Maddison Spencer - Bennett.Me quedé viendo a Alonso con los ojos muy abiertos. Me sequé la mano y rápidamente le quité el teléfono de sus manos.“¿Alice?”“¡Princesa! He intentado comunicarme con usted, pero había sido en vano. ¿Ha visto su calendario?”Fruncí el ceño y me maldigo por haber sido descuidada. Suspiré y le dije: “No lo he visto.”“Debe venir a mi consultorio lo antes posible. Usted sabe que las inyecciones anticonceptivas son muy efectivas, siempre y cuando se hagan en la fecha correspondiente. Ya han pasado tres meses desde la última.”“Lo entiendo totalmente, Alice. Debido a que mi primer cambio fue anoche y por protocolo real, no puedo salir. ¿Puedes venir al palacio? Esto es algo que me preocupa mucho.”“Ningún problema, princesa. Estaré allí al mediodía.”“Muchas gracias, Alice. Nos vemos al mediodía.” —Y sin más, ambas cortamos la comunicación.Alcé la mirada y ahí estaba la de Alonso, esperando algún tipo de explicación. Suspiré y calmadamente dije: “¿Puedo termi
Maddison Spencer – Bennett.Fruncí el ceño, confundida. ¿Qué demonios hacía ella aquí? ¿Quién la invitó? ¿Por qué mamá y Alonso están a la defensiva? ¿Qué estará planeando, ahora?Tengo clarísimo que, si mi tía Wilma está aquí, nada bueno se viene. Aún tengo recuerdos de cuando tenía cinco años y ayudó con mi secuestro. Si bien no recuerdo que haya sido ella la que invadió la cabaña en la que estaba, si recuerdo vívidamente, que fue a mi habitación a verme.Recuerdo, como si fuera ayer, sus palabras… «Jamás permitiré que tú seas la reina, mocosa… No eres nada.»Por lo tanto, nunca he estado feliz de que exista, respire o simplemente esté viva.Me crucé de brazos y dije: “Tía Wilma… ¿Quién te dejó salir del agujero al que llamas hogar?”Abrió mucho los ojos y dijo: “Emma, ¿así es como has criado a esta mocosa insolente? ¿Sin un ápice de respeto por sus mayores?”Sonreí irónica y le dije: “El respeto se gana, Wilma… ¿O acaso no recuerdas lo que me dijiste cuando era una niña y el monstru
Emma Spencer. “Y con eso concluye mi presentación sobre innovación educativa. Muchas gracias a todos por asistir.” Patrick Sheldon, el decano de la universidad dice, “Damas y caballeros, esta fue la presentación magistral de la Dra. Spencer, profesora interina de la universidad de Stanford” Puedo observar como el público se pone de pie aplaudiéndome. Algunos gritan, “¡Bien hecho!” y no puedo evitar sonreír. Me bajo del escenario y me encuentro cara a cara con el principal benefactor de la universidad: Peter Bennett. Es el multimillonario más codiciado del país. Observo al inmenso hombre que está de pie frente a mí. Extremadamente alto, una pared de puro músculo, pelo castaño un poco más largo arriba que en los costados, ojos de color almendra, labios carnosos, mandíbula fuerte y barba recién cortada. Viste un traje negro, hecho a la medida. Atractivo, varonil, el sueño de cualquier mujer, el cual hace que tus bragas se mojen, solo con mirarlo. Con una sonrisa perfecta dibujada
Emma Spencer. Luego de presenciar a ese patético mal nacido que, desgraciadamente, es aún mi marido, cogerse a su secretaria en mi casa, me subí al auto y apreté el acelerador. Sé que no puedo ir a casa de mi madre. Aún no. Necesito procesar todo lo que vi. Maddie no puede verme así. ¡Cielos! Maddie. ¿Cómo justificaré que su papi es un maldito? ¿Qué le diré cuando me pregunte que por qué no volvemos a casa? Puede que solo tenga cinco años y que Alberto no sea el mejor de los padres, pero no se le va ni una. A veces siento que hablar con ella es como hablar con un adulto, en pequeño. ¡Demonios! ¡Estoy conmocionada! y honestamente soy demasiado terca como para llorar. Furia fluye por mis venas, como lava espesa y ardiente. Mientras estoy discutiendo con mi yo interno sobre qué camino tomar, mi celular me arranca de mis pensamientos. Me detengo en la avenida y veo quien llama, y no es otro que ¡Alberto-idiota! Corto la llamada sin ganas de escuchar a ese gusano insignificante. Bloqu
Peter Bennett.Al escuchar su voz a través de los parlantes, hizo que me congelara en mi puesto, sin poder avanzar. Mi intención nunca fue asistir a la conferencia.Es más, había desistido de ir, no por el tema en sí, sino que era más relevante mi reunión con el decano Smith, por lo tanto, jamás había esperado estar en el auditorio. Apolo, mi lobo, se agitó dentro de mi cabeza, exigiendo verla.Necesitaba saber a quién pertenecía la melodiosa voz que hablaba, cuyo discurso estaba lleno sentencias ingeniosas y descubrimientos novedosos.Dejo hablando solo al decano y me dirijo en piloto automático hacia el auditorio. Me quedo en la puerta, observando a la pequeña figura detrás del podio.Mi lobo salta en mi cabeza, absolutamente enloquecido gritando, “¡Mate, mate, mate,, mía, mía, mía!” dándome una gran jaqueca.Nunca me casé, porque siempre creí que encontraría al amor de mi vida, algún día. No creí que, a mis treinta y seis años, la encontraría.Aunque si me hace peguntarme, ¿Por qué
Emma Spencer.Un rugido sale de su enorme pecho y sin pensarlo me asusto de escucharlo y me alejo de él. Peter, al darse cuenta de que me asustó se disculpa diciendo que soy muy buena para él.Por supuesto que sé que soy muy buena para Alberto y justamente es eso lo que me enoja. Que el muy mal nacido haya sido capaz de engañarme, ¡a mí!Creí que sabía lo que hacía cuando decidí escogerlo como mi marido, creí que sería un buen padre para Maddie, pero no. Me equivoqué y por dios, como odio equivocarme.En el papel, era el hombre indicado, pero en la realidad, no podía ser más opuesto. Suspiro, absolutamente derrotada, mientras no puedo evitar sonrojarme de que un hombre extraño sea capaz de verme.Se baja del auto y me ofrece su mano, la cual acepto. Y ahí están de nuevo: las chispas. Abro mucho los ojos mirándolo, mientras él solo se limita a sonreírme.¿Qué es esto? ¿Por qué este hombre me provoca estas sensaciones, las cuales jamás he sentido con otro hombre? ¿Por qué siento como si
Emma Spencer. Veo como Peter frunce el ceño a lo que le dije y sin pensarlo me pregunta, “¿matrimonio por conveniencia? ¿A qué te refieres? ¿tus padres te obligaron?” Siento como mi corazón comienza a latir fuertemente ante su interrogatorio. Rápidamente le digo, “mis padres no tuvieron nada que ver con mi decisión, es más, ellos estaban en contra. Nunca les agradó Alberto, pero yo soy demasiado testaruda como para cambiar de opinión. La decisión pasó por lo que creí que me convenía más.” “Perdóname querida, pero sigo sin entender.” Suspiro y digo, “Verás, yo deseaba una familia propia. Siempre sentí que algo me hacía falta, siempre me sentí como un pedazo roto. Ese sentimiento dejé de sentirlo cuando nació Maddie. Ni siquiera cuando me casé. Fue ella la que trajo la paz y esa sensación de pertenencia que tanto busqué.” Veo que me va a preguntar algo cuando somos interrumpidos por el sonido de mi celular. Lo saco de mi bolsillo y veo que es mi madre. “Perdóname, Peter, pero debo
Emma Spencer.Peter se gira violentamente hacia mí, me toma de los hombros contra la pared y grita, “¿Por qué puedo oler a mi hija ahí dentro?”Abro mucho los ojos, respirando agitadamente sin saber cómo responder a eso. “¿Tu hija? ¿De qué demonios estás hablando, Peter? Es solo Maddie que está ahí dentro. ¡Déjame ir!”“Entonces ella es mi hija, Emma. ¡Puedo olerla! ¡Es mi sangre la que recorre sus venas!”“¿A qué te refieres con que puedes olerla? No somos animales, Peter. ¿Qué rayos te pasa? Si sigues gritando de ese modo, asustarás a todos ahí dentro, incluyendo a Maddie.”Observo como intenta calmarse mientras me dice, “ella no es hija de Alberto, Emma. ¿Cómo la concebiste? ¿Cómo te embarazaste?”“¿Cómo sabes que no es su hija?”“¡Responde la pregunta, joder!”Siento como si un poder invisible me azotara, obligándome a responder con la verdad. Respiro entrecortado, intentando soportar el dolor que conlleva, mientras el sudor se asoma por mi frente.Le digo, “por inseminación artif