Estar asustado era algo normal en cualquier ser humano que estuviese encerrado y le tuviese miedo a lo desconocido. Ese temor constante de que algo podrías tener o pasarte, está presente en personas con cinco dedos de frente. En el caso de Alice, ella solo quería dormir para evitar el dolor que se había despertado en su cuerpo. Abrió los ojos y pensó que se encontraba sola en esa habitación. Puso la palma de su mano en su frente para notar que tenía un poco de temperatura.
—Puedo tener una infección... —murmuró, rápidamente su cuerpo se tensó y su mente la obligó a estar en emergencia—. ¿Qué enfermedades infecciosas dan fiebre? Las más catastróficas, por supuesto. Esas eran las mejores para que Alice sintiera que moriría pronto. No era común que alguien fuera así, pero años de encierro y maltratos generaron estrés, ansiedad y depresión en la joven. —Todas las que tu organismo considere que son infecciosas —la voz de Maksym, la sobresaltó—. ¿Hablaste mi idioma esperando recibir una respuesta por nuestra parte? —¿Qué? —ella lo estaba buscando, pero la habitación estaba oscura—. No sabía que había alguien aquí. Simplemente, hablé con el idioma que se levantó mi cerebro. Él la vió sentarse en la cama después de hacer una mueca de dolor. Maksym encendió la lámpara que ella tenía en la mesita de noche y la miró. Ojeras y moretones era esa mujer. —¿Por qué te dejas golpear tan fácilmente? El ser obediente no siempre te va a salvar de personas que quieran hacerte daño —él se sentó en un sillón, lejos de la cama—. ¿Quieres que hablemos sobre lo que te ocurrió? —¿Por qué estás aquí? —Es mi mansión. —Quiero decir, aquí en la habitación... Ella apoyó su espalda en el marco de la cama y suspiró aliviada. —Tenías fiebre y me vi en la obligación de tener que cuidarte. El doctor hizo su trabajo, pero me pidió que te echara un ojo mientras te despertabas. —No pareces alguien que cuide de otra persona. —Eres mi enemiga hasta descubra quien eres —ella asintió—. No te cuido, te vigilo. —Tiene sentido —Alice miró hacia la puerta y no se dió cuenta de que esa respuesta, había cabreado al mafioso. —¿Te estás burlando de mí? —ella frunció el ceño, pero no lo miró. —Eres la segunda persona que lo pregunta —miró la habitación y era un lugar acogedor. Extremadamente hermoso. Quiso llorar, pero probablemente eso le traería problemas—. Ninguno de ustedes es divertido... —¿Qué te divierte entonces? —en ese momento lo miró, y se dió cuenta de que el hombre parecía tener un tatuaje por su cuello—. Puedo sacarte los ojos si me sigues viendo así. —Es la segunda vez que me lo dices también... —murmuró, pero sintió terror. Ella ya estaba sentenciada a muerte. Que importaba si decía más cosas. Nadie la salvaría. —Alice de Finlandia... —se tensó, ante su nombre real—. ¿Quieres decirme quién eres? —¿Puedo pedir un favor? —él alzó una ceja, pero guardó silencio—. Voy a tomarlo como un sí. Antes de que me quites la vida, ¿qué probabilidades hay de que me dejes conocer Polonia? No pido una semana, tal vez uno o dos días. Vine de muy lejos... —escapando, quiso decir, pero lo omitió—, y solo por una vez me gustaría ver desde que sale el sol hasta que llega la noche sin sentir que el tiempo se agota. Maksym la observó y había determinación en su mirada. Aunque él ya había decidido dejarla vivir, al parecer ella estaba demasiado débil cuando la nombró dama de compañía de su Nana. —¿Qué gano yo con dejarte vivir un día? Creo que la primera vez que hablamos dijiste algo sobre la hipotermia y hoy es algo infeccioso. ¿Mañana que vas a inventar? —Ah, no, es que es verdad. Todo eso probablemente lo tenga y... —El médico de mi familia te ha revisado. Además de los golpes, eres sana —la interrumpió. —No soy sana. Tengo una infección que me causa fiebre y probablemente pronto tendré hipotermia y muera. Uno nunca sabe que equivocado puede estar un médico —lo corrigió, mientras lo señalaba—. ¿Me dejarás vivir un día? Solo uno. Prometo no hacer ruido y estar fuera de este lugar. Después volveré y podrás quitarme los ojos o dispararme mientras lloro. Maksym quiso reírse por semejante loca. Hablaba como si eso fuera algo normal y viendo lo frágil que parecía la rubia, tal vez si tenía algo, pero en su cabeza. Hablaba con calma, pero jugaba con sus dedos nerviosa. No lo miraba demasiado y también parecía que quería salir corriendo. —Te dejaré hacer lo que quieras —ella sonrió, tenía una bonita sonrisa con dos hoyuelos—. Pero debes decirme los nombres de las personas que te golpearon. No, mínimo dime hace cuánto te los hiciste y por qué te los dejaste hacer. Un suspiro y los ojos de Alice se llenaron de lágrimas. Maksym hizo una mueca de disgusto, pero no dijo nada. —Simplemente, finge no haberlos visto —le pidió—. Ya mucho de ellos no duelen y es normal reprender a los hijos que... —Entonces los golpes viejos son de tu familia —aseguró el hombre con rapidez—. Los nuevos son de gente de mi país. Perfecto. Con eso me basta —se levantó del sillón—. Y no, Alice, no es normal reprender a los hijos a tal punto de tener todo el maldito cuerpo lleno de moretones —habló con frialdad. —No me conoces y a mi familia tampoco... —Realmente no me importas y tienes razón, pero tengo una jodida madre y hermana. Fui educado para proteger lo que es mío y a las mujeres no se les toca, al igual que a los niños. No los conozco, pero estás en mi territorio respirando mi puto aire. Mantenerte lejos de mi familia es mi deber, pero tu cuerpo así —la señala—, me resulta desagradable de ver cuando tu piel está manchada de verde y morado. —No lo entenderías... —lo miró con rabia. —Y tú al parecer tampoco lo entiendes —se pasó la mano por su cuello—. Ya estás despierta y muy bien. Cuando él médico lo permita podrás ir a conocer Polonia. Te concedo un día fuera de mi vista para que disfrutes la vida. —¿Luego me la vas a quitar? —lo miró, una lágrima rodó por su bonito rostro, él sonrió, dándole escalofríos—. Ay, por Dios. —Querías un día más de vida. Así que te estoy ofreciendo tu deseo, Alice —se burló, sin que ella lo notara—. Tendrás libertad desde que el sol se muestre en tu ventana —le señaló a la izquierda—, y en lo que sean las doce de la medianoche, ya debes estar aquí y esperar mi decisión. —¿Y si decido no volver? —le tuvo que preguntar. —Más te vale regresar, Alice. Estoy seguro de que Pame no querrá verte morir frente a ella —le advirtió y salió de la habitación. Alice empezó a llorar por el nombre que sacó el hombre. No podían hacerle eso. Ella iba a regresar, solo fue una pregunta y jamás pensó que la amenazaría con su amada Pame. —¿Quién es esa? —le preguntó Luke, cuando se encontraron en el pasillo. —No sé, pero la mencionó mientras estaba en la celda. ¿Qué descubriste de ella? —miró a los hombres en la entrada de la mansión. —No hay registro de nacimiento o algo que diga que ella es de ese país. Finlandia tiene reyes, pero no habla de herederas y sigo buscando, solo que mis contactos han dicho que Alice no existe —confesó el hombre, cargando su arma. —Busca a esa Pame. Capaz ella sí sabe quién es Alice —miró a su gente—. Vamos, hoy llegan las armas. Quiero que salga todo perfecto. No necesito errores. Maksym se giró al sentir la mirada de alguien en su espalda. Alice tenía el rostro rojo y sus ojos llenos de sorpresa. Sabía que ese hombre era malo, pero que tanto lo sería para ella.El reloj estaba a favor de Maksym, pero en contra de Alice. El mafioso había recibido el armamento a la hora y en el momento perfecto. Nikolas, líder de la mafia griega y cuarto al mando del Sacerdocio, le había prometido que todo llegaría a su debido tiempo, pero Maksym era terco y desconfiado. Más que todo por los enemigos que tenía, no por su gente. —Normalmente, no te preguntaría, pero tu jodida cara amargada me jode la vida —se quejó Nikolas, al compartir un trago de whisky en celebración por la entrega segura. El mismo bar de siempre, en la ciudad en la que el polaco era dueño, estaba todo custodiado y no porque fueran débiles, simplemente, querían disfrutar un minuto de tranquilidad sin matar a nadie. —Hay una mujer en mi casa —Nikolas levanta la ceja—. Es débil y viene de Finlandia. Nadie sabe de ella y llegó a mi territorio como prostituta. —¿Y te afecta por qué? —No tiene aspecto de prostituta y la han golpeado. Tanto en su país como en el mío —se quejó—. Kassia quiere
Alice iba en la camioneta de Maksym viendo hacia la ventana. La tarde estaba cayendo y las luces en la ciudad se iban encendiendo. Ella admiraba todo y sus ojos brillaban con la luz de afuera. Maksym la observó por unos minutos y sabía que se iba a arrepentir, pero le había prometido dejar que regresara a la mansión al caer la noche. —Sal del auto —su voz gruesa la sobresaltó—. Bájate, Alice —le ordenó. Ya le ardían demasiado los ojos de tanto que los abrió en la plaza hace un rato. —¿Por qué? ¿Me vas a dejar en la calle botada para que un perro con rabia me muerda y muera rabiosa por culpa de ese animal abandonado? —le preguntó, pero todo lo que salió de su boca fue acusaciones. Él se cuestionó al verla. ¿Realmente ella podía tener esos pensamientos? ¿Cómo lograba sacar esas conclusiones con solo él haber dicho tan poco? El rostro de Alice era sereno, pero sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. A Maksym siempre le han cabreado las mujeres como ella. Débiles y frágiles. Ante
Alice había continuado el beso, pero al darse cuenta de que era demasiado intenso para seguirle el ritmo, se alejó y se golpeó la cabeza con la pared. El ruido fue secó y lágrimas se amontonaron en sus ojos. Maksym la miró como se agachó y acarició su cabeza.—¿Estás bien? —le preguntó, imitando su posición.Ella negó con la cabeza y él suspiró para lo que ya sabía que iba a venir. 3... 2... 1...—Debo tener una contusión cerebral. Probablemente, ya se estén formando coágulos en mi cerebro —lo tomó de las manos—. ¡Voy a tener convulsiones! Alice estaba nerviosa porque sintió cosas que jamás imaginó que su cuerpo podía tener. Cosas que ella no había provocado. Sentía su intimidad húmeda y tenía deseos de ser acariciada por el mafioso que tenía enfrente.—¿Te duele mucho, Alice? Déjame revisar y veré si debo llamar al doctor —dijo sin ganas. Quería seguir besándola. Ella cabía perfectamente entre sus brazos, pero necesitaba subir de peso—. No me estás respondiendo.—Me duele... Mucho —
Maksym se fue a encontrar con las personas del Sacerdocio. Asistirían el fin de semana a una recaudación de fondos por obligación. Nadie se metía con nadie y también eran millonarios que se mezclaban con otros. No había problema en convivir y había suficientes guardaespaldas para evitar pequeños problemas.Fabrizio, líder de la mafia italiana, estaba sentado analizando los problemas que tenían sus compañeros. El segundo al mando, Kylian, líder de la mafia irlandesa, Sasha, líder de la mafia rusa, Nikolas, líder de la mafia griega y el que acababa de entrar al bar, era Maksym, el silencioso y rebelde polaco.—Mak tiene de rehén a una mujer —habló Nikolas, ganándose la atención de todos—. Le di una semana para dejarla en libertad. Estoy seguro de que esa chica es inocente.—Es mi territorio y yo decido si ella es peligrosa para mi organización, Nikolas —le respondió, al sentarse frente a todos.—¿Qué te hizo creer que ella es peligrosa? —preguntó Sasha—. ¿Ya ha hecho desastres en la man
Y como por arte de magia, Kassia empezó a aparecer en el radar de Alice y se hicieron amigas en tres días. La hermana de Maksym era su viva imagen, podía matarte sin problemas ni remordimientos, pero te hacía agonizar hasta llevarte a tomar la decisión de que le quitaras la vida. Eso solo sucedía si le sacabas el lado malo a la hermana menor.—Vamos a viajar esta noche a Miami. Los vestidos ya lo elegimos con toda la ropa que te compré ayer —le informó la chica—. ¿Alguna vez viajaste a Estados Unidos, Alice?—Nunca he salido de Europa —admitió—. Mi madre no tenía el dinero suficiente para comprarme un boleto de avión y mi padre aunque lo tuviera jamás me lo hubiese permitido.Kassia la miró mientras hacía sus maletas. Ella sanó muy rápido sus heridas, pero jamás escuchó a Nana o a Jack comentar de que se quejara. Sí, Alice era bonita, pero se parecía a las típicas rubias tontas. No, ella no era así. Solo demasiado inocente del mundo exterior. —Iré a hablar con mi hermano sobre tu p
Alice abrió los ojos de manera abrupta y se sentó en la cama para encontrar a su lado a Kassia. Nada tenía sentido para la rubia. Ni siquiera tuvo una oportunidad contra una amante. ¿Para qué su padre le permitió vivir entonces? Una piedra tenía más valor que la supuesta princesa. —¿Te sientes mejor ahora, Alice? —Kassia la sacó de sus pensamientos—. Estamos solas aquí, tranquila.Alice miró alrededor y se dió cuenta de que estaban en una habitación qué no era la de ella.—Ese Kylian... cuando yo era pequeña...—No puedo defendernos, pero puedes estar segura de que ahora estás a salvo —la interrumpió Kassia—. No pude escuchar el resto de la historia porque vine a ayudarte. Te desmayaste por la impresión y preferí...—¿Ustedes hacen eso? ¿Asesinan por dinero? —No son asesinos a sueldo. Probablemente, el papá de Kylian quería probarlo, pero ninguno en la mafia asesina por un sueldo. O sea, lo hacen por cosas grandes y si ellos ven que es necesario —le explicó, levansentándose del sill
El evento había iniciado y el Sacerdocio no tuvo que hacer demasiado para llamar la atención. Todos eran hombres de negocios y sí, la mayoría quería asociarse en los asuntos legales que ellos manejaban. Por supuesto, se sabía que eran de la mafia, pero nadie esperaba meterse con ellos.La sociedad era corrupta y ellos tenían lo mejor de ambos mundos.El único casado era Fabrizio, pero hicieron acto de presencia los hermanos De Santis, junto a sus respectivas parejas.La Cosa Nostra estaba en casa.—Don, es bueno verlo por estos lados —saludó un hombre, llamando la atención de los mafiosos.—Aysel, Alessandra, Emma y Kassia son las responsables de que nosotros estemos aquí —respondió Fabrizio, haciendo sentir incómodo al anfitrión y obligándolo a irse.—Alessa... —Kassia abrazó a su amiga, ignorando los ojos asesinos de todos—, la maternidad te ha sentado bien.—Dereck quería más, pero ya no podemos —se rieron—. Me han contado lo de Maksym...—Ella viene con Kylian —dijo, con un nudo e
Maksym acariciaba las piernas de Alice con cuidado y mucho anhelo. Estaba cegado por el deseo que sentía por la muchacha. Quería estar dentro de ella, hacerle sentir lo que le pasaba en su interior. Sabía que probablemente era pura calentura del momento, pero algo le decía que ella era de él. Alice era perfecta en muchos sentidos y el mafioso quería corromperla.—Yo... —no la dejó hablar, la alzó y la sentó en su regazo mientras le besaba el cuello y acariciaba su pecho.—Alice... —dijo ronco, al no poder sentir sus senos, ella se rió porque el corsé estaba muy bien puesto gracias a Kassia. Se miraron unos segundos antes de continuar, el corazón de la rubia latió con fuerza y no logró descifrar la mirada que le estaba dando Maksym. Si Alice hubiese tenido experiencia anteriormente, tal vez lo supiera, pero nadie en su vida la había tomado en cuenta. Besos, caricias o miradas. Ella no tuvo nunca nada igual. Se estaba guardando para el amor, pero ese nunca tocó su puerta. Ni siquiera h