Varios meses después...El segundo momento más importante en la vida de Alice y Mak había llegado. La rubia pasó toda la noche con contracciones y el dolor más horrible que en su vida jamás había experimentado. El mejor hospital de Polonia fue tomado por la organización y Aysel, como de costumbre, era la encargada de vigilar los partos de cada una de las chicas. Las contracciones fueron más seguidas y el momento de pujar había llegado. Alice fue llevada a la sala de partos y en compañía de Mak y Aysel, empezó la traída al mundo de Hope. —Vamos, Alice, tú puedes —decía la doctora, animándola a pujar, ella estaba cansada de intentarlo, era tan doloroso ahí abajo.—No puedo... —sollozaba—. Dios, esto duele demasiado. Probablemente, se me salgan las hemorroides con todo el esfuerzo que me encuentro haciendo y después... ¡AAHH! —una contracción la golpeó nuevamente.—Vamos, cariño, puja —Alice obedeció, Mak le daba muchos besos mientras trataba de no quitarle la cabeza a la doctora, para
Norte de Europa. Algunos días antes de irse a Polonia. Alice, era la hija bastarda del rey de su país. La joven al ser la primera en nacer, le correspondía tomar el trono. Solo que a su padre no le parecía que una hija ilegítima, nacida de una sirvienta, tuviera el derecho de gobernar su nación. La iba a casar con un hombre mayor. Incluso los hijos de ese rey eran muchísimo más grandes que Alice. La joven acababa de cumplir 26 años días atrás. Con ayuda de su amada sirvienta, Alice fue planeando día a día el cómo escapar del país. Se aprendió el cambio de guardias, cuando el castillo quedaba sin sirvientes porque se iban a dormir... Todo. Alice estudió tanto, que fácilmente podía hacer una rebelión si tuviera el apoyo de los guardias de seguridad. —Ven conmigo, Pame... —le rogó a su sirvienta—. Si te quedas aquí, probablemente papá... Pamela era ya una señora de unos cincuenta años. La había criado y protegido durante todo este tiempo. De lo único que se arrepentía la seño
Alice no era tonta y sabía que su final estaba cerca. Fue llevada a una celda y miró con admiración el lugar. Nunca había pisado la prisión. Siempre leyó en los libros como era, pero esto era extremo. Sonrió ante la adrenalina que le producía ser rebelde hasta que el frío caló por sus huesos haciéndola temblar. Miró la cama de metal y puso su dedo índice sonriendo al frío.—Ah... Moriré de hipotermia —se acostó, y sintió alivió en los golpes que tenía en su cuerpo—. El frío es mental, el frío es mental...Se repitió muchas veces, pero no aguantó y se levantó.—Definitivamente, el frío no es mental —estudió la celda y miró los manchones rojos que había en la pared—. Mi sangre real también quedará plasmada aquí. Pame, mi rebeldía duró un día y luego me morí. Una princesa digna para que le hagan historia.Maksym veía todo lo que hacía su prisionera por las cámaras de vigilancia. Estaba a solo un paso de ella y estaba cabreado por no entender lo que decía.—Puede estar confesando lo que n
Eran las 9 de la mañana del día 3, del interrogatorio de Alice. Ella ya no recordaba desde que hora de la noche estaba hablando con el mismo hombre. Le repetía incontables veces que no sabía quiénes eran ellos. Sus muñecas no estaban lastimadas, pero sus costillas sí. Aunque Maksym era un bruto, no lastimaba a las mujeres. Pidió que la chica siguiera con los grilletes, pero que tuviera movilidad. Luke miró a su amigo y luego a la cámara de vigilancia. La rubia no era muy alta, estaba bastante delgada y se veía frágil. Sonrió, todo lo contrario a lo que le gustaba a su amigo. Maksym prefería acostarse con putas o con mujeres sin compromiso. Él no podía dar una relación, ya que todas querían el puesto de esposa. —Ella no parece prostituta —Luke intentó hablar con su amigo—. ¿De qué parte de Europa dijiste que era? —Norte —respondió, y siguió mirando la pantalla. Luke asintió y empezó a buscar en su celular que países había allá. Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Estonia, L
Estar asustado era algo normal en cualquier ser humano que estuviese encerrado y le tuviese miedo a lo desconocido. Ese temor constante de que algo podrías tener o pasarte, está presente en personas con cinco dedos de frente. En el caso de Alice, ella solo quería dormir para evitar el dolor que se había despertado en su cuerpo. Abrió los ojos y pensó que se encontraba sola en esa habitación. Puso la palma de su mano en su frente para notar que tenía un poco de temperatura.—Puedo tener una infección... —murmuró, rápidamente su cuerpo se tensó y su mente la obligó a estar en emergencia—. ¿Qué enfermedades infecciosas dan fiebre?Las más catastróficas, por supuesto. Esas eran las mejores para que Alice sintiera que moriría pronto. No era común que alguien fuera así, pero años de encierro y maltratos generaron estrés, ansiedad y depresión en la joven. —Todas las que tu organismo considere que son infecciosas —la voz de Maksym, la sobresaltó—. ¿Hablaste mi idioma esperando recibir una re
El reloj estaba a favor de Maksym, pero en contra de Alice. El mafioso había recibido el armamento a la hora y en el momento perfecto. Nikolas, líder de la mafia griega y cuarto al mando del Sacerdocio, le había prometido que todo llegaría a su debido tiempo, pero Maksym era terco y desconfiado. Más que todo por los enemigos que tenía, no por su gente. —Normalmente, no te preguntaría, pero tu jodida cara amargada me jode la vida —se quejó Nikolas, al compartir un trago de whisky en celebración por la entrega segura. El mismo bar de siempre, en la ciudad en la que el polaco era dueño, estaba todo custodiado y no porque fueran débiles, simplemente, querían disfrutar un minuto de tranquilidad sin matar a nadie. —Hay una mujer en mi casa —Nikolas levanta la ceja—. Es débil y viene de Finlandia. Nadie sabe de ella y llegó a mi territorio como prostituta. —¿Y te afecta por qué? —No tiene aspecto de prostituta y la han golpeado. Tanto en su país como en el mío —se quejó—. Kassia quiere
Alice iba en la camioneta de Maksym viendo hacia la ventana. La tarde estaba cayendo y las luces en la ciudad se iban encendiendo. Ella admiraba todo y sus ojos brillaban con la luz de afuera. Maksym la observó por unos minutos y sabía que se iba a arrepentir, pero le había prometido dejar que regresara a la mansión al caer la noche. —Sal del auto —su voz gruesa la sobresaltó—. Bájate, Alice —le ordenó. Ya le ardían demasiado los ojos de tanto que los abrió en la plaza hace un rato. —¿Por qué? ¿Me vas a dejar en la calle botada para que un perro con rabia me muerda y muera rabiosa por culpa de ese animal abandonado? —le preguntó, pero todo lo que salió de su boca fue acusaciones. Él se cuestionó al verla. ¿Realmente ella podía tener esos pensamientos? ¿Cómo lograba sacar esas conclusiones con solo él haber dicho tan poco? El rostro de Alice era sereno, pero sus ojos estaban llenos de confusión y miedo. A Maksym siempre le han cabreado las mujeres como ella. Débiles y frágiles. Ante
Alice había continuado el beso, pero al darse cuenta de que era demasiado intenso para seguirle el ritmo, se alejó y se golpeó la cabeza con la pared. El ruido fue secó y lágrimas se amontonaron en sus ojos. Maksym la miró como se agachó y acarició su cabeza.—¿Estás bien? —le preguntó, imitando su posición.Ella negó con la cabeza y él suspiró para lo que ya sabía que iba a venir. 3... 2... 1...—Debo tener una contusión cerebral. Probablemente, ya se estén formando coágulos en mi cerebro —lo tomó de las manos—. ¡Voy a tener convulsiones! Alice estaba nerviosa porque sintió cosas que jamás imaginó que su cuerpo podía tener. Cosas que ella no había provocado. Sentía su intimidad húmeda y tenía deseos de ser acariciada por el mafioso que tenía enfrente.—¿Te duele mucho, Alice? Déjame revisar y veré si debo llamar al doctor —dijo sin ganas. Quería seguir besándola. Ella cabía perfectamente entre sus brazos, pero necesitaba subir de peso—. No me estás respondiendo.—Me duele... Mucho —