Alice, empezaba. La rutina llena de odio de su padre duraba unas dos horas. Normalmente, hablaba y se quejaba, pero últimamente, era una tortura completamente.

—Padre, por favor, pronto vendrá la boda y no creo que sea necesario que me vean...

—¡Cállate! —la golpeó—. Eres una abominación. Tu madre no debió tenerte para que yo le diera el lugar de reina. ¿Quién se creía que era yo? ¡No soy un idiota! —la señaló—. Por lo menos me sirves con este matrimonio para recibir dinero y poder. No me dejas más nada que decepciones, Alice.

—Yo... no sé... mamá no es así —sollozando le respondió. El hombre la tomó por su cabello y la tiró al suelo—. ¡Papá, basta!

—¡No me llames así cuando estemos solos! —le gritó—. ¡Tú madre no debió dejarte nacer! —Por tu culpa mi madre me hizo elegirte. Mi amada hija murió por tu culpa y la avaricia de tu madre.

—Yo no hice nada... por favor, majestad —le rogó. Hoy estaba más molesto que otros días. Debía ser el aniversario de muerte de la hija de su amante. Ante los ojos del rey, Alice era menos que una amante.

—Me alegra haberte dado a otro rey. Si yo no soy feliz, tu tampoco lo serás. Cuando te cases, tendré más poder y voy a invadir su país. Los mataré. Quiero que mueras, Alice. El día que tu mueras, tu madre lo hará. No veo la hora de sacarlas de mi vida y mi madre esta vez no hará nada para detenerme.

***

Alice desapareció del castillo a las 2 de la madrugada. Salió sin ser vista y subió al barco de prostitutas con rumbo a Polonia. La mayoría de las conversaciones de las mujeres eran horribles. Le pedían a los cielos que nadie atacara el barco porque morirían en el mar.

Para ella, hasta morir en el mar era una mejor opción que volver a ese castillo. Alice estaba golpeada y por eso casi nadie la reconoció. Eso, y que nadie sabía quién era ella en realidad. La vergüenza de la familia real. Era como si ella tuviera la culpa de las aventuras que tuvo su padre.

Por otro lado, se encontraba Maksym Pietrzak, líder de la mafia Polaca. En busca de su hermana y tratando de no perder la cabeza porque Kassia, estaba empeñada en salir todas las noches y encontrar una amiga.

—Traigan a Kassia a menos que quieran perder sus vidas —los amenazó, pasando las manos por su rostro.

—Señor, la señorita Kassia fue vista en un bar.

—¿Qué bar y por qué no estamos yendo a esa dirección? —lo miró, estudiando cada facción del hombre.

—La señorita está en un bar de prostitutas a dos calles de aquí —señaló al otro lado—. Las pandillas...

—Eres un inútil —sacó el arma de su funda y le disparó en una pierna—. Si sabías en donde estaba mi hermana solo debías traerla —acarició su sien—. Que lo traten y que eso le sirva de advertencia al resto. Vamos por Kassia.

Caminó hacia el bar de prostitutas de la ciudad. Estaba cansado de ella y su inmadurez. Todas las noches era igual. Él tenía que hacerse cargo de la organización, de su ciudad, las prostitutas desapareciendo y también ir de niñera por Kassia.

—Juro que la voy a encerrar en la mansión y jamás volverá a salir —dijo a la nada, al ver a mucha gente peleando en la entrada.

Siempre decía lo mismo, pero Kassia hacía lo que le daba la gana. La menor de los hermanos se aburría de la vida monótona que llevaban.

—¡Basta, no la golpeen más! —gritaba Kassia, defendiendo a una mujer—. Ninguno de ustedes saben quién soy yo.

Era Alice, a la mujer a quien defendía. Kassia se había metido en una discusión y la pobre princesa quiso ayudarla, aunque ella terminara mal.

—¡Kassia! —le gritó su hermano, de la nada, todo quedó en silencio y las personas que las golpeaban a las dos, quedaron heladas al ver al hombre.

—Maksym… —su hermana hizo pucheros, abrazando a Alice—, nosotras...

—¿Qué está pasando aquí? —la ignoró y miró a los guardias del bar.

—La rubia es prostituta de nuestro bar. Te puedes llevar a la otra. Nos haremos cargo de nuestra gente. No queremos problemas con ustedes. Dígale a la señorita que no venga más —le informó el hombre.

Maksym miró a ambas mujeres y ladeó la cabeza ante la diferencia de tamaño.

—Vamos a casa, Kassia.

—¡No, ella es mi amiga!

—¡Nos vamos, Kassia! —le gritó.

—¡No, ella me ayudó cuando estos hombres intentaron tocarme! —la chica hizo una mueca, cuando dijo eso último—. No, ellos no...

Maksym caminó hacia su hermana, la levantó del suelo y la estudió. Alice solo observó en silencio y agradeció haber aprendido varios idiomas en su tiempo libre.

—No te salvarás de esto, perra —Alice sintió todo su interior revolverse. Ese hombre la tocaría y esta vez, no habría nadie que pudiera salvarla.

—No...

—¡Cállate! —la abofeteó, Alice perdió el equilibrio y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ya tenía los golpes de su padre y ahora estos. Alzó la vista y miró al hombre que estaba al lado de la mujer que se llamaba Kassia. Nunca la habían defendido o buscado como ese hombre hizo con la muchacha.

—Kassia...

Maksym se giró ante el susurró de Alice. La chica tenía aspecto de todo menos de prostituta y antes de que el hombre la agarrara nuevamente, hizo que sus hombres intervinieran.

—¿Eres prostituta? —su voz la asustó—. Entregas tu cuerpo a cualquiera y te asusta mi pregunta. ¿Eres o no prostituta?

—Maksym...

—Ella tiene voz y no quiero que te veas involucrada con las putas de los pandilleros —se acercó a Alice, la chica retrocedió asustada—. No me hagas perder la paciencia. Si apareciste para meterte con nosotros, olvídate de que saldrás con vida —le apuntó la cabeza con su arma—. ¿Qué quieres de mi hermana?

Alice abrió los ojos sorprendida, era la primera vez que tenía un arma en su frente. Ella negó con la cabeza rápidamente y sus ojos se cristalizaron.

—Llorando te volaré la cabeza. ¡¿Quién demonios eres y qué quieres de Kassia?! —la miró fijamente.

—Soy Alice, llegué ayer a Polonia... Ella era golpeada y yo me metí —dijo asustada.

Bajó el arma y la tomó por su mejilla llena de sangre.

—Si eres una espía te voy a matar. Te metiste con la familia equivocada —la miró con desprecio—. Me dirás para quien trabajas si valoras tu vida —soltó su rostro—. Llévenla a la mansión y la meten a una celda. Alice me dirá de mala manera a quién pertenece.

Su gente la arrastró prácticamente por la calle, mientras los gritos de su hermana lo aturdían.

—Es tu culpa, no mía. Voy a interrogarla y si es inocente, la adoptas como mascota —miró como la chica se iba en silencio—. Qué fácil aceptó la muerte.

—Maksym Pietrzak, te odio —su hermana se fue corriendo detrás de la chica.

—Como todo el mundo, Kassia.

Alice se giró y miró al hombre que la iba a matar, sintió terror y se lamentó no poder tener un poco más de libertad.

—Maten a todo aquel que tocó a mi hermana —le ordenó a sus hombres—. Vamos a ver hasta cuando aguantas conmigo, Alice.

Maksym estaba seguro de que ella era una espía y no iba a permitir que se infiltraran en su organización.

Él era el líder de la mafia y la joven princesa acababa de entrar en la boca del lobo.

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