—Respira —me pidió Lilian —él puede ser muy arrogante y mandón, pero es un buen jefe, lo prometo. Solo no te pongas como te pones cuando alguien te cae mal.
Mi ceja se enarcó y Lilian me señaló con su mano advirtiéndome claramente que no se me ocurriera cagarla.
Tres días después de mi llegada a su hogar, estaba frente al edificio en el que ella trabajaba. Me había dicho que su jefe había pedido entrevistarme él mismo, pero que siempre lo hacía con las niñeras de su hijo, por lo que no era extraño.
Lilian trabajaba en la última planta con una asistente, una administradora y el señor Clinton Colton.
Ella había sido su secretaria durante mucho tiempo, por lo que conocía relativamente bien al hombre ante el que me presentaría.
Una vez estuve lista mentalmente ingresamos en el edificio y concordé conmigo misma que parecía otra ejecutiva más.
Llevaba una falda negra tipo lápiz hasta mi rodilla, una blusa negra por dentro y una chaqueta que combinada con todo el outfit más unos tacones bajos de color negro que repiqueteaban con cada paso que daba.
Mi cabello estaba recogido en un moño y no me había colocado maquillaje, por lo que me sentía lo suficientemente confiada.
Una vez las puertas del ascensor se cerraron, Lilian presionó el último piso y mientras ascendía ninguna de las dos dijo nada permitiendo que los nervios me comieran viva.
En cuanto las puertas se abrieron ambas salimos y ella se adelantó hasta una puerta de cristal ahumado y tocó un par de veces antes de inclinar su cabeza dentro.
Tuvo una conversación que no pude escuchar y luego salió para hacerse a un lado y dejarme pasar.
—Ya sabes, controla tu bocota, Vania.
Rodé los ojos ante su advertencia y me encaminé dentro de la sofisticada oficina que guardaba en su interior al hombre más hermoso que haya visto en la puta vida.
Mis ojos se abrieron como platos y me pregunté por qué la desgraciada de Lilian no me había dicho que su jefe parecía sacado de una revista.
Con los labios entreabiertos me acerqué hasta estar frente a su escritorio y en medio de ambas sillas frente a él.
—Buenos días —saludé amablemente y él asintió reparando mi presencia.
—Buenos días, señorita Cooper. Puede tomar asiento.
Ante su ofrecimiento me senté en una de la sillas y crucé mis piernas mientras su mirada fría repasaba lo que suponía era mi currículo.
—Eres niñera desde los quince —su mirada se levantó hacia mí y una de sus cejas se enarcó —pero no tienes ninguna preparación para serlo.
—Cuidé de mis sobrinos desde que tenía edad suficiente para hacerlo, luego comencé a trabajar en ello cuidando a los niños del vecindario y ayudándolos con sus tareas y lo que necesitaran mientras estaban conmigo. Toda mi vida he cuidado niños.
—Todas las niñeras que han enviado sus hojas de vida han tenido preparaciones rigurosas que le dan la capacidad de ocupar el puesto —su poca consideración con mi experiencia me estaba incomodando.
—¿Sí? Pues no ha parecido servirles de mucho ¿Cuántas lleva en este mes? Cinco si mi información es correcta.
La sonrisa que apareció en sus labios me hizo considerar si había estado bien contestarle, porque ciertamente no era una sonrisa amable.
—Además, si no le gustaban mis recomendaciones y mi experiencia, fácilmente se hubiese ahorrado el hacerme venir aquí.
Esta vez rio y negó lentamente mientras hacía a un lado los papeles.
—Eres grosera —dejó muy en claro —y no quiero que mi hijo aprenda a ser grosero más de lo que ya es. Es incontrolable, molesto, gruñón. Todo lo que un niño no debería ser, por lo que será un reto y si me lo pregunta no creo que dure más de dos días.
Oh, me había lanzado un reto. Yo amaba los jodidos retos.
—Hacer suposiciones no es algo que me esperara de usted, pero bueno, así como me ha sorprendido usted, estoy segura de que lo sorprenderé yo.
—Y osada también, la lista de cosas negativas está aumentando, señorita Cooper.
—Y aun así me va a contratar.
Él se dejó caer en su silla y llevó una de sus manos hacia su barbilla para acariciarla mientras sonreía.
—¿Qué le hace creer eso?
—Es un hombre ocupado, no estaría perdiendo el tiempo conmigo aquí sino fuera a hacerlo.
—Bien, eso es correcto.
Contuve la sonrisa que estuvo a punto de escapar de mis labios y me concentré en escuchar lo que tenía para decir.
—Trabajará veinticuatro horas al día siempre y cuando mi hijo la necesite, vivirá, comerá y cenará en mi casa. Tendrá su propia habitación y si lo desea tendrás los fines de semanas libres, si se queda en la casa se le pagarán como si estuviera de servicio, pero puede elegir permanecer en su ala de la casa y no ser molestada para sus días de descanso ¿correcto? —asentí.
Él me observó atentamente y luego se incorporó en su asiento para sentarse derecho.
—Si un fin de semana la necesito se lo diré con antelación y debe tener disponibilidad para viajar, pues si tengo que salir del país, mi hijo vendrá conmigo —asentí nuevamente —una lista con las actividades de mi hijo le serán enviadas a su IPad Él tiene cocineras, pero si es necesario debe darle sus meriendas. Es rebelde, grosero, mal hablado y otras cosas más de las que se dará cuenta.
—He tratado con niños muy malos, no se preocupe.
—El problema de mi hijo es su insubordinación. Piensa demasiado y eso quiere decir que te atacará como si de un adulto se tratara usando un vocabulario sofisticado y haciéndote quedar como estúpido. Será mejor que no le demuestre debilidad o acabará con usted.
—Bien.
—Eso es todo, señorita, Cooper. Por ahora solo firmará un contrato que podrá deshacerse durante el primer mes natural, pero si sigue trabajando para mí después de un mes un nuevo contrato será efectuado. Puede leerlo y luego firmarlo.
Y claro, como yo lo que quería era asegurar el trabajo me incliné y tomé un lapicera de su escritorio para firmar sin molestarme en leer.
—Listo ¿Cuándo empiezo?
—Tendrá que esperarme aquí en el edificio mientras termino mis deberes, a la hora del almuerzo iremos a casa ya que el chofer lo llevará después de recogerlo del colegio y podré presentarlos a ambos ¿correcto? —asentí segura.
—Perfecto.
—Entonces eso es todo, señorita Vania.
Y mi nombre saliendo de sus labios me hizo fruncir el ceño ante la electrificante sensación.
Sacudiendo mi cabeza me puse de pie y salí de su oficina extendiendo una sonrisa enorme en mi rostro.
Ya tenía empleo.
Mientras el señor Clinton terminaba sus asuntos yo me quedé sentada frente a Lilian viéndola hacer su trabajo.Luego de que mi valentía se dispersó en el aire en cuanto salí no pude evitar colocarme nerviosa.Hacía años que no cuidaba de algún niño y aunque los conocimientos de cómo debía hacer las cosas estaban ahí, me ponía un poco nerviosa el recordar la forma en la que el hombre había hablado a cerca de su hijo.Si un padre decía esas cosas de su hijo ciertamente había que considerar qué tan malo era el engendro. Pero no me predispondría. Conocería al pequeño y daría mi propio veredicto.Yo era muy buena con los niños y lo primero que había que considerar al encontrar a alguno con un comportamiento como ese era ¿qué lo hacía ser así? Podrían ser muchos factores como falta de atención, la necesidad de llamar la atención, falta de amor, problemas en las escuelas.Y la forma más fácil de tratar el problema era desentrañando la causa para eliminarla y que se llevara consigo las consec
Tuve que dejar a Clay solo en casa mientras iba en búsqueda de las pocas posesiones que tenía en la casa de Lilian. El chofer me había estado esperando cuando salí de la enorme y lujosa mansión e incluso me abrió la puerta del auto como si no fuera una empleada igual que él, cosa que me extrañó pero que no estaba dispuesta a refutar. Si querían tratarme como a una señorita ciertamente no me negaría. Una vez le di la dirección me permití perderme en mis pensamientos mientras el auto recorría el trayecto que nos separaba de nuestro destino. No era tan lejos dentro de la ciudad, pero al estar en las afueras era difícil ir de inmediato a donde se quería llegar, por lo que durante largos minutos me la pasé mirando por la ventana deleitándome con el paisaje boscoso hasta que entramos en la ciudad y el auto se dirigió por las calles menos concurridas para evitar el transito caótico que se estaba formando al ser una de las horas pico. Había estado hablando largo y tendido con Clay antes de
Al llegar a casa Clay se encontraba esperándome en la puerta y un nudo se formó en mi garganta al notar lo emocionado que estaba de poder esperar a alguien y verlo llegar. Y sabía que probablemente esperaba a su padre, pero él nunca llegaba a la hora adecuada. Muchas cosas pasaban por mi mente a cerca de la relación padre e hijo, pero prefería reservarme los juicios hasta que viera de primera mano como era la situación en sí. Pero mientras tanto me haría cargo de hacer medianamente feliz a este pequeño en lo que pudiera. Aunque sabía que nadie podría reemplazar a un padre y a una madre. Pero al menos le daría una amiga en quien confiar. Cuando estuve frente a la puerta con una de mis manos en la maleta él se lanzó hacia mi cuerpo y me abrazó dejando salir esa euforia que solo le había visto compartir conmigo lo que me daba cierta sensación de emoción y particularidad. —¿Sabes de casualidad lo que vamos a cenar? —le cuestioné con suavidad y él asintió un par de veces mientras tomab
Mi ceño se frunció al escuchar que continuaba despotricando y fue inevitable para mí no comenzar a enfurecerme. —Mamá calla —le pedí y el silencio se extendió del otro lado de la línea. Probablemente me encontraba en altavoz y toda la familia probablemente se encontraba escuchando nuestra conversación. Así sucedía en casa. Cuando había un problema se reunían a los nueve hijos y se trataba el problema para ver si de esta forma se podía resolver y dejar una moraleja de todo eso. Pero el que mamá estuviera acusándome de tales atrocidades comenzaba a molestarme. Ni siquiera había esperado a que le contestara si ciertamente era verídico, solo asumió cosas que no eran. —En primer lugar, no tengo ningún novio rico —y me abstuve de decir alguna palabra mal dicha, pues probablemente los hijos de mi hermana estaban en esta jodida ecuación también —y en segundo lugar, terminé con Dev hace tres días porque me mintió durante toda la relación. —No creo que debieras… —pero frené las palabras de
Una vez estuve mentalmente lista, me puse de pie y me encaminé a la ducha para darme un rápido baño. Ya había perdido preciados minutos y no quería que Clay viniera a por mí y no estuviera lista, por eso me duché rápido y me vestí con las prendas que había elegido y amarré mi cabello en un moño alto. Suspiré aliviada cuando ya me encontraba lista y preparada cuando sonó un toque suave en la puerta. Al dirigirme a ella y abrirla me encontré con un bien vestido Clay que llevaba un traje hecho a su medida y no pude evitar sonreír ante bonito detalle. El que se arreglara para una cena tan simple como esta me hizo saber que para él significaba mucho más. Me estaba dejando ver que no muy a menudo tenía compañía para cenar y cuando extendió su brazo la ternura me envolvió completamente. Clay era el niño más tierno que podría encontrar y no lo discutiría con nadie. —Está muy hermosa, señorita Vania. —Muchas gracias, señor Clay. Solté una risita suave ante su formalidad y mi mano se encon
Los días pasaban tan deprisa en aquella casa. Siempre tenía algo que hacer, como llevar a Clay a la escuela, luego organizar su itinerario de las tardes para cuando regresara. Arreglaba su ropa para ayudar a las mucamas, también organizaba su librero en su habitación ya que casi siempre lo volvía un desorden. Y luego tenía que ir a buscarlo y continuar con nuestro día hasta que llegaba la hora de dormir. Durante esos días no había visto al señor Clinton y aparentemente haber encontrado a una niñera que si congeniara con Clay lo había exentado de sus responsabilidades como padre lo que me cabreaba más de lo que debería. Hacía todo lo posible por atraparlo en algún momento, pero siempre terminaba dormida muy tarde y se me dificultaba despertar a una hora adecuada para encontrarlo. Y eso me dejó saber que el señor Clinton tenía una vida absorbente y que lo estaba consumiendo poco a poco. Llegar a tan tardes horas de la noche para despertar muy temprano al día siguiente solo indicaba q
Había despertado a Clay a las seis con cuarenta de la mañana. Por lo general solía levantarlo a las siete en punto ya que el tiempo era exacto para que llegara a la escuela a tiempo sin tener que levantarse tan temprano, pero ese día en específico había planeado algo y lo quería despierto. En cuanto se levantó fue a la ducha al recordar que le había dicho que su padre desayunaría con él y luego corrí a mi habitación para ducharme, peinarme el cabello en una coleta y luego colocarme unos jeans azules y una camisa blanca en dónde solo tenía media solapa dentro de los jeans y la otra no, me coloqué unas zapatillas de deporte blancas y luego me metí en la habitación de Clay para ayudarlo a vestirse rápidamente. Una sonrisa brillante se encontraba en mi rostro ya que había comprobado la entrada para verificar que el auto de su padre siguiera ahí y cuando así fue, me apresuré en llevar a Clay a la cocina y subirlo al taburete para comenzar a preparar el desayuno. Al ser tan temprano la coc
Sabía que algo estaba mal, dios, que obviamente lo sabía. Él nunca había tenido ningún problema con alguno de sus relojes. Al menos durante el tiempo que llevaba aquí él había despertado a una hora en específico correctamente y nunca había tenido ningún inconveniente, pero justo cuando yo llegaba a su casa comenzaban los problemas. Sabía que él había reprogramado su reloj antes de dormir probablemente. Lo que nos dejaba de vuelta en el principio y no quería que Clay pasara un día más de su vida sin desayunar junto a su padre solo porque él era lo suficientemente cobarde como para no enfrentarse a él. Por eso aquí estaba yo, escabulléndome en su habitación de puntillas sin saber si él tenía un sueño liviano, pero no importaba nada, no cuando la salud mental y emocional de un niño estaba en juego. Por eso, en medio de la madrugada mientras él dormía me deslicé en su habitación y me acerqué a la mesita de noche en dónde se encontraba su reloj digital que marcaba las tres con treinta.