Los días pasaban tan deprisa en aquella casa. Siempre tenía algo que hacer, como llevar a Clay a la escuela, luego organizar su itinerario de las tardes para cuando regresara. Arreglaba su ropa para ayudar a las mucamas, también organizaba su librero en su habitación ya que casi siempre lo volvía un desorden. Y luego tenía que ir a buscarlo y continuar con nuestro día hasta que llegaba la hora de dormir. Durante esos días no había visto al señor Clinton y aparentemente haber encontrado a una niñera que si congeniara con Clay lo había exentado de sus responsabilidades como padre lo que me cabreaba más de lo que debería. Hacía todo lo posible por atraparlo en algún momento, pero siempre terminaba dormida muy tarde y se me dificultaba despertar a una hora adecuada para encontrarlo. Y eso me dejó saber que el señor Clinton tenía una vida absorbente y que lo estaba consumiendo poco a poco. Llegar a tan tardes horas de la noche para despertar muy temprano al día siguiente solo indicaba q
Había despertado a Clay a las seis con cuarenta de la mañana. Por lo general solía levantarlo a las siete en punto ya que el tiempo era exacto para que llegara a la escuela a tiempo sin tener que levantarse tan temprano, pero ese día en específico había planeado algo y lo quería despierto. En cuanto se levantó fue a la ducha al recordar que le había dicho que su padre desayunaría con él y luego corrí a mi habitación para ducharme, peinarme el cabello en una coleta y luego colocarme unos jeans azules y una camisa blanca en dónde solo tenía media solapa dentro de los jeans y la otra no, me coloqué unas zapatillas de deporte blancas y luego me metí en la habitación de Clay para ayudarlo a vestirse rápidamente. Una sonrisa brillante se encontraba en mi rostro ya que había comprobado la entrada para verificar que el auto de su padre siguiera ahí y cuando así fue, me apresuré en llevar a Clay a la cocina y subirlo al taburete para comenzar a preparar el desayuno. Al ser tan temprano la coc
Sabía que algo estaba mal, dios, que obviamente lo sabía. Él nunca había tenido ningún problema con alguno de sus relojes. Al menos durante el tiempo que llevaba aquí él había despertado a una hora en específico correctamente y nunca había tenido ningún inconveniente, pero justo cuando yo llegaba a su casa comenzaban los problemas. Sabía que él había reprogramado su reloj antes de dormir probablemente. Lo que nos dejaba de vuelta en el principio y no quería que Clay pasara un día más de su vida sin desayunar junto a su padre solo porque él era lo suficientemente cobarde como para no enfrentarse a él. Por eso aquí estaba yo, escabulléndome en su habitación de puntillas sin saber si él tenía un sueño liviano, pero no importaba nada, no cuando la salud mental y emocional de un niño estaba en juego. Por eso, en medio de la madrugada mientras él dormía me deslicé en su habitación y me acerqué a la mesita de noche en dónde se encontraba su reloj digital que marcaba las tres con treinta.
Tres noches de absoluta adrenalina fue lo que recibí al meterme a hurtadillas en la habitación del señor Clinton para cambiar su reloj. Y tres mañanas sin poder verlo a la cara fue lo que recibí de vuelta. Y era claramente consciente de que sabía que él ya se estaba dando cuenta de que no eran simples errores. Pero cada día que se retrasaba para ir al trabajo era un día más de felicidad para Clay y al ver que su padre poco a poco rompía el hielo preguntándole por la escuela, aunque luego saliera despavorido, me felicité a mi misma. Clay parecía más cercano a mí, sus ojos brillaban como los de un niño deberían y ayer en la tarde lo encontré pintando un bonito paisaje aun cuando no había visto que pintara algo así en todos los cuadros que rebusqué mientras él se concentraba. Él estaba cambiando y aunque solo era por pequeños detalles como desayunar con su padre, me alegraba en desmedida ver al verdadero Clay emerger de las profundidades del niño melancólico y taciturno que había conoc
Al llegar al restaurante no pude evitar deleitarme con las vistas. Era simplemente el lugar, lleno de luces en toda la estructura clásica que podía albergar a más de cien personas dentro. Pero que nunca sobrepasaría esa cantidad solo por mantener la exclusividad del lugar. Obtener una mesa no había sido difícil para Liliana cuando había sido pedida a nombre de Colton Clinton, el multimillonario más mencionado en toda la puta ciudad y no solo por su trágica historia, sino también por su influencia en este mundo y sobre todo, por haber escapado de la ruina cuando la mayoría de las empresas cayeron a causa de una crisis económica. Cuando leí a cerca de ello fue simplemente fascinante la forma en la que logró salvar todo su imperio, pero igualmente triste al leer que no había podido salvar su matrimonio ya que la mujer que tanto había querido solo quería su dinero y se había marchado cuando el barco comenzó a hundirse. El chofer ayudó a bajar a Clay y Clay ofreció su mano para ayudarme
La cena transcurrió tranquila y aunque al principio se había sentido hostil por el confrontamiento del señor Clinton, al final terminamos enfrascándonos en conversaciones en las que Clay se incluía rápidamente, aunque no giraran en torno a él. Varias veces noté que se impresionaba con las cosas que salían de la boca de su hijo lo que me dejó saber que no siempre tenían estas conversaciones tan larga en dónde el pequeño pudiera fluir en torno a sus conocimientos. Varias veces la conversación se inclinó hacia los libros y el como yo era una digna adversaria para Clay ya que tragaba libros con demasiada facilidad. Traga libros me dijo el señor Clinton y recuerdo que mis mejillas se sonrojaron ante la sonrisa que vislumbré en sus labios. El señor Clinton era encantador cuando quería, aunque no era algo que dudaba considerando que la mayor parte del éxito en un buen negocio era crear lazos con las personas con las que negociabas, las palabras hacían eso cuando te reunías con algún poten
Cuando desperté noté que había movimiento en la casa. Cuando salí al pasillo podía escuchar que había alguien en la cocina, pero antes de bajar desperté a Clay y ambos nos arreglamos antes de descender las escaleras hacia la cocina. Al entrar me encontré a Colton tecleando en su portátil y a los cocineros moviéndose de un lado a otro aparentemente perturbados por la presencia de su jefe. En cuanto Colton nos vio entrar, cerró su portátil y le sonrió suavemente a Clay. —Buenos días, pequeño —saludó suavemente a su hijo y eso me hizo morderme el labio inferior para no sonreír. Él se dejó caer del taburete y abrazó a su hijo antes de elevarlo y sentarlo en el que estaba junto a él. Yo dejé la mochila de Clay sobre el desayunador y lo rodeé para abrir el refrigerador y sacar un vaso de leche para que se lo tomara. Me agradeció y yo le sonreí antes de mirar en dirección a Colton que ya me miraba a mí. —Buenos días, Vania —y aparentemente la cocinera y las empleadas alrededor escucharo
Había leído cada entrada en la revista y luego me había ido de la cocina sintiendo un nudo en mi garganta. Me recluí en me habitación y todo lo que pude hacer fue tomar el IPad y leer cada apartado en el que saliera la noticia que parecía haberse regado como pólvora. Los malditos medios parecían carroñeros y se aferraban a cualquier noticia que les diera suficientes vistas para llegar a final de semana. Y en esta ocasión me estaban usando a mí. Ciertamente no sabía cómo sentirme con respecto a esto. Colton era millonario, influyente, metido en muchos negocios con hombres que dirigían el mundo gracias a que sostenían la economía. Ciertamente esto era más grande de lo que parecía. Y me cuestioné como se sentiría Colton al respecto. Dios, lo había jodido. Según todo lo que había investigado de él nunca lo habían vuelto a ver con una mujer en el ojo público y anoche, la jodí toda. Pude haberlo llevado a todo restaurante menos pomposo. Aunque la culpa no era del todo mía, bueno, yo in