Maddison Spencer – Bennett.Por un segundo sentí que estaba muerta. Un dolor agudo invadió todo mi cuerpo, mientras que un sonido punzante abatía mis oídos.Intenté reincorporarme, con gran dificultad, mientras veía que Alonso trataba de decirme algo. Podía observar que sus labios se movían, pero no escuchaba nada. Eso me desorientó por completo.Abrí y cerré muchas veces los ojos, con la esperanza de que mi orientación volviera, pero fue en vano. Dado que no pude reaccionar, Alonso me tomó en sus brazos y me cargó hacia otro lugar.Miré a mi alrededor y todos corrían por doquier, mientras nos invadía una gran cortina densa de polvo y escombros. Lo que hace unos minutos era la inauguración de un nuevo orfanato, se convirtió en una escena de una película de guerra.De repente, el sonido volvió.“¡Maddison! Por favor pequeña, ¿me escuchas?” —gritaba Alonso, totalmente desesperado.Puse una mano en su hombro y en un susurro solo dije: “Sí, te escucho.”“¡Oh, gracias Diosa!” —Sonrió mientr
Punto de vista en tercera persona.Dos semanas después…“¡Damas y caballeros! Les damos la más cordial bienvenida a esta transmisión en vivo desde los jardines reales…” —Se escuchaba hablar a la promesa del espectáculo Thomas Coleman, en su transmisión en vivo, mientras el personal del palacio veía la televisión desde la cocina real.Lo cierto es que después de la explosión, se dio a conocer la información del torneo y la familia real, por primera vez en semanas, pudo tener un respiro del escrutinio público. La idea obtuvo mejor aceptación de la que jamás creyeron posible.Desde ese día, los tres principales aquelarres de la sociedad de hechiceros se reunieron para conjurar el cofre celestial, de modo de sellar su magia y que no pudiera ser contaminada ni alterada por nadie. Les tomó una semana entera poder hacerlo. Luego, los alfas se presentaron.Uno a uno, desfilaron por los jardines de palacio, dejando su nombre en el cofre celestial, con la esperanza oculta de ser escogidos. Cada
Maddison Spencer – Bennett.El día había llegado. Aquel que llevaban semanas planeando y que debía salir perfecto. Este era el día en el que conocería a los 20 candidatos seleccionados por el cofre celestial.Sentí que mi corazón se hundió en mi pecho cuando no leí el nombre de Sokaris en el listado. Mamá me había dicho que, en sus sueños, él estaba disputando el trono, acompañándome. Entonces no lo entiendo. ¿Dónde carajos, está?Suspiré, sentada en mi cama, aún envuelta en la toalla, acariciando inconscientemente mi muñeca. Me la llevé a la boca y sutilmente soplé.Las luces tintinearon y la voz ronca y aterciopelada de Sokaris, invadió mis sentidos diciendo: “Creí que ya no me querías, Suicune… han pasado muchos días sin que me llamaras.”Miles de mariposas batieron sus alas en mi estómago al escuchar su voz y un escalofrío me recorrió la espalda.“¿Sabes lo que está pasando aquí, Sokaris?” —le pregunté sin perder el tiempo. Necesitaba entender por qué su nombre no estaba en el cof
Emma Spencer. “Y con eso concluye mi presentación sobre innovación educativa. Muchas gracias a todos por asistir.” Patrick Sheldon, el decano de la universidad dice, “Damas y caballeros, esta fue la presentación magistral de la Dra. Spencer, profesora interina de la universidad de Stanford” Puedo observar como el público se pone de pie aplaudiéndome. Algunos gritan, “¡Bien hecho!” y no puedo evitar sonreír. Me bajo del escenario y me encuentro cara a cara con el principal benefactor de la universidad: Peter Bennett. Es el multimillonario más codiciado del país. Observo al inmenso hombre que está de pie frente a mí. Extremadamente alto, una pared de puro músculo, pelo castaño un poco más largo arriba que en los costados, ojos de color almendra, labios carnosos, mandíbula fuerte y barba recién cortada. Viste un traje negro, hecho a la medida. Atractivo, varonil, el sueño de cualquier mujer, el cual hace que tus bragas se mojen, solo con mirarlo. Con una sonrisa perfecta dibujada
Emma Spencer. Luego de presenciar a ese patético mal nacido que, desgraciadamente, es aún mi marido, cogerse a su secretaria en mi casa, me subí al auto y apreté el acelerador. Sé que no puedo ir a casa de mi madre. Aún no. Necesito procesar todo lo que vi. Maddie no puede verme así. ¡Cielos! Maddie. ¿Cómo justificaré que su papi es un maldito? ¿Qué le diré cuando me pregunte que por qué no volvemos a casa? Puede que solo tenga cinco años y que Alberto no sea el mejor de los padres, pero no se le va ni una. A veces siento que hablar con ella es como hablar con un adulto, en pequeño. ¡Demonios! ¡Estoy conmocionada! y honestamente soy demasiado terca como para llorar. Furia fluye por mis venas, como lava espesa y ardiente. Mientras estoy discutiendo con mi yo interno sobre qué camino tomar, mi celular me arranca de mis pensamientos. Me detengo en la avenida y veo quien llama, y no es otro que ¡Alberto-idiota! Corto la llamada sin ganas de escuchar a ese gusano insignificante. Bloqu
Peter Bennett.Al escuchar su voz a través de los parlantes, hizo que me congelara en mi puesto, sin poder avanzar. Mi intención nunca fue asistir a la conferencia.Es más, había desistido de ir, no por el tema en sí, sino que era más relevante mi reunión con el decano Smith, por lo tanto, jamás había esperado estar en el auditorio. Apolo, mi lobo, se agitó dentro de mi cabeza, exigiendo verla.Necesitaba saber a quién pertenecía la melodiosa voz que hablaba, cuyo discurso estaba lleno sentencias ingeniosas y descubrimientos novedosos.Dejo hablando solo al decano y me dirijo en piloto automático hacia el auditorio. Me quedo en la puerta, observando a la pequeña figura detrás del podio.Mi lobo salta en mi cabeza, absolutamente enloquecido gritando, “¡Mate, mate, mate,, mía, mía, mía!” dándome una gran jaqueca.Nunca me casé, porque siempre creí que encontraría al amor de mi vida, algún día. No creí que, a mis treinta y seis años, la encontraría.Aunque si me hace peguntarme, ¿Por qué
Emma Spencer.Un rugido sale de su enorme pecho y sin pensarlo me asusto de escucharlo y me alejo de él. Peter, al darse cuenta de que me asustó se disculpa diciendo que soy muy buena para él.Por supuesto que sé que soy muy buena para Alberto y justamente es eso lo que me enoja. Que el muy mal nacido haya sido capaz de engañarme, ¡a mí!Creí que sabía lo que hacía cuando decidí escogerlo como mi marido, creí que sería un buen padre para Maddie, pero no. Me equivoqué y por dios, como odio equivocarme.En el papel, era el hombre indicado, pero en la realidad, no podía ser más opuesto. Suspiro, absolutamente derrotada, mientras no puedo evitar sonrojarme de que un hombre extraño sea capaz de verme.Se baja del auto y me ofrece su mano, la cual acepto. Y ahí están de nuevo: las chispas. Abro mucho los ojos mirándolo, mientras él solo se limita a sonreírme.¿Qué es esto? ¿Por qué este hombre me provoca estas sensaciones, las cuales jamás he sentido con otro hombre? ¿Por qué siento como si
Emma Spencer. Veo como Peter frunce el ceño a lo que le dije y sin pensarlo me pregunta, “¿matrimonio por conveniencia? ¿A qué te refieres? ¿tus padres te obligaron?” Siento como mi corazón comienza a latir fuertemente ante su interrogatorio. Rápidamente le digo, “mis padres no tuvieron nada que ver con mi decisión, es más, ellos estaban en contra. Nunca les agradó Alberto, pero yo soy demasiado testaruda como para cambiar de opinión. La decisión pasó por lo que creí que me convenía más.” “Perdóname querida, pero sigo sin entender.” Suspiro y digo, “Verás, yo deseaba una familia propia. Siempre sentí que algo me hacía falta, siempre me sentí como un pedazo roto. Ese sentimiento dejé de sentirlo cuando nació Maddie. Ni siquiera cuando me casé. Fue ella la que trajo la paz y esa sensación de pertenencia que tanto busqué.” Veo que me va a preguntar algo cuando somos interrumpidos por el sonido de mi celular. Lo saco de mi bolsillo y veo que es mi madre. “Perdóname, Peter, pero debo