XX
ORUS
La casa estaba en tan mal estado que el agua entraba y remojaba la paja, y debajo de ésta había tanto lodo que se pegaba a los pies. Habían regresado al mismo y hediondo lugar luego de acercarse a las murallas y ver que el rastrillo estaba abajo y los guardias custodiaban esa parte de la ciudad. Claro que aquellas esperanzas y alegrías, que llegaron como un balde de agua que cubrió sus cuerpos por completo luego de lograr salir de las mazmorras, desaparecieron como esa agua metafórica que se secaría de sus cuerpos tarde o temprano.
El olor ahí adentro era insoportable, nauseabundo, malsano, y más que eso era asqueroso. El cuerpo de la mamá de Mirel llevaba ya varios días en estado de descomposición, y
XXI CrisdelNo tenía fuerzas para avanzar, pero tampoco para rendirse. Y se alegró por encontrarse justo en ese lugar. Se dio cuenta de que la vida sonreía en algunas ocasiones, pero de igual manera otorgaba sufrimiento, y no quedaba otra opción más que observar mientras se es pasajero de ésta.La voz de su madre retumbaba continuamente dentro de su cabeza. Quería salir, como aquellos ladrones que eran encerrados dentro de enormes barriles de hierro con una hoguera debajo. Eran cocinados a fuego lento mientras el metal se calentaba y la piel comenzaba a pegarse a las paredes del barril. Crisdel llegó a ser testigo de estas torturas, y aunque anhelaba el fin de su sufrimiento, nunca deseó morir de aquella manera. La vida debe ser agradable y la mu
Edgar H. S. Rhosdel II III BHELDRIKEl bullicio de la ciudad atormentaba cada rincón dentro del castillo, robaba la tranquilidad que tanto anhelaba. Cada eco que creaban sus pasos en el enorme salón lo arrullaba de cierta manera, aunque las campanas a lo lejos y los gritos del exterior atormentaban una mente ya atormentada.Las sillas estaban vacías, el salón entero había caído en un silencio espectral después de la reunión del Consejo de la Ciudad. Se encaminó sobre la alfombra esmeralda hasta la enorme pI Garslok
II Arkelia
III Bheldrik
IV
V
VI BELDEROKAllá a lo lejos, las antorchas parecían atraerle con una gran intensidad, el aire caliente comenzó a ser más denso conforme acortaba distancias hacia la Ciudad de Edorel. Incluso le llegó un aroma a mierda conforme las murallas devoraban la oscuridad para alzarse como feroces e inertes sombras inquebrantables. Un delgado y llamativo olor a mierda que le provocó náuseas.Los caminos abajo eran casi devorados en su mayoría por la brusquedad de la neblina. Re