Capítulo 2

Selene tenía un año viviendo en Alemania con su esposo. Los chicos no podía entrar a ese país por órdenes de la emperatriz, pero ellos sí podían vivir cómodamente porque no pertenecían al Sacerdocio. Selene vivía en unos de los apartamentos más altos de Berlín. Era una de las mejores zonas y la buena movida para los ricos.

Selene y Gabriel no se llevaban mal. Él estaba enamorado de ella y aunque el castaño sabía que no era para nada mutuo, eso no le impidió amarla mucho más. La chica terminó su relación con el piloto unos días antes del matrimonio arreglado y no supo más de él. Su carrera como chef estaba estancada y sus ganas de seguir corriendo también. La vida le había cambiado por completo a la griega. Ella no se imaginaba vivir así hasta que Gabriel deseará terminarlo todo.

¿Algo que le causaba dolor a Selene? Es que no importaba lo que ella hiciera, para Gabriel, todo estaría bien. 

—¿En serio quieres ir a ese crucero? Aquí lo tienes todo y hay más diversión —comentó su esposo, entrando a la habitación.

—Tengo un año sin compartir con alguien, Gabriel. Me la paso siendo ama de casa y atendiendo las solicitudes tuyas como si fuera una secretaria. Quiero estar con mis amigos —dijo, abriendo la maleta—. Tengo una cantidad de ropa innecesaria y ni siquiera le doy uso —murmuró, y empezó a guardar los trajes de baños y conjuntos playeros.

Gabriel se sintió culpable, pero es que así era la vida de las mujeres de su clan. Eran esposas trofeo que se veían cada mes, pero Selene era mucho ambiente para ellas. La inscribió en tenis y le daba dinero mensual. Uno que tampoco usaba porque todo se lo pagaba él. Selene a veces le cocinaba, hacia una comida increíble, pero él tampoco quería que ella viviera metida en la cocina y contrató un personal para que lo hiciera.

Gabriel la tenía como una reina, pero al parecer, para ella no era suficiente. Él ya no sabía que más darle para que lo mirara con amor. El sexo era una agonía para los dos. Lo habían hecho tres veces como mucho en un año, pero es que después de hacerlo, Selene terminaba llorando o adolorida. Gabriel era muy tosco a la hora del sexo y aunque sabía que ella no lo disfrutaba, lo intentaban cada tres meses.

—Compartes con la gente de mi clan, Selene. Eres muy buena y te adoran. Las chicas...

—Son huecas, Gabriel. No tengo temas de conversación con ninguna. Cada vez que me veo con ellas me aburro y aquí no hago nada. Trabajo en un albergue porque es a lo único que me dejas ir —lo miró—. ¿En dónde está tu maleta? Quiero que vayamos con la ropa combinada —le guiñó un ojo.

Y por esas pequeñas cosas, él se enamoró de ella. Lamentablemente, el corazón de Selene estaba en Grecia. Empezaron a combinar la vestimenta y la chica se dió cuenta de que solo tenían dos prendas iguales.

—¿Todas tus camisas son rojas? Ay, Gabriel —negó con la cabeza—. Debes intentar cambiar el color.

—Hace unos dos o tres meses recibí una solicitud de trabajo para ti —ella asintió, pero siguió metiendo la ropa en ambas maletas—. Pedían una chef internacional... te pedían a ti para ser chef personal en una casa con mucha gente.

—¿En serio? —frunció el ceño, pero no lo miró.

—Es para la mafia griega —el corazón le dió un latido con fuerza al escucharlo hablar, pero no lo demostró—. Quieren que seas la chef personal de Nikolas y cocines para algunos orfanatos en donde él suele ir algunas veces.

—Vaya. ¿Y cuánto dinero me ofrecieron? —quiso minimizar los nervios que tenía, miró a su esposo mientras guardaba un par de calcetines.

—Debías ir a la entrevista para hacerte la oferta laboral. La solicitud de trabajo caduca el mes que viene. La semana pasada te vi tan feliz en Rusia compartiendo con tus amigos y siendo tan tú, que tomé el trabajo para ti. Dos de mis hombres te acompañarán a Grecia y se quedarán contigo mientras estés allá. No confío en la pareja de Nikolas.

—No sabía que tenía pareja —dijo con sinceridad, era la primera vez que Gabriel le notaba interés en el hombre—. Las chicas no han hablado de una nueva integrante al círculo.

—Pues se presenta como la novia... aunque todos hemos visto como la trata y sabemos que sería imposible, pero quien sabe.

Selene sintió algo pesado en su pecho. Sabía que llegaría el día en el que Nikolas volviera a tener a alguien, pero no esperaba que fuera tan pronto y mucho menos Karen.

☆☆☆

Todos los chicos y sus esposas estarían en el crucero por el Caribe con Selene y Gabriel. Ocho días en el mar recorriendo algunos países. Salieron desde Miami, luego irían a Jamaica, Islas Caiman, Mexico y Las Bahamas. Las parejas gastaron unos 10 mil dólares por ese pequeño viaje para compartir. Las habitaciones eran preciosas y estaban cerca unos de los otros.

Selene había decidido dar un paseo sola para ver como era el barco. Desde que Gabriel le comentó sobre el pedido de Nikolas, nunca volvió a salir de su mente. Cada uno llegó por su cuenta, así que no sabía si estaba con Karen en el crucero. El mar era completamente relajante y era la primera vez que estaba en algo tan impresionante. No había tenido la oportunidad de hablar con las chicas, pero esperaba verlas en la cena después de que atendieran a sus esposos.

Ella también debería, solo que las cosas con Gabriel no eran así.

—¿Qué te tiene tan pensativa? —suspiró al escuchar a Nikolas. Realmente él no le hacía ningún bien y ahora estaba atrapada ocho días en su mismo espacio—. ¿Serás sincera y me dirás por qué te desagrado tanto? Aunque esperaría a que me dijeras por qué huyes de mí...

Miró de reojos que se había puesto cerca de ella, pero no tanto. Echó un vistazo hacia el interior y no vió a nadie. Estaban en el salón de bufetes.

—Antes eras más habladora y nos llevábamos bien. ¿Qué pasó? De un día para el otro empezaste a huir de mí y no me dejaste acercar más.

—Karen se va a molestar si te ve conmigo —fue lo único que dijo, Nikolas sonrío, pero le dolió su indiferencia.

—¿Qué demonios te pasa conmigo, Selene? —la acorraló—. ¿Te gusta que sea rudo contigo? ¿Quieres que te trate jodidamente mal para que me mires y me logres decir que te hice?

—Trátame mal si te da la gana... las cosas entre nosotros no van a cambiar —intentó alejarse—. Suéltame, Nikolas.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de tu esposo? Él no es nadie comparado conmigo...

—Es lo suficientemente hombre para darme mi puesto —lo interrumpió.

—Pues te está enviando a la boca de lobo, cariño —pasó su nariz sobre la de ella—. Por favor... háblame, dime que fue lo que hice mal...

—¿Me creerías si te digo algo sobre Daphne? —lo miró esperanzada.

—Ella fue mala con todos, pero contigo no. Me lo dijo mientras lloraba, Selene —y la esperanza se fue por el drenaje.

—Siempre te manipuló con esas lágrimas de cocodrilo —suspiró y apartó la mirada—. ¿Puedes soltarme? 

—Puedo creer que Karen fue mala contigo, pero no ella.

—Ya suéltame... —dijo con un nudo en la garganta.

—Selene... —Nikolas puso sus manos en las mejillas de la chica—, ¿qué hice mal? Yo siempre estuve para ti y tú simplemente empezaste a escapar. ¿Por qué cambiaste tanto conmigo?

—Porque Daphne me lo prohibió. 

El dolor en los ojos de Nikolas fue fugaz y ella logró verlo. Por eso él se apartó de su lado.

—Está bien que no me lo quieras decir, pero no manches la memoria de alguien que te amaba y era tu mejor amiga —le pidió.

—Entonces ya no tengo nada que decir por qué esa es mi verdad —y se fue.

Nikolas vió al cielo que estaba tan azul y el sol brillaba de una manera preciosa.

—Ni siquiera pude decirte que te veías preciosa con ese vestido turquesa, Selene —dijo Nikolas a la nada.

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