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03. Capítulo: "La Gala Benéfica"

La mujer sintió un nudo en la garganta al ver a Arthur parado delante de ellos, con una copa de champagne en la mano y una sonrisa burlona en su rostro.

—No esperaba verte aquí, Arthur —expresó forzada.

—Pues claro que no, yo tampoco pensaba encontrar a mi exesposa esta noche. ¿Quién lo diría, no?

Veronika se removió incómoda, no quería tener que pasar por esta situación y menos intercambiar palabras con el hombre que le había roto el corazón.

—Arthur, deberías alejarte —escupió.

—Solo quería pasar a saludarte y ver cómo estás, Veronika. ¿Necesitas algo de mí? —preguntó con tono sarcástico.

—No, gracias. Todo está bien, y no creo que haya alguna necesidad de que estemos en contacto.

Sebastian la rodeó con un brazo en un gesto protector.

—Es hora de que regresemos, Veronika. Arthur, espero verte por aquí pronto. —Se despidió con una sonrisa falsa.

Pero antes de que pudieran irse, Arthur volvió a hablar.

—No ha pasado ni siquiera un mes, pero ya andas colgada del brazo de un hombre, encima de él —señaló —. ¿Ya te has revolcado con ella, Sebastian? En ese caso, sí que no pierdes tiempo, eh —apuntó y la mujer se incineró a más no poder.

Sebastian también se enfadó, tuvo ganas de propinarle golpes sin parar a ese tipo, sin embargo, se quería evitar un embrollo mayor, algún escándalo negativo que lo pusiera sobre los tabloides, por eso lo dejó pasar y protegió a la mujer, al irse con ella.

Veronika se sintió aliviada cuando finalmente lograron alejarse de Arthur.

—Gracias por protegerme, Sebastian —emitió, estaba a punto de ponerse a llorar —. No tenía idea de que estaría aquí, él es tan... No sé cómo decirlo, pero lo odio. Se ha hecho una mala imagen de mí ahora...

Estaban lejos del ojo público y de cualquier persona que pudiera tomarles una foto. Allí, en el estacionamiento subterráneo.

El sostuvo su rostro con cariño.

—Él no supo valorar a la gran mujer que tiene a su lado, no es tu culpa, Veronika. Siento no decirte que Arthur estaba en la lista, de hecho, las invitaciones se enviaron hace dos meses, no recordé que se le invitó también.

—No pasa nada. Sé que no será la primera vez que me lo encuentre —se encogió de hombros y sorbió por la nariz.

Él le tendió su pañuelo.

Lo tomó avergonzada.

—Gracias por lo de hoy, vamos, te llevaré a casa —resolvió.

Durante el trayecto en el auto, estuvo más callada.

—Tengo una hija.

—¿Qué? —frenó en seco y se volvió a mirarla.

—Supuse que no sabías que Arthur tiene una hija, lo entiendo, y debí ser más inteligente. Mi exmarido no habla de su familia.

—No digo que eso sea malo. Debí suponerlo. ¿Será ella un inconveniente para que hagas lo que te pedí?

—Seré tu novia de todos modos, no habrá inconveniente. Sídney solo tiene cinco años, además, seremos cautos con toda esta farsa —agregó.

—Sídney —repitió el hombre teniendo un ligero recuerdo de su hermano —. Es un bonito nombre.

***

Veronika llegó a su casa exhausta después de la inesperada aparición de Arthur en la fiesta. Agradeció a la niñera por su trabajo y se despidió de ella antes de entrar a la habitación de su hija.

—Linda, ¿ya comiste? —quiso saber mientras le daba un rodeo efusivo.

—Sí, Lali me ha preparado una ensalada con pollo y estaba deliciosa —comentó con una sonrisa gigantesca.

—Pues me alegro, mucho, venga. Es hora de dormir.

Con cariño la besó en la frente y la dejó en su cama. Salió de la habitación y se dirigió a la suya, sintiéndose aliviada por haber superado el incidente con Arthur, pero a su vez, confundida por la noche que había tenido.

Se tumbó en la cama y cerró los ojos, tratando de ordenar sus pensamientos. Había aceptado ser la novia falsa de Sebastian por dinero y para recuperarse de su inestabilidad, pero no se había imaginado que se encontraría con Arthur en la fiesta.

¡Justo esa noche!

Recordó los buenos momentos que habían pasado juntos, pero también los malos, y se preguntó si había tomado la decisión correcta al divorciarse de él. Pero no podía cambiar el pasado, solo podía seguir adelante y hacer lo mejor para ella y su hija.

Suspiró y se acomodó en la cama, entonces el hombre de ojos celestes vino a su cabeza.

—Sebastian...

***

El aludido, por su parte, se apoyó en la pared, observando la ciudad nocturna desde las amplias cristaleras de su piso de lujo. La vista siempre le impresionaba, pero esa noche no podía evitar pensar en Veronika.

Había algo en ella que lo hizo sentir diferente cuando estuvieron cerca. Era atractiva, sí, pero también era inteligente y decidida.

Y ahora que accedió a ser su novia "de mentira", se veía tentado a averiguar que tan bien podrían ir las cosas entre ellos.

Igual era una mujer soltera.

Expiró y sacudió la cabeza al darse cuenta de lo que pensaba.

Esa noche, la había visto lidiar con el regreso inesperado de su exmarido, Arthur, y había manejado la situación con calma y madurez. Eso lo había dejado aún más intrigado acerca de ella.

Finalmente, se alejó de las cristaleras y se dirigió a su habitación. Sabía que no podría seguir pensando en ella toda la noche, pero no pudo evitar preguntarse si alguna vez podría conocer a Veronika realmente, más allá de su acuerdo contractual.

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