Prefacio

Atenas-Grecia.

Ocho años atrás...

Nikolas era un hombre cruel, terco y llevarle la contraria te traía los peores problemas en tu vida. El griego se casó por órdenes de su padre. Una alianza para un clan que estaba por derrumbarse, pero tenía mucho prestigio. Aunque Nikolas nunca necesito eso, solo que en su momento, su padre lo obligó. El resto, el mafioso se lo había ganado a pulso y los unió a su organización. Con los años aprendió a amar a Daphne y jamás se arrepintió de eso.

Daphne Karagiannis, una hermosa rubia que con mucho esfuerzo se robó el corazón del griego. Algo que para todos podría ser imposible, ella lo logró con sudor y lágrimas. Ella era una mujer noble con ciertas personas, pero muy cruel cuando se trataba de imponerse. Nikolas no tenía problemas, al final de cuentas, ambos habían nacido en la mafia.

—Selene, deberías dejar de teñir tu cabello. Ser rubia no es malo —le decía Nikolas, mientras la veía en el baño arreglándose—. ¿A dónde y con quien vas a salir?

—Daphne me consiguió una cita —dijo, mirándolo al espejo—. Tendré una cita a ciegas.

La expresión de Nikolas se endureció. No quería que Selene saliera con nadie. Ella había sido dada a la mafia y le pertenecía. Él le encontraría un candidato. Solo que no había tenido el tiempo para hacerlo.

—¿Y por qué aceptaste? Tenías que consultarme a mi primero, Selene.

—Ella es tu esposa y tiene la misma autoridad que tú. No voy a ser desleal a mi mejor amiga —respondió y vió a Daphne entrar al baño. Selene le sonrió, solo que su amabilidad no fue devuelta honestamente.

—Cariño, ¿qué haces en la habitación de Selene? —le dió un beso en la boca. La pelinegra no lo demostraba, pero siempre le dolía que lo hiciera.

Selene era rubia de nacimiento y un día Daphne le pidió que tiñera su cabello, ya que a Nikolas le encantaban las mujeres rubias. Lo más extraño era que se lo había prohibido nada más a ella. Supuestamente, Daphne quería ser la única así.

—¿Por qué le conseguiste una cita a ciegas? ¿Se te olvida que Selene pertenece a la mafia también? Yo soy quien va a decidir cuando ella puede salir y cuando no, Daphne.

—¡Nikolas, ella ya está en edad! ¿Acaso no te das cuenta de que está encerrada aquí sin poder hacer nada? Prácticamente es una inútil que solo cocina rico. Mi mejor amiga necesita abrir las alas. La tienes desde que ella tiene diez años y ya tiene veintidós —la señaló—. Selene no pertenece a la mafia. Fue vendida a esta familia.

Selene quería llorar, siempre consideró a Daphne su mejor amiga, pero a veces era muy cruel con sus palabras hacia ella. Daphne tenía una hermana que se llamaba Karen, y si se lo proponían, ambas podían humillarla a la perfección.

Solo que Karen amaba a Nikolas y estaba esperando el momento en que el griego la viera a ella.

—Solo es una cita, Nikolas. Volveré...

—¡Y me importa una m****a! ¡He dicho que no vas y en esta m*****a casa te quedas encerrada hasta que decida que es lo mejor para ti! —le gritó, miró a Daphne con furia—. De Selene no vuelves a hablar así. Ella tiene libertad limitada. Aquí se queda hasta que yo quiera y te adaptas.

Daphne empezó a llorar y a gritarle un sin fin de impropios. Selene no podía estar más que feliz de que la defendiera, pero tampoco lo podía demostrar.

—¿Acaso te gusta ella? ¡Soy tu esposa! ¿Cómo me vas a decir esa clase de cosas si supuestamente me amas?

—Te dije que Selene es como mi hermana menor y no puedo dejar que le pase algo —y eso derrumbó toda esperanza que podría tener con él.

—Ay, amor, deja que nosotras salgamos —lo abrazó. Mágicamente todo ya estaba bien con ella. Selene bajó la mirada y sí, ya Daphne no lloraba. Estaba feliz de escuchar lo mismo de siempre. 

Nikolas sabía dejar muy clara la línea entre los dos. La pelinegra se levantó y se miró en el espejo una vez más. Se veía hermosa con su pantalón pegado blanco, tacones grises y camisa del mismo color. Su larga melena estaba recogida en una cola alta. Un poco de perfume y listo. 

Era una mujer deslumbrante.

Selene era esbelta, pero tenía unas curvas muy sensuales. Todo parecía quedarle bien. Tenía labios gruesos y pestañas largas. Ojos color grises y cuando estaba bajo el sol, parecían verdes, su tez era blanca y parecía tan frágil ante la vista de Nikolas. El griego se tensó al verla. Ella no podía salir así. No le importaba su vestimenta, pero no quería verla con otro.

—Si la sigues viendo de esa manera voy a pensar que te gusta —la voz de Daphne lo sacó de su ensoñación—. Voy a ir con ella, así que no tienes de qué preocuparte —lo besó apasionadamente, otra vez.

Selene los dejó solos y decidió que iria a un bar si lograba perderlos de vista. Tenía años viendo esa misma escena. Estaba feliz en irse a estudiar nuevamente al extranjero y sabía que Daphne la había envíado allá porque no la quería en casa.

☆☆☆

Ambas mujeres fueron a una cafetería después de la cita. Todo ese día había sido un completo fracaso. Selene no tenía a nadie de su familia y Kassia vivía lejos para intentar ser más amigas. Solo Daphne estaba cerca.

—¿Te puedo pedir un favor de mejor amiga a mejor amiga? —Selene le sonrió—. Hay momentos en los que me siento celosa de la relación y conexión que hay entre Niko y tú. Está más obsesionado con saber de ti que de mí y eso muchas veces es frustrante. Yo te considero mi amiga y me alegra saber que él te quiere de manera fraternal —recalcó la última palabra, pero vió que Selene no se inmutó—. Quiero que te mantengas alejada de Nikolas. Te pido de corazón que no lo vuelvas a ver y que jamás lo ames, Selene. Tú siempre lo has tenido y yo tuve que escalar mucho para lograr tenerlo. Si él me deja no tengo manera de recuperarlo, pero siento que si tú desapareces, a él se le cae el mundo.

Los ojos de Daphne estaban llenos de preocupación y angustia. Selene la tomó de las manos y con un nudo en la garganta, le respondió.

—No tienes nada de qué preocuparte, ¿vale? Nikolas se muere por ti. Acabas de decir que tenemos ese amor fraternal nada más y no es necesario hacerle tanto cerebro a las cosas.

—Prometelo, Selene —insistió—. Nunca puedes decirle que lo amas. No me lo quites. Lo convencí para que puedas irte de Grecia y así estudiar lo que desees. Te he pagado miles de cursos y estudios por los próximos cuatro años. No tienes que volver nunca. ¿Puedes hacerme ese favor? Yo sé que no lo amas y para Nikolas es imposible amar a alguien más que a mí, pero tienes que hacerme ese favor y tampoco puedes decirle sobre esto. Las mejores amigas siempre quieren lo mejor para la otra. ¿O no quieres que sea feliz con él?

—Te lo prometo —la mirada de emoción de Daphne, se clavó para siempre en su memoria. Al parecer, no había una relación de amistad sincera.

Selene se enamoró de Nikolas por su manera tan linda de tratarla. Ella era su mayor tesoro, pero cuando Daphne apareció, el griego cambió. No era más amoroso y lo entendía. Ya no podían ser esos amigos de antes.

—Volvamos a casa —ambas salieron de la cafetería con rumbo a los autos.

Selene iba metida en sus pensamientos cuando una persona la apuñala y Daphne comienza a gritar como loca. La pelinegra ve el puñal en su estómago y la sonrisa del hombre se ensancha. Comienzan a disparar y las dos mujeres como pueden se esconden entre los autos. Daphne ve como Nikolas viene llegando y le entrega su abrigo a Selene.

—Póntelo y cubre tu herida. No demuestres que te duele. Nikolas nos enseñó en la mafia que no debemos demostrar debilidad a nuestros enemigos —mintió. Selene se puso el abrigo—. Por favor, no permitas que Nikolas te vuelva a tocar. Si me pasa algo, cumple las promesas que has hecho conmigo hoy...

Selene estaba terriblemente adolorida y pálida, pero asintió. Era una jovencita enamorada y no quería causar más angustias en la pareja. Selene siempre se culpó por las discusiones que ellos tenían.

—Vamos con Nikolas... —balbuceó.

—Selene, por favor...

—Te lo prometo, Daphne. Prometo no tocarlo, mirarlo, hablarle, tratarlo, acercarme y estar en Grecia. Mientras yo viva, voy a mantener mi promesa contigo —miró hacia el auto en donde se bajaba Nikolas.

—¿No amarlo? —pero eso, no se lo prometió.

El mafioso por instinto y sin darse cuenta, iba directamente hacia Selene. Todos se dieron cuenta y por más que Daphne reprimiera a la chica, el problema era él que no se daba cuenta de lo que hacía. Daphne tomó una decisión egoísta que le dañaría la vida a los dos.

Ese día había tenido la intención de matar a Selene. Sacarla del camino porque no soportaba ver como su marido le prestaba más atención a ella. Decía amarla, pero estaba obsesionado con Selene. Daphne al inicio quiso a la griega, solo que con los años se fue llenando de odio al ver la relación que ellos tenían. Todos en la mansión amaban a Selene y a ella le temían, pero eso no importaba.

Ella era la señora de Vasileiou... hasta que aparecía Selene y estropeaba todo.

—¡Amor! —gritó, llamando su atención. Los enemigos habían sido controlados, pero quedaban dos, y cada uno tomó a las mujeres.

—Si te doy a elegir entre esa y esta —le apuntaba con un arma en la cabeza a Selene—, ¿a quién salvas?

—Suéltalas... —le advirtió.

—Di un nombre o mira a una de ellas —se burló, el que tenía a Daphne.

Nikolas miró a Selene fugazmente y fijó los ojos en su esposa. La sonrisa de Daphne no pasó desapercibida y cuando Selene cayó desmayada, el hombre le disparó en la cabeza a la rubia. Nikolas le disparó al hombre y fue corriendo hacia su mujer.

—No... no... no... ¡NO! —gritó, abrazándola, ella había perdido la vida frente a sus ojos. Nikolas lloraba como un niño pequeño. Del bolsillo de Daphne salió una prueba de embarazo que decía positivo.

Había perdido a su esposa y a su hijo.

La acunaba y gritaba a todos para que lo ayudaran, pero los guardaespaldas de Nikolas socorrieron a Selene, al verla herida.

—No le digan nada... llévenme al hospital —les pidió con dolor, miró a Daphne en el suelo llena de sangre y los chicos la ayudaron a ir hacia ellos—. Nikolas...

—La mataron, Selene. A ella y a mi hijo... —dijo, casi en agonía—. Debí prestarle más atención... debí estar más con ella... —se lamentaba el griego.

—Lo siento mucho, Nikolas —ella lloraba también, se tambaleó, y recordó que estaba herida—. Voy a... —guardó silencio al ver que sobraba.

—Nunca la pude amar como ella quería... tampoco debió venir aquí contigo...

La culpa se instaló en Selene.

—Pero la amaste sinceramente —respondió y se alejó.

Selene cumplió su promesa. Jamás volvió a estar en el radar del griego. Ella apagó sus emociones y desde ese día empezó su huida de él. Ella vió cuando eligió a Daphne y se reprendía porque era obvio que lo haría. 

Selene sabía que cualquier mujer estaba permitida para el mafioso. Todas menos ella.

Nikolas nunca la vería como una mujer o algo más que a una hermana. Se odió por tener esos pensamientos en ese momento, pero entre el dolor de la puñalada y verlo llorar por su esposa, la habían acabado.

Daphne estaría viva si ella no la hubiese acompañado.

Deseó tener la bala en la cabeza y así evitarle un dolor a Nikolas y ella... hubiese matado su amor por él.

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