IlanLas lágrimas de Selene corrían libres por sus mejillas mientras mis hermanos se burlaban eufóricos por lo que yo había dicho. Su mirada se encontraba distante, en otro lugar y tiempo diferentes, y creía imaginar justo a dónde había ido su mente. Me odié por haberla traído aquí, por hacerla recordar toda la humillación que ya ha vivido y por ahora formar parte de su dolor.Aunque se lo advertí, eso no me hacía sentir mejor con mi consciencia. Yo sabía lo que iba a pasar apenas cruzáramos la frontera de mi territorio. Debí ser más fuerte que ella, debí insistir y tomar la decisión de llevarla al lado de los suyos, así se enojara, así me odiara por el resto de su vida; pero fui egoísta.En el momento en que la vi dar ese primer paso hacia la aldea humana, en ese mismo instante decidí que no estaba listo para alejarla de mí. La traje conmigo y la expuse a burlas y miradas cargadas de odio y, aun así, no me arrepentía.—Regresen a sus actividades —ordené cuando tuve suficiente de sus
IlanHabían pasado varios minutos desde que Selene se fue y aún no regresaba. Comencé a sentirme inquieto temiendo que alguno de mis hermanos la hubiera seguido solo para molestarla. Decidí no esperar más, y cuando estaba a punto de ir en su búsqueda, Garo llamó a la puerta:—Ilan, hermano, ¿estás ahí?—Adelante, hermano.Garo cruzó la puerta de entrada, y yo no perdí la oportunidad de asomarme hacia afuera con la esperanza de ver llegar a Selene.—¿Buscas a tu «mascota»? —cuestionó con una sonrisa burlona.—¿Qué quieres? —respondí con otra pregunta para evitar el tema, pero fallé.—Quiero hablar contigo. —Tomó asiento en un tronco de la sala, esperando a que comenzara a hablar—. ¿Qué se supone que hace esa jovencita aquí? Y no trates de engañarme como hiciste con el resto de la manada, porque sabes que no me tragaré ese cuento —advirtió.Suspiré resignado, pues sabía que me conocía mejor que nadie y, ciertamente, a él no podría engañarlo con mi numerito.—Es verdad lo que dije en la
Ilan—Reuniré a los lobos para que ayuden a rastrearla… —ofreció Garo y comenzó a caminar, pero lo detuve.—No. Yo la buscaré, vayan a descansar. No puede haber ido demasiado lejos.—Pero…—Nada —lo corté antes de que tratara de convencerme de lo contrario. Selene era mi asunto y sabía quién podría localizarla más rápido que nadie. Si bien yo tenía grabado su olor en mi memoria, sabía que Bosco, o «Rocky» como ella le llamaba, haría un mejor trabajo rastreándola.Aún no podía entender por qué, pero mi lado salvaje reaccionaba a Selene de forma instintiva. Ella despertaba en él un sentimiento sobreprotector que con nadie más había sentido.—Encuéntrala, hermano. —Garo interrumpió el curso de mis pensamientos—. Puede estar en peligro.Asentí y comencé a caminar entre las cabañas tratando de encontrar, aunque fuera un pequeño rastro de su olor. Me costó trabajo, pues debía luchar contra su esencia que había dejado impregnada en mi piel cuando compartimos esa íntima posición en la cabaña,
Ilan—¡Espera! —gritó Selene a mis espaldas—. ¡Rocky! —Escuché sus pasos apresurados detrás de mí, hasta que me alcanzó y se atrevió a rascar mi cabeza—. Había olvidado lo gruñón que eres —resopló—. No quiero regresar a la cabaña, lo último que quiero es ver a Ilan después de lo que me hizo, pero entiendo que has venido por mí y no quiero meterte en problemas.Caminamos en silencio de regreso a la cabaña, yo unos pasos por delante de ella hasta que estuvimos frente a la puerta y tuve que cambiar para poder abrir.Nunca en toda mi miserable vida me había sentido avergonzado de mi desnudez como lo hacía ahora bajo su escrutinio. Me obligué a reprimir el cosquilleo que recorrió mi columna al sentir sus ojos sobre mí, y decidí enfrentarla y acabar con esa tontería de una buena vez.—¿Dónde carajos te metiste? —pregunté, como si no supiera ya la respuesta.Abrí la puerta y tiré de su brazo, haciéndola entrar a la cabaña. Selene agachó la cabeza cuando me planté frente a ella en toda mi glo
IlanLa luz matutina iluminó de forma tenue el dormitorio, y el trinar de las aves me recordó que estaba en casa. Siempre había valorado mi vida y todos mis privilegios, pero ese día parecía ser más consciente de ellos. El simple hecho de respirar aire puro, de poder sentir algo más que el dolor y la desesperanza recorriendo mi cuerpo, eran cosas dignas de agradecer.La suavidad de mi cama me incitaba a quedarme acostado un rato más, pero sabía que tenía mucho trabajo por hacer: debía ponerme al día con mis tareas en la manada, que incluían ordenar la supervisión del territorio y asegurarme de que ningún lobo solitario rondara la aldea; organizar al grupo de caza y a los centinelas encargados de vigilar el muro de día y de noche, entre otras cosas.Suspiré con pesar, sin ganas de levantarme aún. Habían sido muchas semanas de mal dormir durante mi cautiverio, por lo que sentía que me hacían falta unos minutos más de sueño. Quise acomodarme de lado, pero algo me lo impidió. Agaché la ca
Ilan—Conozco esa mirada de culpa, hermano —señaló—. ¿Sabes?, creo que hiciste lo correcto al traer a esa joven aquí. No la conozco, aún no alcanzo a entender el nivel de conexión que tienes con ella, pero… me gusta lo que ha hecho en ti.—¿Lo que ha hecho? ¿De qué hablas, Garo? —inquirí, confundido—. Soy el mismo de siempre.—Por supuesto que no —declaró—. Hacía años que no te veía preocuparte realmente por algo. Desde Nami te volviste frío, vacío… y ahora veo otra vez ese pequeño brillo en tus ojos.—¡Estás hablando estupideces! —Me levanté de un salto, furioso sin saber por qué—. Deja de insinuar que Selene me importa de otra forma. Le estoy agradecido, le perdoné la vida y esta es mi manera de apoyarla. Ella me rogó venir aquí, ¿se supone que dijera que no, después de todo lo que hizo por mí? —pregunté exasperado.—El viejo tú lo hubiera hecho —declaró con seguridad, y lo supe. En ese momento supe que decía la verdad.Antes de mi cautiverio, no me hubiera detenido a pensar si una
SeleneUna tonta sonrisa bailaba en mis labios desde que Ilan salió de la cabaña y me dejó para que preparara su desayuno. No sabía por qué, o desde cuándo, pero empezaba a gustarme mucho estar cerca de él. Cada vez que sus dedos rozaban mi piel, algo en mis venas se encendía y en mi estómago revoloteaban decenas de mariposas; era una locura. Nunca había sentido algo ni remotamente parecido.Me dispuse a buscar en la pequeña cocina lo necesario para preparar la comida para ambos. No sabía exactamente qué le gustaba a Ilan, o qué acostumbraban a comer en la manada, pero seguro con el tiempo aprendería.Tiempo. Hacía apenas un día me encontraba llorando, deseando escapar de la manada y regresar a mi mundo, y ahora estaba aquí, feliz de hacer el desayuno para mi nuevo dueño y pensando en un futuro a su lado.«¿Qué cambió entre los dos para empezar a pensar de esa manera?», me pregunté, pero la respuesta llegó sola: no estaba pensando, eso era… estaba sintiendo. Y mucho.Aún existía en mi
SeleneNo pude evitar tragar saliva al escuchar su amenaza tan específica, y asentí bajando la cabeza sin pronunciar palabra. Desde luego que me aseguraría de que nada le sucediera al pequeño Turik. Me gustaba mi piel justo donde estaba, gracias.Seguimos recogiendo a cada lobito y cuando estuvimos completos fuimos directo al huerto de hortalizas. Los pequeños se divertían sacando zanahorias de la tierra, mientras que mi mente se encontraba lejos, muy lejos.—¿Pasa algo? —preguntó la joven loba a mi lado—. No tengo mucho tiempo de conocerte, pero te noto muy preocupada.—Ah… yo… —balbuceé—. Estaba pensando en algo que escuché en la asamblea… —No mentí del todo. Los lobos habían dicho algo que había estado rondando en mi cabeza desde entonces—. ¿Qué es un Sigma? —pregunté, y hasta los pequeños lobos voltearon para verme con sus ojitos bien abiertos.Kaiya vaciló al escucharme y bajó la voz cuando me respondió:—Un Sigma es un lobo solitario muy peligroso —reflexionó—. Son despiadados,