Capitulo 2

—Respira —me pidió Lilian —él puede ser muy arrogante y mandón, pero es un buen jefe, lo prometo. Solo no te pongas como te pones cuando alguien te cae mal.

Mi ceja se enarcó y Lilian me señaló con su mano advirtiéndome claramente que no se me ocurriera cagarla.

Tres días después de mi llegada a su hogar, estaba frente al edificio en el que ella trabajaba. Me había dicho que su jefe había pedido entrevistarme él mismo, pero que siempre lo hacía con las niñeras de su hijo, por lo que no era extraño.

Lilian trabajaba en la última planta con una asistente, una administradora y el señor Clinton Colton.

Ella había sido su secretaria durante mucho tiempo, por lo que conocía relativamente bien al hombre ante el que me presentaría.

Una vez estuve lista mentalmente ingresamos en el edificio y concordé conmigo misma que parecía otra ejecutiva más.

Llevaba una falda negra tipo lápiz hasta mi rodilla, una blusa negra por dentro y una chaqueta que combinada con todo el outfit más unos tacones bajos de color negro que repiqueteaban con cada paso que daba.

Mi cabello estaba recogido en un moño y no me había colocado maquillaje, por lo que me sentía lo suficientemente confiada.

Una vez las puertas del ascensor se cerraron, Lilian presionó el último piso y mientras ascendía ninguna de las dos dijo nada permitiendo que los nervios me comieran viva.

En cuanto las puertas se abrieron ambas salimos y ella se adelantó hasta una puerta de cristal ahumado y tocó un par de veces antes de inclinar su cabeza dentro.

Tuvo una conversación que no pude escuchar y luego salió para hacerse a un lado y dejarme pasar.

—Ya sabes, controla tu bocota, Vania.

Rodé los ojos ante su advertencia y me encaminé dentro de la sofisticada oficina que guardaba en su interior al hombre más hermoso que haya visto en la puta vida.

Mis ojos se abrieron como platos y me pregunté por qué la desgraciada de Lilian no me había dicho que su jefe parecía sacado de una revista.

Con los labios entreabiertos me acerqué hasta estar frente a su escritorio y en medio de ambas sillas frente a él.

—Buenos días —saludé amablemente y él asintió reparando mi presencia.

—Buenos días, señorita Cooper. Puede tomar asiento.

Ante su ofrecimiento me senté en una de la sillas y crucé mis piernas mientras su mirada fría repasaba lo que suponía era mi currículo.

—Eres niñera desde los quince —su mirada se levantó hacia mí y una de sus cejas se enarcó —pero no tienes ninguna preparación para serlo.

—Cuidé de mis sobrinos desde que tenía edad suficiente para hacerlo, luego comencé a trabajar en ello cuidando a los niños del vecindario y ayudándolos con sus tareas y lo que necesitaran mientras estaban conmigo. Toda mi vida he cuidado niños.

—Todas las niñeras que han enviado sus hojas de vida han tenido preparaciones rigurosas que le dan la capacidad de ocupar el puesto —su poca consideración con mi experiencia me estaba incomodando.

—¿Sí? Pues no ha parecido servirles de mucho ¿Cuántas lleva en este mes? Cinco si mi información es correcta.

La sonrisa que apareció en sus labios me hizo considerar si había estado bien contestarle, porque ciertamente no era una sonrisa amable.

—Además, si no le gustaban mis recomendaciones y mi experiencia, fácilmente se hubiese ahorrado el hacerme venir aquí.

Esta vez rio y negó lentamente mientras hacía a un lado los papeles.

—Eres grosera —dejó muy en claro —y no quiero que mi hijo aprenda a ser grosero más de lo que ya es. Es incontrolable, molesto, gruñón. Todo lo que un niño no debería ser, por lo que será un reto y si me lo pregunta no creo que dure más de dos días.

Oh, me había lanzado un reto. Yo amaba los jodidos retos.

—Hacer suposiciones no es algo que me esperara de usted, pero bueno, así como me ha sorprendido usted, estoy segura de que lo sorprenderé yo.

—Y osada también, la lista de cosas negativas está aumentando, señorita Cooper.

—Y aun así me va a contratar.

Él se dejó caer en su silla y llevó una de sus manos hacia su barbilla para acariciarla mientras sonreía.

—¿Qué le hace creer eso?

—Es un hombre ocupado, no estaría perdiendo el tiempo conmigo aquí sino fuera a hacerlo.

—Bien, eso es correcto.

Contuve la sonrisa que estuvo a punto de escapar de mis labios y me concentré en escuchar lo que tenía para decir.

—Trabajará veinticuatro horas al día siempre y cuando mi hijo la necesite, vivirá, comerá y cenará en mi casa. Tendrá su propia habitación y si lo desea tendrás los fines de semanas libres, si se queda en la casa se le pagarán como si estuviera de servicio, pero puede elegir permanecer en su ala de la casa y no ser molestada para sus días de descanso ¿correcto? —asentí.

Él me observó atentamente y luego se incorporó en su asiento para sentarse derecho.

—Si un fin de semana la necesito se lo diré con antelación y debe tener disponibilidad para viajar, pues si tengo que salir del país, mi hijo vendrá conmigo —asentí nuevamente —una lista con las actividades de mi hijo le serán enviadas a su IPad Él tiene cocineras, pero si es necesario debe darle sus meriendas. Es rebelde, grosero, mal hablado y otras cosas más de las que se dará cuenta.

—He tratado con niños muy malos, no se preocupe.

—El problema de mi hijo es su insubordinación. Piensa demasiado y eso quiere decir que te atacará como si de un adulto se tratara usando un vocabulario sofisticado y haciéndote quedar como estúpido. Será mejor que no le demuestre debilidad o acabará con usted.

—Bien.

—Eso es todo, señorita, Cooper. Por ahora solo firmará un contrato que podrá deshacerse durante el primer mes natural, pero si sigue trabajando para mí después de un mes un nuevo contrato será efectuado. Puede leerlo y luego firmarlo.

Y claro, como yo lo que quería era asegurar el trabajo me incliné y tomé un lapicera de su escritorio para firmar sin molestarme en leer.

—Listo ¿Cuándo empiezo?

—Tendrá que esperarme aquí en el edificio mientras termino mis deberes, a la hora del almuerzo iremos a casa ya que el chofer lo llevará después de recogerlo del colegio y podré presentarlos a ambos ¿correcto? —asentí segura.

—Perfecto.

—Entonces eso es todo, señorita Vania.

Y mi nombre saliendo de sus labios me hizo fruncir el ceño ante la electrificante sensación.

Sacudiendo mi cabeza me puse de pie y salí de su oficina extendiendo una sonrisa enorme en mi rostro.

Ya tenía empleo.

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