Capítulo 3

Estar asustado era algo normal en cualquier ser humano que estuviese encerrado y le tuviese miedo a lo desconocido. Ese temor constante de que algo podrías tener o pasarte, está presente en personas con cinco dedos de frente. En el caso de Alice, ella solo quería dormir para evitar el dolor que se había despertado en su cuerpo. Abrió los ojos y pensó que se encontraba sola en esa habitación. Puso la palma de su mano en su frente para notar que tenía un poco de temperatura.

—Puedo tener una infección... —murmuró, rápidamente su cuerpo se tensó y su mente la obligó a estar en emergencia—. ¿Qué enfermedades infecciosas dan fiebre?

Las más catastróficas, por supuesto. Esas eran las mejores para que Alice sintiera que moriría pronto. No era común que alguien fuera así, pero años de encierro y maltratos generaron estrés, ansiedad y depresión en la joven.

—Todas las que tu organismo considere que son infecciosas —la voz de Maksym, la sobresaltó—. ¿Hablaste mi idioma esperando recibir una respuesta por nuestra parte?

—¿Qué? —ella lo estaba buscando, pero la habitación estaba oscura—. No sabía que había alguien aquí. Simplemente, hablé con el idioma que se levantó mi cerebro.

Él la vió sentarse en la cama después de hacer una mueca de dolor. Maksym encendió la lámpara que ella tenía en la mesita de noche y la miró. Ojeras y moretones era esa mujer.

—¿Por qué te dejas golpear tan fácilmente? El ser obediente no siempre te va a salvar de personas que quieran hacerte daño —él se sentó en un sillón, lejos de la cama—. ¿Quieres que hablemos sobre lo que te ocurrió?

—¿Por qué estás aquí?

—Es mi mansión.

—Quiero decir, aquí en la habitación...

Ella apoyó su espalda en el marco de la cama y suspiró aliviada.

—Tenías fiebre y me vi en la obligación de tener que cuidarte. El doctor hizo su trabajo, pero me pidió que te echara un ojo mientras te despertabas.

—No pareces alguien que cuide de otra persona.

—Eres mi enemiga hasta descubra quien eres —ella asintió—. No te cuido, te vigilo.

—Tiene sentido —Alice miró hacia la puerta y no se dió cuenta de que esa respuesta, había cabreado al mafioso.

—¿Te estás burlando de mí? —ella frunció el ceño, pero no lo miró.

—Eres la segunda persona que lo pregunta —miró la habitación y era un lugar acogedor. Extremadamente hermoso. Quiso llorar, pero probablemente eso le traería problemas—. Ninguno de ustedes es divertido...

—¿Qué te divierte entonces? —en ese momento lo miró, y se dió cuenta de que el hombre parecía tener un tatuaje por su cuello—. Puedo sacarte los ojos si me sigues viendo así.

—Es la segunda vez que me lo dices también... —murmuró, pero sintió terror. Ella ya estaba sentenciada a muerte. Que importaba si decía más cosas.

Nadie la salvaría.

—Alice de Finlandia... —se tensó, ante su nombre real—. ¿Quieres decirme quién eres?

—¿Puedo pedir un favor? —él alzó una ceja, pero guardó silencio—. Voy a tomarlo como un sí. Antes de que me quites la vida, ¿qué probabilidades hay de que me dejes conocer Polonia? No pido una semana, tal vez uno o dos días. Vine de muy lejos... —escapando, quiso decir, pero lo omitió—, y solo por una vez me gustaría ver desde que sale el sol hasta que llega la noche sin sentir que el tiempo se agota.

Maksym la observó y había determinación en su mirada. Aunque él ya había decidido dejarla vivir, al parecer ella estaba demasiado débil cuando la nombró dama de compañía de su Nana.

—¿Qué gano yo con dejarte vivir un día? Creo que la primera vez que hablamos dijiste algo sobre la hipotermia y hoy es algo infeccioso. ¿Mañana que vas a inventar?

—Ah, no, es que es verdad. Todo eso probablemente lo tenga y...

—El médico de mi familia te ha revisado. Además de los golpes, eres sana —la interrumpió.

—No soy sana. Tengo una infección que me causa fiebre y probablemente pronto tendré hipotermia y muera. Uno nunca sabe que equivocado puede estar un médico —lo corrigió, mientras lo señalaba—. ¿Me dejarás vivir un día? Solo uno. Prometo no hacer ruido y estar fuera de este lugar. Después volveré y podrás quitarme los ojos o dispararme mientras lloro.

Maksym quiso reírse por semejante loca. Hablaba como si eso fuera algo normal y viendo lo frágil que parecía la rubia, tal vez si tenía algo, pero en su cabeza. Hablaba con calma, pero jugaba con sus dedos nerviosa. No lo miraba demasiado y también parecía que quería salir corriendo.

—Te dejaré hacer lo que quieras —ella sonrió, tenía una bonita sonrisa con dos hoyuelos—. Pero debes decirme los nombres de las personas que te golpearon. No, mínimo dime hace cuánto te los hiciste y por qué te los dejaste hacer.

Un suspiro y los ojos de Alice se llenaron de lágrimas. Maksym hizo una mueca de disgusto, pero no dijo nada.

—Simplemente, finge no haberlos visto —le pidió—. Ya mucho de ellos no duelen y es normal reprender a los hijos que...

—Entonces los golpes viejos son de tu familia —aseguró el hombre con rapidez—. Los nuevos son de gente de mi país. Perfecto. Con eso me basta —se levantó del sillón—. Y no, Alice, no es normal reprender a los hijos a tal punto de tener todo el maldito cuerpo lleno de moretones —habló con frialdad.

—No me conoces y a mi familia tampoco...

—Realmente no me importas y tienes razón, pero tengo una jodida madre y hermana. Fui educado para proteger lo que es mío y a las mujeres no se les toca, al igual que a los niños. No los conozco, pero estás en mi territorio respirando mi puto aire. Mantenerte lejos de mi familia es mi deber, pero tu cuerpo así —la señala—, me resulta desagradable de ver cuando tu piel está manchada de verde y morado.

—No lo entenderías... —lo miró con rabia.

—Y tú al parecer tampoco lo entiendes —se pasó la mano por su cuello—. Ya estás despierta y muy bien. Cuando él médico lo permita podrás ir a conocer Polonia. Te concedo un día fuera de mi vista para que disfrutes la vida.

—¿Luego me la vas a quitar? —lo miró, una lágrima rodó por su bonito rostro, él sonrió, dándole escalofríos—. Ay, por Dios.

—Querías un día más de vida. Así que te estoy ofreciendo tu deseo, Alice —se burló, sin que ella lo notara—. Tendrás libertad desde que el sol se muestre en tu ventana —le señaló a la izquierda—, y en lo que sean las doce de la medianoche, ya debes estar aquí y esperar mi decisión.

—¿Y si decido no volver? —le tuvo que preguntar.

—Más te vale regresar, Alice. Estoy seguro de que Pame no querrá verte morir frente a ella —le advirtió y salió de la habitación.

Alice empezó a llorar por el nombre que sacó el hombre. No podían hacerle eso. Ella iba a regresar, solo fue una pregunta y jamás pensó que la amenazaría con su amada Pame.

—¿Quién es esa? —le preguntó Luke, cuando se encontraron en el pasillo.

—No sé, pero la mencionó mientras estaba en la celda. ¿Qué descubriste de ella? —miró a los hombres en la entrada de la mansión.

—No hay registro de nacimiento o algo que diga que ella es de ese país. Finlandia tiene reyes, pero no habla de herederas y sigo buscando, solo que mis contactos han dicho que Alice no existe —confesó el hombre, cargando su arma.

—Busca a esa Pame. Capaz ella sí sabe quién es Alice —miró a su gente—. Vamos, hoy llegan las armas. Quiero que salga todo perfecto. No necesito errores.

Maksym se giró al sentir la mirada de alguien en su espalda. Alice tenía el rostro rojo y sus ojos llenos de sorpresa. Sabía que ese hombre era malo, pero que tanto lo sería para ella.

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