Mientras el señor Clinton terminaba sus asuntos yo me quedé sentada frente a Lilian viéndola hacer su trabajo.
Luego de que mi valentía se dispersó en el aire en cuanto salí no pude evitar colocarme nerviosa.
Hacía años que no cuidaba de algún niño y aunque los conocimientos de cómo debía hacer las cosas estaban ahí, me ponía un poco nerviosa el recordar la forma en la que el hombre había hablado a cerca de su hijo.
Si un padre decía esas cosas de su hijo ciertamente había que considerar qué tan malo era el engendro. Pero no me predispondría. Conocería al pequeño y daría mi propio veredicto.
Yo era muy buena con los niños y lo primero que había que considerar al encontrar a alguno con un comportamiento como ese era ¿qué lo hacía ser así? Podrían ser muchos factores como falta de atención, la necesidad de llamar la atención, falta de amor, problemas en las escuelas.
Y la forma más fácil de tratar el problema era desentrañando la causa para eliminarla y que se llevara consigo las consecuencias.
Horas después cuando el señor Colton salió de su oficina yo me puse de pie despidiéndome vagamente de ella antes de prácticamente correr detrás del hombre que no se había molestado en esperarme ni en indicarme que lo siguiera.
Justo cuando el ascensor cerraba sus puertas llegué a él y metí mi mano para evitar que se cerrara.
No pude evitar la sonrisa de suficiencia, pero a él no pareció importarle ya que comenzó a mover su mirada por la pantalla de su móvil sin reparar en lo absoluto en mi presencia.
Y tristemente consideré que él era la razón por la que su hijo se estaría comportando de esa forma.
Él era padre soltero, su mujer lo había abandonado dejándole la responsabilidad de un niño que criar. Y aunque era de admirar que lo estuviera haciendo solo, de nada servía hacer algo si no se hacía bien.
Probablemente su hijo estaba herido y esas eran cosas que se debían considerar. Incluso deberían llevarlo a terapia si no mejoraba su comportamiento luego de descubrir el problema.
Internamente me dije a mi misma que si el problema era este hombre lo haría solucionarlo, aunque eso me costara el trabajo.
Una vez el ascensor abrió sus puertas él hombre salió y se guardó el móvil en el bolsillo.
Se acercó a un auto deportivo y jadeé al ver la belleza de color negro que tenía delante de mí.
Su mirada se elevó en mi dirección y enarcó una ceja antes de desbloquear las puertas permitiendo que abriera la de copiloto para que entrara.
En cuanto me senté coloqué el cinturón de seguridad y me giré en su dirección para observarlo atentamente.
—¿Cuántos años tiene su hijo? —él no me miró, sino que puso el auto en marcha y extrañamente su actitud me estaba molestando más de lo que debería.
—Ocho años.
Asentí para mí misma y guardé silencio concordando conmigo misma con que ya sabía lo que necesitaba saber.
El camino fue relativamente largo, pues él condujo por toda la ciudad atravesándola de un lado a otro hasta que estuvimos a las afueras. Solo unos kilómetros después se adentró en una especie de residencial con casas que se encontraban muy separadas una de la otra.
Grandes extensiones de tierra las rodeaban y consideré que era un ambiente demasiado solitario para un niño.
El auto se detuvo frente a un enorme portón negro que se abrió en el instante en el que él se detuvo.
Lentamente fue ascendiendo por el camino empedrado y yo me deleité mirando a todos lados del lugar. Debía admitir que las vistas eran maravillosas.
Árboles altos creaban sombra en muchas partes del patio. Podía observar una especie de charco debajo de uno y mucha vegetación que hacía tiempo no veía.
Una vez el auto se detuvo frente a una enorme casa no pude evitar abrir la boca jodidamente sorprendida.
Demonios, era una mansión.
—Recuérdame por qué te contraté.
No pude evitar reír y salí del auto siguiéndolo a él.
Me aseguré de cerrar la puerta con cuidado al salir y luego troté un poco para alcanzar al hombre que se encontraba subiendo unos cuantos escalones que lo llevarían a las puertas de madera doble de la casa.
La decoración en el interior era simplemente opulenta y parecía más un museo que una casa, pues donde quiera que mirases te encontrarías con algún jarrón que probablemente valdría más que mi salario de un año.
Y si me lo preguntaban, el salario era bastante bueno.
Siguiéndolo por el recibidor hacia la sala continué absorbiendo todo del lugar.
En la sala no había nadie, pero estaba segura de que ni yo me atrevería a sentarme en esos sofás que se veían tan rígidos y llenos de cojines decorativos.
El hombre tan frío y distante continuó su caminata acercándose al lugar en el que se escuchaba más ruido.
Al asomarme levemente desde detrás de él note que era la cocina y que estaba llena del personal de cocina y del que parecía ser el de limpieza. Aparentemente comían aquí lo que me alegró de inmediato.
—Señor, no lo esperábamos aquí para el almuerzo.
—No vengo a almorzar, me iré pronto, solo vine a traer a la nueva niñera.
—Se irá en dos días —aseguró una pequeña voz que creí reconocer.
Todo se quedó en silencio y sentí como el hombre frente a mí suspiraba derrotado. Y su postura cambiaba rápidamente de una fría a una indecisa.
Él no sabía como avanzar, lo que me hizo fruncir el ceño.
—Esta no es como las otras, por lo que encarecidamente te pido que le des una oportunidad.
—No me interesa estar cerca de una mujer con un intelecto más reducido que el mío y que solo se limitan a ver telenovelas mientras están en sus horas libres de mí.
Reí suavemente y salí de detrás del señor Colton al definitivamente reconocer esa voz.
—Si que sabes decirle estúpido a alguien sin esforzarte mucho.
La mirada de Clay se levantó del libro que tenía en la mesa y su boca se entreabrió al reconocerme.
Sus ojos brillaron emocionados y noté que la energía en la habitación cambiaba.
No pude evitar sonreírle al pequeño y extendí mis brazos ofreciéndole uno de esos abrazos que solía darle cuando iba a la librería los viernes.
—Vania —él saltó del taburete y corrió los pasos que nos separaban y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.
—Pequeño, creí que nunca te volvería a ver ¿seguiste yendo a la librería? —él despegó su rostro de mi estómago y lo vi asentir.
—Si, solo paso a buscar los libros, la mujer que está ahí solo lee erotismo y si soy sincero aun no me intereso en el género, mi primer libro fue ciertamente una decepción para mí.
Reí mientras restregaba su cabello y el pareció disfrutarlo permitiéndome deshacer su riguroso peinado.
—No le gusta que lo despeinen.
Yo levanté la mirada hacia la mujer que estaba poniendo un plato frente a su libro y le enarqué una ceja.
—Sé que no le gusta que lo despeinen, por eso lo hago y terminó disfrutándolo ¿no es así, Clay?
Él asintió sin dudarlo y nuevamente envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo.
—¿De dónde conoces a mi hijo? —cuestionó el señor Colton de brazos cruzador y me giré un poco más para observarlo.
—Era la encargada de una pequeña biblioteca en el centro. Trabajé ahí durante tres años y medio y conocí a Clay ahí cuando fue por primera vez. Luego siguió yendo todos los viernes y le recomendaba libros para que pudiéramos hablar de ellos cuando volviéramos a encontrarnos. Dejé de verlo hace cuatro meses cuando tuve que dejar el empleo.
Colton me analizó con ojo crítico y no pude evitar tensarme mientras separaba a Clay de mí con cuidado.
—¿Qué libro estás leyendo? —él levantó sus azulados ojos hacia mí, iguales a los de su padre y sonrió orgulloso.
—Sombra y Hueso.
Busqué en mi mente el libro y cuando di con el aplaudí efusiva.
—Lo tengo, es realmente bueno —aseguré —lo terminé como en siete horas, no pude parar.
—Lamento informarle que estoy en igualdad de condiciones en este momento, no he podido parar desde que lo empecé esta mañana.
—Bueno, deberías almorzar antes de continuar, yo debo hablar con tu papá para ver si ahora no me quiere despedir por haberte conocido desde antes.
Me incliné un poco hacia él para que solo nosotros dos escucháramos lo que tenía por decir, pero él quería dejarle saber a su padre que no estaba dispuesto a que me fuera.
—Hiciste un buen trabajo en conseguir niñera esta vez, Clinton.
Y esas simples palabras fueron las únicas dirigidas hacia su papá antes de darse la vuelta y encaminarse hacia su almuerzo para hacer lo que yo le había indicado.
Dejó el libro a un lado cerrándolo con un marcapáginas y luego comenzó a almorzar.
Yo me giré para caminar hacia el señor Colton y pasé junto a él para continuar con mi caminata hasta llegar a la sala en donde me giré para ver que tenía para decir.
—No sabía que Clay era su hijo hasta que llegué aquí —quise dejar en claro ese hecho, pues no quería que las cosas terminaran siendo malinterpretadas.
—Supongo que eso me asegurará ahora que no se irá en dos días.
Él suspiró pesadamente y restregó su rostro.
—¿Cómo logró conectarse con él? —cuestionó mirando directo a mis ojos.
Y al repasarlo detenidamente concordé con lo que Clay me había dicho la primera vez que lo vi; que era una copia de su padre.
—Los libros lo hicieron. Solo le recomendé los que me gustaban y le pedí que me dijera lo que había entendido cuando volviéramos a vernos. Eso nos dio un motivo para juntarnos nuevamente y algo de qué hablar cuando eso sucediera.
—Entiendo.
Él no dijo nada más, solo me miró largos minutos antes de asentir.
—Un chofer te llevará a buscar tus cosas, las mucamas te indicaran en donde dormirás y la lista de tus cosas por hacer se encuentra en una IPad sobre la cama que ocuparás. La veo en la noche, señorita Cooper.
Y nuevamente levantó esa máscara de absoluta indiferencia antes de darse la vuelta y salir de la casa.
Tuve que dejar a Clay solo en casa mientras iba en búsqueda de las pocas posesiones que tenía en la casa de Lilian. El chofer me había estado esperando cuando salí de la enorme y lujosa mansión e incluso me abrió la puerta del auto como si no fuera una empleada igual que él, cosa que me extrañó pero que no estaba dispuesta a refutar. Si querían tratarme como a una señorita ciertamente no me negaría. Una vez le di la dirección me permití perderme en mis pensamientos mientras el auto recorría el trayecto que nos separaba de nuestro destino. No era tan lejos dentro de la ciudad, pero al estar en las afueras era difícil ir de inmediato a donde se quería llegar, por lo que durante largos minutos me la pasé mirando por la ventana deleitándome con el paisaje boscoso hasta que entramos en la ciudad y el auto se dirigió por las calles menos concurridas para evitar el transito caótico que se estaba formando al ser una de las horas pico. Había estado hablando largo y tendido con Clay antes de
Al llegar a casa Clay se encontraba esperándome en la puerta y un nudo se formó en mi garganta al notar lo emocionado que estaba de poder esperar a alguien y verlo llegar. Y sabía que probablemente esperaba a su padre, pero él nunca llegaba a la hora adecuada. Muchas cosas pasaban por mi mente a cerca de la relación padre e hijo, pero prefería reservarme los juicios hasta que viera de primera mano como era la situación en sí. Pero mientras tanto me haría cargo de hacer medianamente feliz a este pequeño en lo que pudiera. Aunque sabía que nadie podría reemplazar a un padre y a una madre. Pero al menos le daría una amiga en quien confiar. Cuando estuve frente a la puerta con una de mis manos en la maleta él se lanzó hacia mi cuerpo y me abrazó dejando salir esa euforia que solo le había visto compartir conmigo lo que me daba cierta sensación de emoción y particularidad. —¿Sabes de casualidad lo que vamos a cenar? —le cuestioné con suavidad y él asintió un par de veces mientras tomab
Mi ceño se frunció al escuchar que continuaba despotricando y fue inevitable para mí no comenzar a enfurecerme. —Mamá calla —le pedí y el silencio se extendió del otro lado de la línea. Probablemente me encontraba en altavoz y toda la familia probablemente se encontraba escuchando nuestra conversación. Así sucedía en casa. Cuando había un problema se reunían a los nueve hijos y se trataba el problema para ver si de esta forma se podía resolver y dejar una moraleja de todo eso. Pero el que mamá estuviera acusándome de tales atrocidades comenzaba a molestarme. Ni siquiera había esperado a que le contestara si ciertamente era verídico, solo asumió cosas que no eran. —En primer lugar, no tengo ningún novio rico —y me abstuve de decir alguna palabra mal dicha, pues probablemente los hijos de mi hermana estaban en esta jodida ecuación también —y en segundo lugar, terminé con Dev hace tres días porque me mintió durante toda la relación. —No creo que debieras… —pero frené las palabras de
Una vez estuve mentalmente lista, me puse de pie y me encaminé a la ducha para darme un rápido baño. Ya había perdido preciados minutos y no quería que Clay viniera a por mí y no estuviera lista, por eso me duché rápido y me vestí con las prendas que había elegido y amarré mi cabello en un moño alto. Suspiré aliviada cuando ya me encontraba lista y preparada cuando sonó un toque suave en la puerta. Al dirigirme a ella y abrirla me encontré con un bien vestido Clay que llevaba un traje hecho a su medida y no pude evitar sonreír ante bonito detalle. El que se arreglara para una cena tan simple como esta me hizo saber que para él significaba mucho más. Me estaba dejando ver que no muy a menudo tenía compañía para cenar y cuando extendió su brazo la ternura me envolvió completamente. Clay era el niño más tierno que podría encontrar y no lo discutiría con nadie. —Está muy hermosa, señorita Vania. —Muchas gracias, señor Clay. Solté una risita suave ante su formalidad y mi mano se encon
Los días pasaban tan deprisa en aquella casa. Siempre tenía algo que hacer, como llevar a Clay a la escuela, luego organizar su itinerario de las tardes para cuando regresara. Arreglaba su ropa para ayudar a las mucamas, también organizaba su librero en su habitación ya que casi siempre lo volvía un desorden. Y luego tenía que ir a buscarlo y continuar con nuestro día hasta que llegaba la hora de dormir. Durante esos días no había visto al señor Clinton y aparentemente haber encontrado a una niñera que si congeniara con Clay lo había exentado de sus responsabilidades como padre lo que me cabreaba más de lo que debería. Hacía todo lo posible por atraparlo en algún momento, pero siempre terminaba dormida muy tarde y se me dificultaba despertar a una hora adecuada para encontrarlo. Y eso me dejó saber que el señor Clinton tenía una vida absorbente y que lo estaba consumiendo poco a poco. Llegar a tan tardes horas de la noche para despertar muy temprano al día siguiente solo indicaba q
Había despertado a Clay a las seis con cuarenta de la mañana. Por lo general solía levantarlo a las siete en punto ya que el tiempo era exacto para que llegara a la escuela a tiempo sin tener que levantarse tan temprano, pero ese día en específico había planeado algo y lo quería despierto. En cuanto se levantó fue a la ducha al recordar que le había dicho que su padre desayunaría con él y luego corrí a mi habitación para ducharme, peinarme el cabello en una coleta y luego colocarme unos jeans azules y una camisa blanca en dónde solo tenía media solapa dentro de los jeans y la otra no, me coloqué unas zapatillas de deporte blancas y luego me metí en la habitación de Clay para ayudarlo a vestirse rápidamente. Una sonrisa brillante se encontraba en mi rostro ya que había comprobado la entrada para verificar que el auto de su padre siguiera ahí y cuando así fue, me apresuré en llevar a Clay a la cocina y subirlo al taburete para comenzar a preparar el desayuno. Al ser tan temprano la coc
Sabía que algo estaba mal, dios, que obviamente lo sabía. Él nunca había tenido ningún problema con alguno de sus relojes. Al menos durante el tiempo que llevaba aquí él había despertado a una hora en específico correctamente y nunca había tenido ningún inconveniente, pero justo cuando yo llegaba a su casa comenzaban los problemas. Sabía que él había reprogramado su reloj antes de dormir probablemente. Lo que nos dejaba de vuelta en el principio y no quería que Clay pasara un día más de su vida sin desayunar junto a su padre solo porque él era lo suficientemente cobarde como para no enfrentarse a él. Por eso aquí estaba yo, escabulléndome en su habitación de puntillas sin saber si él tenía un sueño liviano, pero no importaba nada, no cuando la salud mental y emocional de un niño estaba en juego. Por eso, en medio de la madrugada mientras él dormía me deslicé en su habitación y me acerqué a la mesita de noche en dónde se encontraba su reloj digital que marcaba las tres con treinta.
Tres noches de absoluta adrenalina fue lo que recibí al meterme a hurtadillas en la habitación del señor Clinton para cambiar su reloj. Y tres mañanas sin poder verlo a la cara fue lo que recibí de vuelta. Y era claramente consciente de que sabía que él ya se estaba dando cuenta de que no eran simples errores. Pero cada día que se retrasaba para ir al trabajo era un día más de felicidad para Clay y al ver que su padre poco a poco rompía el hielo preguntándole por la escuela, aunque luego saliera despavorido, me felicité a mi misma. Clay parecía más cercano a mí, sus ojos brillaban como los de un niño deberían y ayer en la tarde lo encontré pintando un bonito paisaje aun cuando no había visto que pintara algo así en todos los cuadros que rebusqué mientras él se concentraba. Él estaba cambiando y aunque solo era por pequeños detalles como desayunar con su padre, me alegraba en desmedida ver al verdadero Clay emerger de las profundidades del niño melancólico y taciturno que había conoc