El reloj estaba a favor de Maksym, pero en contra de Alice. El mafioso había recibido el armamento a la hora y en el momento perfecto. Nikolas, líder de la mafia griega y cuarto al mando del Sacerdocio, le había prometido que todo llegaría a su debido tiempo, pero Maksym era terco y desconfiado. Más que todo por los enemigos que tenía, no por su gente.
—Normalmente, no te preguntaría, pero tu jodida cara amargada me jode la vida —se quejó Nikolas, al compartir un trago de whisky en celebración por la entrega segura. El mismo bar de siempre, en la ciudad en la que el polaco era dueño, estaba todo custodiado y no porque fueran débiles, simplemente, querían disfrutar un minuto de tranquilidad sin matar a nadie. —Hay una mujer en mi casa —Nikolas levanta la ceja—. Es débil y viene de Finlandia. Nadie sabe de ella y llegó a mi territorio como prostituta. —¿Y te afecta por qué? —No tiene aspecto de prostituta y la han golpeado. Tanto en su país como en el mío —se quejó—. Kassia quiere ser su amiga y a la rubia la traté como a una espía. Sentí compasión y ahora estará bajo el mando de la gente de mi mansión. —Ah... La tienes vigilada para matarla —culminó el griego—. ¿Por qué no le preguntas más sobre su vida? Capaz y quiera vivir... —Se resignó más rápido de lo que te puedes imaginar —lo interrumpió—. Creo que está loca. Dice que morirá de algo porque su cuerpo se enferma. Pasó de morir por hipotermia, a morir por una infección. Nikolas se rió y lo vió tomar del vaso de whisky de un sorbo. —¿Pero está enferma? —negó con la cabeza—. No creo que sea una espía porque nadie se mete con el Sacerdocio. Puedes intentar darle una cucharada de confianza. Ve hasta donde es capaz la mujer y si te sirve de algo. —No será mi puta —le advirtió. —Nunca lo dije de esa manera, hombre —Nikolas tomó del whisky y se levantó de la silla—. Algo interesante ella debe hacer. Mira, en la mansión hay bastante gente con talento y todos te lo han demostrado, además de darte su lealtad. Ve que guarda esa mujer y si tiene algo bueno, hazte su dueño y que te jure lealtad. —Es demasiado débil para tener algo positivo —hizo una mueca de desagrado. —Nadie es demasiado débil en esta vida, Maksym. Solo ve que te ofrece y si te sirve en la organización. Si la mujer no es de utilidad, déjala libre o envíala de regreso a su país. —Todo lo que está en mi territorio me pertenece, Nikolas. Ella ha visto demasiado en tan poco tiempo y no quiero tener que matarla. El griego le puso su mano en el hombro y lo miró. —Algo debe tener porque tú la dejaste vivir después de considerar que ella era una espía —le sonrió—. Ninguno de nosotros tiene el buen corazón de la esposa de Alessandro —quitó su mano—. No somos buenos y solemos matar y después preguntar si era inocente o no. Ve si tiene algo para ti o déjala ir. Eso fue una clara advertencia. Maksym era el quinto al mando del Sacerdocio y aunque no tenía restricciones, se le podían poner límites si los otros líderes veían que estaba haciendo mal. Y para Nikolas, tener a una mujer que no parecía ser peligrosa y estar secuestrada en la mansión, no le parecía una de las mejores opciones. *** El tiempo para Alice parecía que estaba de maratón. En un respiro pasaron muchísimas horas y ella seguía sin saber a dónde ir o que hacer. Nana se dió cuenta de la situación y Maksym le ordenó dejar a la chica salir. Ella fue bañada y vestida con la ropa vieja de Kassia. La menor de los hermanos siempre donaba sus cosas a las criadas para estas ocasiones. Por supuesto, si algún día eran necesitadas. Hacían 26 grados y el clima era soleado y relativamente, cálido. En comparación de su país que pronto se acercaba la época en donde el sol no se ocultaba. —Nos encontraremos aquí en la noche. Disfruta el resto del día, cariño —se despidió Nana, y desapareció por la ciudad. Alice vestía unos jeans azul claro y una camisa blanca manga larga con el cuello en "v". Su cabello estaba peinado y los rizos en sus puntas se formaron perfectamente al natural. Alice era hermosa de nacimiento, digna heredera de la realeza. Sus ojos eran verdes al sol y grises cuando estaba lejos de el. Aunque estaba lo suficientemente cubierta, su ropa era fresca. Las bailarinas eran cómodas y así se puso a caminar Varsovia. Empezó a caminar por la hermosa y enorme ciudad. Era una mezcla entre lo moderno y antiguo. Tenía toques coloridos. Los edificios eran tan altos que no podía imaginar cuánto tiempo duraron para construirlo. Llegó a una plaza y se sentó a ver a las personas caminar. Cada uno estaba metido en su mundo yendo a toda velocidad para el lugar que fuera. Alice sintió un leve dolor en su pecho al saber que sería la última vez que vería el sol... La última vez viva. —¿Tendré un paro cardíaco? —se preguntó, al llevarse la mano al pecho. —Ah, eres la mujer débil de Maksym —sonrió Nikolas, Alice se levantó asustada al ver al hombre al lado de ella—. No quería asustarte. Solo me pareció gracioso que alguien diga esas cosas. Ella miró hacia los lados y notó a varias personas al rededor del hombre fingiendo estar haciendo sus cosas, pero por experiencia, sabía que eran guardaespaldas. —No es gracioso jugar con la salud de otro ser humano —frunció el ceño—. ¿Sabes polaco también? Nikolas la miró de arriba hacia abajo y ladeó la cabeza. La mujer no era para nada especial y estaba demasiado seguro de que ella no era mala. Más bien se parecía a la mujer de Alessandro. Demasiada pureza y debilidad para su gusto. —Tengo que saber muchas cosas para mi gente —se burló—. ¿Por qué estás aquí sola? Creía que estarías en la mansión principal —por supuesto, el griego ya le había avisado que la presa de Maksym estaba en la plaza cerca del bar. —No tengo por qué responder eso. No sé quién eres —le da una falsa sonrisa y decide alejarse. Nikolas, con la mirada, le hace señas a sus hombres para que la detengan. Alice se tensa y se gira a ver al hombre. —No me dejaste presentarme —sonríe de una manera que le causó terror a Alice—. Soy Nikolas, líder de la mafia griega y mejor amigo de Maksym, líder de la mafia polaca. Bienvenida a la boca del lobo, digo, al Sacerdocio. Los ojos de Alice se abrieron tanto, que sintió el ardor en ellos. Dió varios pasos hacia atrás hasta chocar con la espalda de los guardaespaldas. Maksym apareció en su visión vistiendo de traje gris y ahí todo encajó para la princesa. Maksym gritaba peligro y era por eso... Ese hombre era un asesino. —Nikolas... —la advertencia de Maksym le dió risa. —Solo me presentaba, amigo —pasó por su lado—. No es espía y mucho menos peligrosa. Se parece a la mujer de Alessandro. Esa rubia no parte un plato sin antes ver las posibilidades de pensar si morirá en el proceso. —Deja que yo decida que es ella —lo detuvo, Nikolas levantó la ceja. —Te lo acabo de decir, Maksym. Vas a dejarla libre. No es peligrosa ni causará daños en la organización. Deja que se vaya —insistió. —Es mi territorio, Nikolas. —Y perteneces al Sacerdocio. No retenemos a las mujeres contra de su voluntad. Vas a dejarla libre y es mi última palabra —le advirtió. —Se queda en Polonia, en mi casa y fin de la historia —Maksym se acercó a ella, viendo la cara de terror que tenía—. ¿Te dijo que somos mafiosos? Ja, por supuesto que lo hizo. Estás muda. —Maksym, tienes una semana para dejarla libre antes de que le informe al Sacerdocio. —No se va. Nikolas suspiró, cerró los ojos y sacó el arma de su funda, apuntando la cabeza del líder polaco. Cuando los abrió, vió la sonrisa del mafioso, imitando su gesto. Los gritos de las personas fue algo que obligó a Alice agacharse y esperar un milagro que la sacara de ahí. —¿Morirás por una extraña? ¿Acaso no tuviste suficiente aprendizaje en la vida? Que lamentable que Kassia se quede sin hermano. —Estás faltándome el respeto, Nikolas. Mi territorio, mis reglas. Nunca he ido a Grecia a... Oh... Si lo hice —se burló. —Una semana. Si no descubres que es ella, el Sacerdocio te la quitará y la mantendrá alejada de ti y su país —le habló en griego, guardando su arma. —Vamos a casa, Alice —él guardó su arma y se agachó a verla—. Tienes unos bonitos ojos. Me servirían de adorno. —¿Por eso quieres matarme? ¿A esto te referías cuando me decías que estoy en tu territorio? ¿Es por qué eres un asesino, destripador sangriento que se come a sus víctimas? Maksym soltó una carcajada. Nikolas negó con la cabeza y se marchó. Alice había llamado la atención del polaco y él ni cuenta se había dado. —¿Cómo llegaste a esa conclusión, Alice? —He visto documentales de asesinos en serie... Así como tú... Así de peligroso... —Vamos a la mansión. Nana ya está allá y no creo que sea buena idea que sigas aquí —la ayudó a levantarse y miró su ropa—. Tendrás tus propias cosas. Vivirás con nosotros ahora. Así que no tengas pensamientos extraños. —¿Confías en mí? —No. —¿Por qué me dejas vivir y seguir en tu casa? —Porque es peor estar con Nikolas. Digamos que él es algo... Obsesivo —omitió el resto. Alice lo siguió, pero no quiso entrar más en detalle. El Sacerdocio estaba compuesto por cinco asesinos. Uno peor que el otro y cada uno tenía sus métodos de causar terror. Ninguno comía carne humana, pero a Sasha y a Nikolas si les gustaba jugar con los órganos de la gente. ¿Maksym? Bueno, él se consideraba alguien tranquilo. Según él, de los cinco hombres, era el menos asesino.Alice iba en la camioneta de Maksym viendo hacia la ventana. La tarde estaba cayendo y las luces en la ciudad se iban encendiendo. Ella admiraba todo y sus ojos brillaban con la luz de afuera. Maksym la observó por unos minutos y sabía que se iba a arrepentir, pero le había prometido dejar que regresara a la mansión al caer la noche. —Sal del auto —su voz gruesa la sobresaltó—. Bájate, Alice —le ordenó. Ya le ardían demasiado los ojos de tanto que los abrió en la plaza hace un rato. —¿Por qué? ¿Me vas a dejar en la calle botada para que un perro con rabia me muerda y muera rabiosa por culpa de ese animal abandonado? —le preguntó, pero todo lo que salió de su boca fue acusaciones. Él se cuestionó al verla. ¿Realmente ella podía tener esos pensamientos? ¿Cómo lograba sacar esas conclusiones con solo él haber dicho tan poco? El rostro de Alice era sereno, pero sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. A Maksym siempre le han cabreado las mujeres como ella. Débiles y frágiles. Ante
Alice había continuado el beso, pero al darse cuenta de que era demasiado intenso para seguirle el ritmo, se alejó y se golpeó la cabeza con la pared. El ruido fue secó y lágrimas se amontonaron en sus ojos. Maksym la miró como se agachó y acarició su cabeza.—¿Estás bien? —le preguntó, imitando su posición.Ella negó con la cabeza y él suspiró para lo que ya sabía que iba a venir. 3... 2... 1...—Debo tener una contusión cerebral. Probablemente, ya se estén formando coágulos en mi cerebro —lo tomó de las manos—. ¡Voy a tener convulsiones! Alice estaba nerviosa porque sintió cosas que jamás imaginó que su cuerpo podía tener. Cosas que ella no había provocado. Sentía su intimidad húmeda y tenía deseos de ser acariciada por el mafioso que tenía enfrente.—¿Te duele mucho, Alice? Déjame revisar y veré si debo llamar al doctor —dijo sin ganas. Quería seguir besándola. Ella cabía perfectamente entre sus brazos, pero necesitaba subir de peso—. No me estás respondiendo.—Me duele... Mucho —
Maksym se fue a encontrar con las personas del Sacerdocio. Asistirían el fin de semana a una recaudación de fondos por obligación. Nadie se metía con nadie y también eran millonarios que se mezclaban con otros. No había problema en convivir y había suficientes guardaespaldas para evitar pequeños problemas.Fabrizio, líder de la mafia italiana, estaba sentado analizando los problemas que tenían sus compañeros. El segundo al mando, Kylian, líder de la mafia irlandesa, Sasha, líder de la mafia rusa, Nikolas, líder de la mafia griega y el que acababa de entrar al bar, era Maksym, el silencioso y rebelde polaco.—Mak tiene de rehén a una mujer —habló Nikolas, ganándose la atención de todos—. Le di una semana para dejarla en libertad. Estoy seguro de que esa chica es inocente.—Es mi territorio y yo decido si ella es peligrosa para mi organización, Nikolas —le respondió, al sentarse frente a todos.—¿Qué te hizo creer que ella es peligrosa? —preguntó Sasha—. ¿Ya ha hecho desastres en la man
Y como por arte de magia, Kassia empezó a aparecer en el radar de Alice y se hicieron amigas en tres días. La hermana de Maksym era su viva imagen, podía matarte sin problemas ni remordimientos, pero te hacía agonizar hasta llevarte a tomar la decisión de que le quitaras la vida. Eso solo sucedía si le sacabas el lado malo a la hermana menor.—Vamos a viajar esta noche a Miami. Los vestidos ya lo elegimos con toda la ropa que te compré ayer —le informó la chica—. ¿Alguna vez viajaste a Estados Unidos, Alice?—Nunca he salido de Europa —admitió—. Mi madre no tenía el dinero suficiente para comprarme un boleto de avión y mi padre aunque lo tuviera jamás me lo hubiese permitido.Kassia la miró mientras hacía sus maletas. Ella sanó muy rápido sus heridas, pero jamás escuchó a Nana o a Jack comentar de que se quejara. Sí, Alice era bonita, pero se parecía a las típicas rubias tontas. No, ella no era así. Solo demasiado inocente del mundo exterior. —Iré a hablar con mi hermano sobre tu p
Alice abrió los ojos de manera abrupta y se sentó en la cama para encontrar a su lado a Kassia. Nada tenía sentido para la rubia. Ni siquiera tuvo una oportunidad contra una amante. ¿Para qué su padre le permitió vivir entonces? Una piedra tenía más valor que la supuesta princesa. —¿Te sientes mejor ahora, Alice? —Kassia la sacó de sus pensamientos—. Estamos solas aquí, tranquila.Alice miró alrededor y se dió cuenta de que estaban en una habitación qué no era la de ella.—Ese Kylian... cuando yo era pequeña...—No puedo defendernos, pero puedes estar segura de que ahora estás a salvo —la interrumpió Kassia—. No pude escuchar el resto de la historia porque vine a ayudarte. Te desmayaste por la impresión y preferí...—¿Ustedes hacen eso? ¿Asesinan por dinero? —No son asesinos a sueldo. Probablemente, el papá de Kylian quería probarlo, pero ninguno en la mafia asesina por un sueldo. O sea, lo hacen por cosas grandes y si ellos ven que es necesario —le explicó, levansentándose del sill
El evento había iniciado y el Sacerdocio no tuvo que hacer demasiado para llamar la atención. Todos eran hombres de negocios y sí, la mayoría quería asociarse en los asuntos legales que ellos manejaban. Por supuesto, se sabía que eran de la mafia, pero nadie esperaba meterse con ellos.La sociedad era corrupta y ellos tenían lo mejor de ambos mundos.El único casado era Fabrizio, pero hicieron acto de presencia los hermanos De Santis, junto a sus respectivas parejas.La Cosa Nostra estaba en casa.—Don, es bueno verlo por estos lados —saludó un hombre, llamando la atención de los mafiosos.—Aysel, Alessandra, Emma y Kassia son las responsables de que nosotros estemos aquí —respondió Fabrizio, haciendo sentir incómodo al anfitrión y obligándolo a irse.—Alessa... —Kassia abrazó a su amiga, ignorando los ojos asesinos de todos—, la maternidad te ha sentado bien.—Dereck quería más, pero ya no podemos —se rieron—. Me han contado lo de Maksym...—Ella viene con Kylian —dijo, con un nudo e
Maksym acariciaba las piernas de Alice con cuidado y mucho anhelo. Estaba cegado por el deseo que sentía por la muchacha. Quería estar dentro de ella, hacerle sentir lo que le pasaba en su interior. Sabía que probablemente era pura calentura del momento, pero algo le decía que ella era de él. Alice era perfecta en muchos sentidos y el mafioso quería corromperla.—Yo... —no la dejó hablar, la alzó y la sentó en su regazo mientras le besaba el cuello y acariciaba su pecho.—Alice... —dijo ronco, al no poder sentir sus senos, ella se rió porque el corsé estaba muy bien puesto gracias a Kassia. Se miraron unos segundos antes de continuar, el corazón de la rubia latió con fuerza y no logró descifrar la mirada que le estaba dando Maksym. Si Alice hubiese tenido experiencia anteriormente, tal vez lo supiera, pero nadie en su vida la había tomado en cuenta. Besos, caricias o miradas. Ella no tuvo nunca nada igual. Se estaba guardando para el amor, pero ese nunca tocó su puerta. Ni siquiera h
A Alice le dolía el pecho. No era una mala persona y había convivido muy poco con Maksym, pero eso no quitaba el dolor que se había instalado ahí y le costaba no pensar en él, siendo golpeado. Iban a tener sexo porque se presentó la oportunidad, pero algo estaba pasando en su interior. Ella no tenía experiencia en nada y todo lo que estuviese ligado a sentimientos o emociones, estaban completamente fuera de su conocimiento. Alice solo conocía el ser dejada o reemplazada por otra persona que verdaderamente fuera importante. —Alice —la voz de Aysel llamó su atención—. Debemos esperar a que esto pase. ¿Quieres salir a la playa?Ella se giró y negó con la cabeza. Vió a Ayla y Kassia que estaban en el auto blindado de Fabrizio. —¿Y la otra rubia? Alessandra... —le preguntó, cambiando de tema.—Con su esposo hablando de cualquier tontería —respondió Aysel—. Alessandra está hablando con Dereck. Ya sabes, cosas de la mafia.Alice asintió, pero seguía sintiéndose mal. El recuerdo de lo que