La Niñera del Magnate
La Niñera del Magnate
Por: DarknessYFS
Prólogo

Mi cabeza se ladeó al ver al pequeño niño mirando los tramos de libros como si estuviera realmente interesado.

Pero realmente lo estaba. Parecía estar concentrado en los títulos y al dar una rápida mirada a los alrededores me percaté de que estaba solo, pues la librería permanecía vacía además de él.

Dando un suave suspiro salí de detrás del mostrador y comencé a caminar hacia el pequeño de cabello negro y ojos muy azules y bonitos.

En cuanto me detuve junto a él posó su atención en mí y me recorrió con su mirada como si estuviera analizándome.

—¿En qué puedo ayudarte? —le ofrecí con una sonrisa, pero no pareció importarle mucho mi amabilidad.

—No creo que sepas del libro que estoy buscando.

Una de mis cejas se enarcó en su dirección.

—No solo te digo cuanto cuesta el libro y te devuelvo el cambio. También limpio todos estos tramos y leo cada uno de los libros en ellos. Orgullosamente te puedo decir que me he leído los dos primeros tramos y ahí hay unos quinientos libros. Me faltan los de este lado —le señalé —pero incluso me he leído unos cuantos de por ahí.

—¿Cuánto tiempo tienes trabajando aquí? —cuestionó esta vez sorprendido.

—Tres años, pero casi no viene nadie, porque son libros antiguos, por lo que me la paso leyendo más que nada.

El pequeño dejó de lado la mirada severa y me dio una pequeña sonrisa.

—¿A ti te gusta leer? —él asintió varias veces.

—Mi madre me hizo amar la lectura —admitió.

Y me cuestioné cuantos años podría tener. Era un poco alto y parecía muy inteligente, por lo que le eché unos nueve años. Pero no me quedaría con la curiosidad.

—¿Cuántos años tienes, cariño?

—Siete —contestó sonriendo un poco más amplio —sí, vas a decirme que me veo de más edad, ya lo sé. Culpa a mi padre por eso, soy una copia de él.

Pero sus últimas palabras no parecieron ser soltadas con mucha emoción.

—¿Y dónde están tus padres ahora? ¿Estás solo aquí? —él negó.

—El chofer me espera afuera. Mi padre está trabajando y mi madre me abandonó justo después de enseñarme a leer.

Boquee sin saber que cojones decirle al pequeño que me observaba con ojos brillantes y emocionados.

—Ahora que sé que eres una lectora habitual, necesito que me recomiendes cinco libros de tu elección y que no te importen mis años de vida, ya me leí libros poco adecuados para mi edad —mis cejas se levantaron con sorpresa y me cuestioné cuales libros había leído.

Sintiéndome particularmente emocionada por influir en la cultura literaria de un niño, me moví a través de la librería con él siguiéndome.

Tomé de un tramo El retrato de Darian Gray, Le gusto a la loca, Alicia en el país de las maravillas y de paso Alicia a través del espejo y, por último, Cuentos de los hermanos Grimm.

Una vez con los libros en mis manos me di la vuelta y él trató de leer los títulos al reverso, pero no pudo.

Emocionada como una colegiada me acerqué al mostrador y los pasé uno por uno y los metí en una bolsa de papel marrón antes de tendérsela.

Él me pasó una tarjeta de color negro y no pude evitar sorprenderme.

—No son libros para niños por más que creas que Alicia en el país de las maravillas lo es. Si vuelvo a verte espero que puedas decirme que entendiste y lo que me digas dejará en claro que tanta atención prestaste y que tan sabio eres a tu corta edad.

—Me ha lanzado un reto señorita.

No pude evitar sonreír ante la forma tan formal en la que me habló.

—Lo es y antes de irte ¿me dirías tu nombre? —él asintió.

—Soy Clay ¿y usted?

—Vania.

Una vez le devolví su tarjeta y su factura me dio un asentimiento y lo vi salir de la librería con paso ligero y un poco más relajado que como cuando había entrado.

Luego de ese día vi a Clay una vez por semana para hablar de los libros que había podido leer y venderle otros. Desarrollé ciertos sentimientos por el pequeño. Apreciaba su inteligencia, su amabilidad y su buena educación, pero también sentí una enorme necesidad de protegerlo al notar que siempre estaba solo cuando iba a la librería.

Pero al final tuve que despedirme de él en una tarde lluviosa de un viernes cuando tuve que dejar el trabajo por la nueva vida que comenzaba a vivir.

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