Capítulo 3. Pareja.

Peter Bennett.

Al escuchar su voz a través de los parlantes, hizo que me congelara en mi puesto, sin poder avanzar. Mi intención nunca fue asistir a la conferencia.

Es más, había desistido de ir, no por el tema en sí, sino que era más relevante mi reunión con el decano Smith, por lo tanto, jamás había esperado estar en el auditorio. Apolo, mi lobo, se agitó dentro de mi cabeza, exigiendo verla.

Necesitaba saber a quién pertenecía la melodiosa voz que hablaba, cuyo discurso estaba lleno sentencias ingeniosas y descubrimientos novedosos.

Dejo hablando solo al decano y me dirijo en piloto automático hacia el auditorio. Me quedo en la puerta, observando a la pequeña figura detrás del podio.

Mi lobo salta en mi cabeza, absolutamente enloquecido gritando, “¡Mate, mate, mate,, mía, mía, mía!” dándome una gran jaqueca.

Nunca me casé, porque siempre creí que encontraría al amor de mi vida, algún día. No creí que, a mis treinta y seis años, la encontraría.

Aunque si me hace peguntarme, ¿Por qué está dando un discurso con los humanos? ¿Trabajará con ellos?”

Rápidamente, le pregunto al decano, “¿Quién es ella?”

El decano la observa, sonríe y dice. “Ella es la Dra. Emma Spencer. Es doctora en educación, especialista en innovación educativa. En los últimos años sus investigaciones se han centrado en la capacidad de los docentes para reinventarse en la entrega de conocimientos a los niños.”

“Trabaja activamente en el ministerio de educación y sus cátedras en la universidad tratan de eso. Debe visitarla en alguna clase, ya que siempre están llenas de alumnos. Es extremadamente popular entre los estudiantes.”

Asiento en silencio, encantado de saber que mi pareja es una eminencia en educación, es decir, será una formidable Luna.

Me quedo en silencio escuchando su discurso. Apolo no deja de mirarla, absolutamente maravillado con ella.

Cuando está a punto de terminar, me muevo hacia la salida para que me reconozca. Mi pulso se acelera con la anticipación de poder estrecharla entre mis brazos.

Termina su discurso y la observo como baja del escenario, usando una falda azul hasta su rodilla, revelando sus piernas tonificadas, sus caderas curvas, su trasero redondo, y una blusa blanca abierta hasta su abundante pecho, haciendo que un suave gruñido se me escape.

Zapatos altos que la estilizan aún más. Su pelo castaño rizado que cae hasta debajo de sus hombros, sus ojos azules, los cuales brillan de la emoción, su nariz perfilada, su tez blanca aterciopelada y sus labios rojos carnosos, los cuales ruegan por ser besados.

Apolo solo quiere reclamarla aquí y ahora.

Uso toda mi fuerza de voluntad existente en mi ser para poder controlar mis impetuosas ganas de abrazarla, y besarla.

La saludo cortésmente, con ganas de estrecharla contra mí, esperando a que me reconozca y poder llevarla a casa, pero ella solo se limita a mirarme y agradecer mi cumplido. ¿Qué está pasando? Me pregunto.

“Peter, ¡no nos reconoce!” dice Apolo, completamente conmocionado.

Luego ella me dice que tiene una hija. Mi mirada se oscurece y me torno homicida. Como es posible que después de esperarla por tanto tiempo, ella tenga una hija, sin mí.

Siento que mi corazón se rompe. “No nos esperó,” dice Apolo, aullando de dolor.

Cuando salimos de nuestro estado de shock, nos damos cuenta de que ella ya no está. “¡Sigue su olor!”

Rápidamente captamos la maravillosa esencia de vainilla y fresas que sobresale de la multitud, la cual se dirige al estacionamiento.

Vemos como se sube a su auto, y me molesta que conduzca un carro tan inseguro. Le golpeo la ventana y veo que está enojada por haberla seguido.

Me pregunta si se me perdió algo y solo tengo tantas ganas de gritarle que ¡tú eres lo que he perdido! Atrevidamente le pregunto si está dispuesta a hacer algo por mí, a lo que ella me responde muy molesta que no está para eso. ¡Diosa! Amo lo fuerte que ella es.

“Deja de molestarla, Peter y pregúntale si está casada.”

Hago lo que me pide y su respuesta me despedaza. Luego se burla de mí, al preguntarle si él es su pareja destinada.

“Peter, ella no sabe de qué estás hablando y no percibo a su loba.”

Frunzo el ceño y le pregunto. “¿Cómo sabes entonces que es nuestra mate?”

“Porque su olor no miente, Peter. Ella es nuestra. Pero es extraño. No percibo su loba, pero no es solo humana. Pregúntale la edad de su hija.”

Hago lo que Apolo me pide, y vemos como nuestra hermosa pareja frunce el ceño y nos corta de inmediato. Como una hembra protectora de su cachorra, la vemos irse a toda velocidad.

“Algo anda terriblemente mal, Peter. No percibo a su loba, pero huele como una y mi intuición me hace pensar que ha sido criada como una humana. Sin su loba, no puede reconocernos como su pareja y ni siquiera entiende a que nos referimos.”

Pienso por un momento y luego le digo, “Tienes razón Apolo. Nuestra hermosa, inteligente y temperamental pareja, es más de lo que pretende ser.”

Con todo eso en mente, llamo a mi beta William por enlace mental. "¿Qué sucede, Peter?”

“William, necesito que hagas una investigación completa sobre la Dra. Emma Spencer, profesora de la universidad de Stanford. Envíame los datos lo antes posible.”

“En seguida.. ¿Algo más?”

“Sí, averigua su número telefónico. Envíalo a mi celular.”

“De inmediato..” Con eso, cierro la conexión.

Me devuelvo hacia mi auto, completamente intrigado por los acontecimientos desarrollados. Mi pareja la cual es absolutamente asombrosa, sin embargo, no sabe quién soy y lo más probable es que no pueda reconocerme.

Llego al auto, me subo a el cuándo el decano me golpea la ventana. ¡Mierda! Resoplo mientras bajo el vidrio. “¿Sucede algo decano?”

“Sí, Sr. Bennett. No pudimos tener nuestra reunión.” ¡Por un demonio! Maldigo en mi cabeza a lo que Apolo responde, “Por un demonio, así es.”

Perdiendo la paciencia, le digo. “Reagendaremos. Espere a que mi asistente se contacte con usted. Que tenga un buen día.” Sin esperar su respuesta, subo el vidrio, enciendo el motor y salgo de ahí. Observo por el retrovisor y veo a mis hombres incorporarse en el trayecto.

Luego de eso un sonido de un mensaje entrante interrumpe mis pensamientos. Enciendo la radio para poder escucharlo. “Peter, el número telefónico de la Dra. Spencer.” Excelente. Me detengo a un costado de la vía y la llamo.

Suena dos veces y me contesta. Sorprendido de escucharla, se lo confieso. Ella no me reconoce. Es completamente irritante todo esto, él saber que es tuya, pero no puedes reclamarla.

Le digo quien soy y solo percibo ira en ella. Esta extremadamente enfadada por haberla llamado sin que ella me diera su número y luego me dice cosas de que solo por ser hombres, somos así. ¿Qué m****a?

Apolo me dice, “algo le ocurrió, Peter. Ella no está bien.”

Tomando en consideración lo que apolo me dice, le pregunto con toda la preocupación del mundo. “¿Se encuentra bien? ¿Hay algo en que la pueda ayudar?”

Y solo con eso, la escucho llorar. No hay nada más desolador que escuchar a tu pareja llorar y no poder ayudarla, consolarla y contenerla.

Pero Apolo está lívido. Quiere ver sangre correr y obtener a toda costa la cabeza del culpable que hizo a nuestra pareja llorar.

Demando que me diga donde está, a lo que se niega. Rápidamente le escribo un mensaje a mi beta para que averigüe la ubicación de su celular. Hace la triangulación y un minuto despues, me envía su ubicación en tiempo real.

Le digo que me espere en la avenida, ya que me encuentro muy cerca de donde está. Y sin más, doy la vuelta y conduzco a toda velocidad a su encuentro.

Cuando llego y abro la puerta, escucho los gemidos de mi pequeña pareja. Me agacho para observar su bello rostro y veo sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar.

Intento contener mi ira y le pregunto, de la forma más contenida que puedo. “¿Qué pasó? ¿Quién fue capaz de hacerle daño?”

Ella se cubre el rostro, avergonzada de que la vea sufrir. Le tomo su barbilla y las chispas me invaden, enviando una deliciosa descarga eléctrica que viaja por todo mi cuerpo.

Ella tiembla ante mi tacto y soy dolorosamente consciente de que puede sentirlas y que no es inmune a mí. Sin pensarlo dos veces, le susurro, “Mate.”

Su rostro muestra confusión y se separa abruptamente de mí, interrogándome.

Apolo me dice, “al parecer, a nuestra pequeña pareja no le gusta mostrarse vulnerable. ¿Será una hembra alfa?”

Vuelvo mi atención hacia Emma, y le digo que la escoltaré a la casa. Ella en un grito histérico me dice que “¡No!”

Apolo me dice, “te apuesto a que la basura de su marido algo le hizo. ¡Hay que buscar a ese hijo de puta y despedazarlo!”

Le digo que me diga entonces donde ir porque no la dejaré sola. Veo como se resigna ante mi petición y se cambia de asiento. Apolo está completamente encantado de que nuestra peleadora pareja, se haya sometido tan hermosamente.

Me pregunta, “¿por qué está aquí?” Y no me queda más remedio que decirle la verdad. “Estoy aquí, Emma, porque soy incapaz de dejarte tranquila.”

Aunque ella me quiera lejos, no puedo. Ella es mía y haré todo lo que está en mi poder para que me escoja y se quede conmigo.

Dado que no me responde decido llevarla a mi casa. Sé que podrá calmarse estando conmigo y aunque no entienda porque le pasan cosas estando cerca de mí, mi pareja necesita a alguien dominante a su lado. Es perfecta para mí. Lo sé.

Cuando le digo donde vamos, se asusta y me dice que aún es una mujer casada.

Apolo me dice. “¿Ves que tengo razón? Ese hijo de puta algo le hizo a nuestra pareja. ¡Hay que despellejarlo vivo!”

Le aseguro a Emma que jamás haría nada que la metiera en problemas. Todo lo contrario, solo quiero que esté segura y bien.

Luego de eso, saca a relucir la feminista que lleva por dentro. Por la diosa, ¿cómo se puede amar a alguien que recién conoces? Intento asegurarle que jamás la engañaré y que puede confiar en mí. Intento que la convicción resuene en mis palabras.

Con la confianza que se está desarrollando en nosotros, me siento con la seguridad necesaria para preguntarle, “¿qué fue lo que te hizo tu marido?”

Se coloca sumamente nerviosa, sin saber cómo decírmelo. Despues de un tiempo me dice que lo acaba de ver cogiéndose a su secretaria.

Sin querer asustarla, un rugido sale de mi pecho, absolutamente cegado por la ira. ¿Por qué los seres humanos son así con sus parejas? ¿Por qué descuidan su vínculo, como si no valiera nada?

Apolo me dice, “porque no han sido tocados por la diosa de la luna.”

Veo como se asusta y se aleja de mí. Vuelvo a mis cabales mientras le digo. “No, no, no te alejes, Emma. Perdón. No quise asustarte. Solo es que no puedo creer que tu marido prefiera a otra mujer que estar contigo. Eres demasiado buena para él.”

Veo como se sonroja completamente ante mis palabras. Que cosilla más bella es.

Me bajo del auto y abro su puerta. Le ofrezco mi mano, con la intención de volver a sentir esas chispas.

Ella acepta que la ayude a bajar y me deleito con las deliciosas chispas que recorren mi cuerpo. Ella me mira con sus ojos muy abiertos y yo no puedo dejar de sonreírle, ya que sé que está sintiendo, lo mismo que yo.

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