Capítulo 6. Maddie.

Emma Spencer.

Peter se gira violentamente hacia mí, me toma de los hombros contra la pared y grita, “¿Por qué puedo oler a mi hija ahí dentro?”

Abro mucho los ojos, respirando agitadamente sin saber cómo responder a eso. “¿Tu hija? ¿De qué demonios estás hablando, Peter? Es solo Maddie que está ahí dentro. ¡Déjame ir!”

“Entonces ella es mi hija, Emma. ¡Puedo olerla! ¡Es mi sangre la que recorre sus venas!”

“¿A qué te refieres con que puedes olerla? No somos animales, Peter. ¿Qué rayos te pasa? Si sigues gritando de ese modo, asustarás a todos ahí dentro, incluyendo a Maddie.”

Observo como intenta calmarse mientras me dice, “ella no es hija de Alberto, Emma. ¿Cómo la concebiste? ¿Cómo te embarazaste?”

“¿Cómo sabes que no es su hija?”

“¡Responde la pregunta, joder!”

Siento como si un poder invisible me azotara, obligándome a responder con la verdad. Respiro entrecortado, intentando soportar el dolor que conlleva, mientras el sudor se asoma por mi frente.

Le digo, “por inseminación artificial.” Su agarre se suelta y ese poder invisible que siento, se suaviza, dejándome respirar normal. Jadeo por el aire que desesperadamente necesito, tocando mi garganta.

“¿Inseminación artificial? ¿Dónde?”

Jadeando, le digo. “¿Por qué quieres saber?”

“Emma, por favor contéstame! ¡Necesito saber!”

Suspiro, derrotada y le digo, “Clínica de fertilidad AltaMira.”

Veo como sus ojos se abren mucho y coloca una mano sobre su frente. Sus ojos brillan y veo como las lágrimas recorren su rostro, descolocándome. “¿Por qué lloras? ¿Qué es lo que pasa, Peter? ¡Háblame!”

“Ella sí es mi hija, Emma. Seis años atrás fui a esa clínica para que estudiaran mi esperma, ya que quería convertirme en padre y con treinta años, no había ocurrido. Nadie supo cómo, ni por qué, pero la muestra se perdió. Hubo una investigación, pero nunca supimos que fue lo que pasó.”

Me quedo absolutamente sin palabras. Cubro mi boca con una mano, mientras intento procesar lo que me dice.

Se seca las lágrimas y me dice en un susurro, “yo sé que es mía, Emma. Si quieres, podemos hacer una prueba de ADN, pero yo sé que es mi hija.”

Frunzo el ceño y me siento posesiva. “¡No te la llevarás, Peter! No permitiré que me la quites.”

Él me mira extrañado, mientras me dice “¿Qué? Jamás te separaría de ella, Emma. No, lo que yo quiero es que tomemos a nuestra hija y la llevemos a mi casa. Se quedarán conmigo y eso es definitivo, Emma. No aceptaré que sea de otra forma.”

Respiro entrecortado con mil preguntas rondando en mi cabeza hasta que nuestra conversación se ve interrumpida por una dulce voz, que proviene desde la puerta.

“¿Mami? ¿Eres tú, mami?”

Obligo una sonrisa en mi rostro, mientras le digo, “Si, nena, es mamá.”

“¡Mami! ¡Te extrañe mucho, mami!”

“Y yo a ti bebé.”

La tomo en brazos colocando mi nariz en su cuello, oliéndola. ¡Dios! Amo su olor. Acaricio suavemente su espalda, cuando de repente deja de abrazarme, se gira y veo como huele el aire, al igual que lo hizo Peter cuando llegamos a la casa y me dice, “Mami, ¿mi papi está aquí?”

Abro mucho los ojos y le digo, “¿Tu papi Alberto?”

“Mami, Alberto no es mi papi. Nunca lo ha sido.” Voy a replicar cuando Peter nos interrumpe diciendo, “Hola, calabacita.”

Ella lo mira y sus ojos brillan de asombro. “Wow, ¡Tú si eres mi papi! ¿Dónde estabas? Te extrañe mucho papi. Le pedí mucho a la diosa para que te trajera de vuelta, papi.”

Yo me quedo sin palabras. ¿Qué demonios significa todo esto? ¿Cómo es posible que ambos se reconozcan como padre e hija sin una prueba? ¿Diosa? ¡Qué es todo esto! Veo como las lágrimas de Peter recorren su rostro y le ofrece sus brazos para abrazarla.

Ella salta, sin pensarlo a sus brazos mientras lo abraza besando su cara. Maddie, jamás abrazó o besó a Alberto. Desde que era muy pequeña, huía de él.

“Sí, ¡eres tú papi! ¡Eres tú! La Diosa me dijo que fuera paciente, me dijo que podría reunirme con mi familia. Y recé, oré mucho para que volvieras, papi.”

Peter, me levanta una ceja mirándome, le pregunta a Maddie, “¿La Diosa de la Luna? ¿Te habló en tus sueños, nena?”

“¡Sí! ¡Lo hizo! ¿Cómo lo sabes?”

“Porque tu abuela Charlotte, también podía hablar con la diosa de la luna en sueños, nena.” Luego de eso, lo abraza con más fuerza que antes.

Al ver la imagen, lo único que hago es llorar con ellos. Peter no deja de acariciar su cabeza y besarle su frente y Maddie le regala su sonrisa hermosa.

Él me mira y me ofrece uno de sus brazos. Sin pensarlo, los abrazo fuertemente a ambos. Peter me susurra, “gracias, querida, gracias. Me acabas de regalar una familia.”

Sin ocultar mi desconcierto le digo, “Peter, no entiendo nada. ¿Qué está pasando? ¿Qué significa todo esto?”

“No te preocupes querida. Ya lo entenderás todo. Te lo prometo.”

“¡Aleja tus sucias garras de mi familia, maldito!”

El sonido de la voz de Alberto hace que mi sangre se congele y el miedo me recorre el cuerpo, conteniendo la respiración.

Peter, al notar el cambio en mi cuerpo, me abraza con más fuerza. Lo mira fríamente y le dice, “Jamás fueron tuyas, Alberto. Ellas siempre han sido mías. Ahora, aléjate de esta casa, sino quieres que mis hombres te saquen a patadas.”

Alberto se ríe sarcásticamente mientras dice, “¿Hombres? ¿Quién te crees que eres? Apuesto a que eres una basura al igual que Emma. Dime, ¿Hace cuanto que te la estás cogiendo?”

“Hey…” Es lo que alcanzo a decir, cuando Peter ruge de tal forma que es escuchado por todos. Un segundo más tarde, una docena de hombres salen de los alrededores y tiran al suelo a Alberto.

“Llévenselo de aquí. Ustedes saben qué hacer.”

“En seguida, Sr. Bennett.”

Los ojos de Alberto se abren y dice, “¿Sr. Bennett? ¿Tú eres el señor Bennett? Perdóneme, por favor, Sr. Bennett, no quise insultarlo.”

“Guarda silencio, Alberto. Sáquenlo de aquí.” Veo como Alberto grita clemencia, pero nadie lo escucha. Es lanzado dentro de una camioneta y ésta se marcha a toda velocidad.

Luego de eso, escucho como mis padres salen corriendo desde dentro de la casa, mirando como la camioneta sale a toda velocidad, mientras dicen, “¿Qué demonios ha pasado? ¿Ese era Alberto?”

El agarre de Peter sobre mi hombro se tensa, sus ojos vuelven a colocarse negros y escucho como Maddie le susurra, “Papi, yo sé que ellos, no son mis abuelos.”

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