Alice no era tonta y sabía que su final estaba cerca. Fue llevada a una celda y miró con admiración el lugar. Nunca había pisado la prisión. Siempre leyó en los libros como era, pero esto era extremo. Sonrió ante la adrenalina que le producía ser rebelde hasta que el frío caló por sus huesos haciéndola temblar. Miró la cama de metal y puso su dedo índice sonriendo al frío.
—Ah... Moriré de hipotermia —se acostó, y sintió alivió en los golpes que tenía en su cuerpo—. El frío es mental, el frío es mental... Se repitió muchas veces, pero no aguantó y se levantó. —Definitivamente, el frío no es mental —estudió la celda y miró los manchones rojos que había en la pared—. Mi sangre real también quedará plasmada aquí. Pame, mi rebeldía duró un día y luego me morí. Una princesa digna para que le hagan historia. Maksym veía todo lo que hacía su prisionera por las cámaras de vigilancia. Estaba a solo un paso de ella y estaba cabreado por no entender lo que decía. —Puede estar confesando lo que nos quiere hacer y nosotros no sabemos su idioma —se quejó el mafioso—. Busquen un traductor, necesito descubrir sus planes. —Jefe, la chica parece más bien sorprendida. Nadie sonríe porque va a morir —le dijo Jack, uno de sus guardaespaldas. —En esta vida todo es posible. ¿Luke cuando regresa? —preguntó por su mano derecha que estaba finalizando su viaje de luna de miel. —Tres días —le informaron. —Mucho tiempo para dejar vivo a una espía —miró nuevamente a la cámara de seguridad y las acciones de la rubia—. Denle comida y una sábana para que se cubra del frío. ¿Por qué le emocionaba una celda? Uno de sus hombres obedeció y le llevó lo que su jefe le pidió. Alice se giró, y miró al hombre fijamente. Una lata de atún con un pedazo de pan y una sábana que, probablemente, le haría dar hipotermia. —Tú... Toma —el hombre puso las cosas en el suelo—. Agradece la bondad de mi jefe. —Oh, sí, gracias —respondió rápidamente. —¿Acaso te estás burlando de nosotros? —ella negó con la cabeza—. Vas a morir, disfruta tu última comida. Vió como el hombre se fue y esperó unos minutos, antes de acercarse a los barrotes. —Son tan maleducados... —se quejó y comió su pan. Era duro, pero ella tenía hambre. Miró la lata y aunque hablaba polaco, no era muy buena recordando la escritura. —Sar... di... na —terminó de pronunciar—. ¡Ah, es sardina! Sardina... —repitió con asco. Era la comida que siempre le obligaron a comer. Nunca le gustó, pero a su padre no le importó. Alice se sentía incómoda con el vestido corto así que dejó la lata de sardinas en un lado de la cama y se enrolló la sábana alrededor de su cintura. Cuando estuvo satisfecha y se iba a sentar, la figura imponente de un hombre alto, tez blanca y musculoso, se hizo presente. Era el sujeto que acabaría con ella. —¿Esto es divertido para ti? Acercarte a mi hermana para llegar a mi familia y ahora disfrutes la celda —la puerta fue abierta y él entró—. ¿Crees que vas a salir con vida? Ella negó con la cabeza, pero no entendía que estaba haciendo mal. Alice nunca había hecho nada delictivo. Realmente, ella nunca salió del palacio a disfrutar. Nadie la conocía, pero era una princesa obediente y entregada a su trabajo en los albergues. —¿Quién te trajo a mi país? —le preguntó Maksym—. ¿De dónde venía ese barco? —la chica estaba asustada y él estaba cada vez más cabreado con ella. Alice lo miró y el terror la obligó a bajar la cabeza. Los ojos de ese hombre no eran agradables. Orbes azules oscuros que te prometían hacerte sufrir sin piedad y su cabello negro peinado perfectamente, le daban un aire peor. —Habla... —ella alzó la cabeza y vió como él alzó sus brazos y le puso los grilletes de la pared, que estaban cerca de la cama, y se vió obligada a sentarse—. Así te quedarás hasta que me digas la verdad. —Vengo del norte de Europa, me llamo Alice y llegué en un barco. No tengo conocidos aquí. Vine sola y tampoco sabía que las cosas terminarían así —admitió. —¿Tienes conexión con las pandillas o prostitutas? —negó rápidamente—. Si me estás mintiendo sabes que voy a matarte, ¿verdad? —No tengo por qué mentirte. —¿Por qué mi familia? —él la estudió y la mujer tenía un marcado acento que le llamó la atención—. ¿Por qué mi territorio? —No sé si los ofendí, pero no sé quién es tu familia. Tampoco sabía que era tu territorio. Solo me subí al barco y terminé aquí. No he hablado con nadie. Solo la gente del bar —omitió los malos tratos que había recibido y que casi fue violada. «¿Qué estás escondiendo, mujer?», pensó, Maksym. —Eres demasiado cooperativa... —asintió, aunque no fue una pregunta—. ¿Por qué estás tan golpeada? Ella prefirió guardar silencio en ese momento. Su padre y el dueño del bar. Uno fue peor que el otro y ahora estaba encerrada con un hombre que le quitaría la vida. —¿Hablaste con las putas del barco? En mi país no hay trata de blancas. Tú estás violando los tratados establecidos por nosotros —se apoyó de la pared, lejos de ella—. ¿Quién te lastimó? Ella recordó vagas conversaciones en el barco de las mujeres, pero ninguna sabía el nombre de la persona que las había enviado a Polonia. —Ellas esperaban no conseguirse con las personas de la mafia de aquí —susurró, como si fuera un chisme, Mak alzó una ceja—. Es que el dueño de la mafia no lo acepta tampoco. Si eran descubiertas les quitaban el trabajo. Yo esperaba morir en el mar si nos descubrían... También quería vivir de vagabunda... —Alice dijo sus pensamientos en voz alta, y cuando se dió cuenta, sintió vergüenza. Maksym la miró con un leve interés. La rubia era tonta, o simplemente, no sabía que él era el líder de la mafia. —¿A qué te refieres con dueño? ¿Si sabes que hay rangos y tienen posiciones? —ella negó con la cabeza, prometió guardar sus pensamientos intrusivos—. ¿Me dirás quién te lastimó? Y sinceramente, pareces una prostituta, no vagabunda. Ella lo miró mal y se giró, para mirar la pared. Eran incómodo los grilletes, pero no lo vería a la cara. Iba a morir como una prostituta y eso, a la princesa, la ofendió. —No te mataré hoy. Vendrá alguien a torturarte y sacarte la información que yo quiero —la amenazó, ella no lo miró, pero él, si la vió tensarse. Alice volvió a lamentar que sus pensamientos coherentes se fueran a cualquier lado, menos al hecho de que había sido amenazada, otra vez. —Alice... —la piel se le puso de gallina, ante el susurro de su nombre en su oído. ¿Cuándo se había acercado tanto?—. ¿Sabes cómo me llamo? Ella se giró y quedó frente a él. Abrió los ojos con sorpresa y se echó para atrás, golpeándose la cabeza. Maksym vió a la rubia y para ser tonta, tenía unos ojos grises bastante llamativos. —El único que puede dejarte sin vida soy yo. Así que no te mates antes —le advirtió—. Si veo que eres inocente te convertiré en la mascota de mi hermana, pero si descubro que eres una espía —él la tomó de sus mejillas—. Te arranco los ojos y te los hago comer. Alice tragó grueso y sin poder aguantarlo más, salieron sus lágrimas. ¡Era un completo loco! —Quiero morir de hipotermia —le respondió, logrando que él frunciera el ceño—. Tú no me vas a decir cómo me voy de este mundo. Él hizo una mueca y la soltó. —Con lágrimas en los ojos también te puedo dejar un balazo en la frente —la miró con frialdad y salió de la celda—. Sigan interrógandola. Ella tiene porte y aspecto de todo menos de prostituta. Debe ser una espía. —Jefe... —No me importa cuánto tiempo lleve el interrogatorio. Quiero que ella diga para quien trabaja y que quiere de mi familia —le ordenó al hombre. Alice apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos. Estaba asustada, con pensamientos intrusivos y esperaba que no la mataran por culpa de eso. Nunca fue buena en controlar sus miedos. —Pero por lo menos no me golpearon... —murmuró con una sonrisa. Ella se durmió y Maksym fue a buscar información sobre el Norte de Europa.Eran las 9 de la mañana del día 3, del interrogatorio de Alice. Ella ya no recordaba desde que hora de la noche estaba hablando con el mismo hombre. Le repetía incontables veces que no sabía quiénes eran ellos. Sus muñecas no estaban lastimadas, pero sus costillas sí. Aunque Maksym era un bruto, no lastimaba a las mujeres. Pidió que la chica siguiera con los grilletes, pero que tuviera movilidad. Luke miró a su amigo y luego a la cámara de vigilancia. La rubia no era muy alta, estaba bastante delgada y se veía frágil. Sonrió, todo lo contrario a lo que le gustaba a su amigo. Maksym prefería acostarse con putas o con mujeres sin compromiso. Él no podía dar una relación, ya que todas querían el puesto de esposa. —Ella no parece prostituta —Luke intentó hablar con su amigo—. ¿De qué parte de Europa dijiste que era? —Norte —respondió, y siguió mirando la pantalla. Luke asintió y empezó a buscar en su celular que países había allá. Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Estonia, L
Estar asustado era algo normal en cualquier ser humano que estuviese encerrado y le tuviese miedo a lo desconocido. Ese temor constante de que algo podrías tener o pasarte, está presente en personas con cinco dedos de frente. En el caso de Alice, ella solo quería dormir para evitar el dolor que se había despertado en su cuerpo. Abrió los ojos y pensó que se encontraba sola en esa habitación. Puso la palma de su mano en su frente para notar que tenía un poco de temperatura.—Puedo tener una infección... —murmuró, rápidamente su cuerpo se tensó y su mente la obligó a estar en emergencia—. ¿Qué enfermedades infecciosas dan fiebre?Las más catastróficas, por supuesto. Esas eran las mejores para que Alice sintiera que moriría pronto. No era común que alguien fuera así, pero años de encierro y maltratos generaron estrés, ansiedad y depresión en la joven. —Todas las que tu organismo considere que son infecciosas —la voz de Maksym, la sobresaltó—. ¿Hablaste mi idioma esperando recibir una re
El reloj estaba a favor de Maksym, pero en contra de Alice. El mafioso había recibido el armamento a la hora y en el momento perfecto. Nikolas, líder de la mafia griega y cuarto al mando del Sacerdocio, le había prometido que todo llegaría a su debido tiempo, pero Maksym era terco y desconfiado. Más que todo por los enemigos que tenía, no por su gente. —Normalmente, no te preguntaría, pero tu jodida cara amargada me jode la vida —se quejó Nikolas, al compartir un trago de whisky en celebración por la entrega segura. El mismo bar de siempre, en la ciudad en la que el polaco era dueño, estaba todo custodiado y no porque fueran débiles, simplemente, querían disfrutar un minuto de tranquilidad sin matar a nadie. —Hay una mujer en mi casa —Nikolas levanta la ceja—. Es débil y viene de Finlandia. Nadie sabe de ella y llegó a mi territorio como prostituta. —¿Y te afecta por qué? —No tiene aspecto de prostituta y la han golpeado. Tanto en su país como en el mío —se quejó—. Kassia quiere
Alice iba en la camioneta de Maksym viendo hacia la ventana. La tarde estaba cayendo y las luces en la ciudad se iban encendiendo. Ella admiraba todo y sus ojos brillaban con la luz de afuera. Maksym la observó por unos minutos y sabía que se iba a arrepentir, pero le había prometido dejar que regresara a la mansión al caer la noche. —Sal del auto —su voz gruesa la sobresaltó—. Bájate, Alice —le ordenó. Ya le ardían demasiado los ojos de tanto que los abrió en la plaza hace un rato. —¿Por qué? ¿Me vas a dejar en la calle botada para que un perro con rabia me muerda y muera rabiosa por culpa de ese animal abandonado? —le preguntó, pero todo lo que salió de su boca fue acusaciones. Él se cuestionó al verla. ¿Realmente ella podía tener esos pensamientos? ¿Cómo lograba sacar esas conclusiones con solo él haber dicho tan poco? El rostro de Alice era sereno, pero sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. A Maksym siempre le han cabreado las mujeres como ella. Débiles y frágiles. Ante
Alice había continuado el beso, pero al darse cuenta de que era demasiado intenso para seguirle el ritmo, se alejó y se golpeó la cabeza con la pared. El ruido fue secó y lágrimas se amontonaron en sus ojos. Maksym la miró como se agachó y acarició su cabeza.—¿Estás bien? —le preguntó, imitando su posición.Ella negó con la cabeza y él suspiró para lo que ya sabía que iba a venir. 3... 2... 1...—Debo tener una contusión cerebral. Probablemente, ya se estén formando coágulos en mi cerebro —lo tomó de las manos—. ¡Voy a tener convulsiones! Alice estaba nerviosa porque sintió cosas que jamás imaginó que su cuerpo podía tener. Cosas que ella no había provocado. Sentía su intimidad húmeda y tenía deseos de ser acariciada por el mafioso que tenía enfrente.—¿Te duele mucho, Alice? Déjame revisar y veré si debo llamar al doctor —dijo sin ganas. Quería seguir besándola. Ella cabía perfectamente entre sus brazos, pero necesitaba subir de peso—. No me estás respondiendo.—Me duele... Mucho —
Maksym se fue a encontrar con las personas del Sacerdocio. Asistirían el fin de semana a una recaudación de fondos por obligación. Nadie se metía con nadie y también eran millonarios que se mezclaban con otros. No había problema en convivir y había suficientes guardaespaldas para evitar pequeños problemas.Fabrizio, líder de la mafia italiana, estaba sentado analizando los problemas que tenían sus compañeros. El segundo al mando, Kylian, líder de la mafia irlandesa, Sasha, líder de la mafia rusa, Nikolas, líder de la mafia griega y el que acababa de entrar al bar, era Maksym, el silencioso y rebelde polaco.—Mak tiene de rehén a una mujer —habló Nikolas, ganándose la atención de todos—. Le di una semana para dejarla en libertad. Estoy seguro de que esa chica es inocente.—Es mi territorio y yo decido si ella es peligrosa para mi organización, Nikolas —le respondió, al sentarse frente a todos.—¿Qué te hizo creer que ella es peligrosa? —preguntó Sasha—. ¿Ya ha hecho desastres en la man
Y como por arte de magia, Kassia empezó a aparecer en el radar de Alice y se hicieron amigas en tres días. La hermana de Maksym era su viva imagen, podía matarte sin problemas ni remordimientos, pero te hacía agonizar hasta llevarte a tomar la decisión de que le quitaras la vida. Eso solo sucedía si le sacabas el lado malo a la hermana menor.—Vamos a viajar esta noche a Miami. Los vestidos ya lo elegimos con toda la ropa que te compré ayer —le informó la chica—. ¿Alguna vez viajaste a Estados Unidos, Alice?—Nunca he salido de Europa —admitió—. Mi madre no tenía el dinero suficiente para comprarme un boleto de avión y mi padre aunque lo tuviera jamás me lo hubiese permitido.Kassia la miró mientras hacía sus maletas. Ella sanó muy rápido sus heridas, pero jamás escuchó a Nana o a Jack comentar de que se quejara. Sí, Alice era bonita, pero se parecía a las típicas rubias tontas. No, ella no era así. Solo demasiado inocente del mundo exterior. —Iré a hablar con mi hermano sobre tu p
Alice abrió los ojos de manera abrupta y se sentó en la cama para encontrar a su lado a Kassia. Nada tenía sentido para la rubia. Ni siquiera tuvo una oportunidad contra una amante. ¿Para qué su padre le permitió vivir entonces? Una piedra tenía más valor que la supuesta princesa. —¿Te sientes mejor ahora, Alice? —Kassia la sacó de sus pensamientos—. Estamos solas aquí, tranquila.Alice miró alrededor y se dió cuenta de que estaban en una habitación qué no era la de ella.—Ese Kylian... cuando yo era pequeña...—No puedo defendernos, pero puedes estar segura de que ahora estás a salvo —la interrumpió Kassia—. No pude escuchar el resto de la historia porque vine a ayudarte. Te desmayaste por la impresión y preferí...—¿Ustedes hacen eso? ¿Asesinan por dinero? —No son asesinos a sueldo. Probablemente, el papá de Kylian quería probarlo, pero ninguno en la mafia asesina por un sueldo. O sea, lo hacen por cosas grandes y si ellos ven que es necesario —le explicó, levansentándose del sill