Selene—¿Falta mucho para llegar? —pregunté, arrastrando los pies. Subí mi pierna para pasar por encima de un tronco que estaba atravesado en el camino, pero el cansancio me hizo tropezar y caer de rodillas.Las pequeñas ramitas del suelo se clavaron en mi piel y siseé por el dolor. El brazo de Ilan me rodeó la cintura y me puso de nuevo en pie en un solo movimiento.—Gracias —pronuncié. Aproveché el mismo tronco con el que tropecé y me senté en él para descansar—. Soy un desastre, tal vez deberías dejarme aquí —espeté, enfadada conmigo misma. Sacudí las hojas y palitos que se incrustaron en mis rodillas y apoyé mis manos en ellas.—Ya no falta mucho —dijo, tomando asiento a mi lado—. Tres horas. Dos si tenemos suerte.—Dios, estoy tan cansada —suspiré. Él no lo dijo, pero noté lo agitada de su respiración. También estaba cansado. Cansado de cargar conmigo. Sin dudas, yo lo estaba retrasando.Habían pasado tres días desde que logramos salir de la casa de Freud. Ya habíamos dormido en
SeleneMe quedé helada al escuchar aquello. Todo ese tiempo, Ilan pudo haberme dicho que él era el Alfa de su manada y simplemente decidió guardárselo. No sabía cómo me hacía sentir eso; después de todo, él no me debía explicaciones y, siendo sincera, yo no las merecía.En su manada, yo era menos que escoria, un estorbo que, lejos de aportar algo, siempre viviría a costa de las sobras que él o sus hermanos quisieran lanzarme; pero, por la mirada afilada que todos ellos me estaban dando, empezaba a creer que nadie en este lugar siquiera notaría si algo llegara a pasarme.Paseé mi vista por el lugar, encontrándome con Ilan. Los lobos aún permanecían inclinados hacia él, y en cuanto sus ojos se cruzaron con los míos, no necesitó decir nada; supe inmediatamente lo que tenía que hacer.Bajé mis rodillas al suelo e incliné mi cabeza tanto como pude, justo como lo hacían sus hermanos, y casi pude sentir su aprobación.—De pie —espetó con autoridad.Me levanté un poco después de los demás, so
SeleneDespués de llevarme a su cabaña, Kaiya me indicó el camino hacia su pequeño cuarto de baño, donde lavé mi cuerpo y aproveché para tallar mi ropa con el jabón que la joven me dio. No había tuberías de plomo, ni llaves, ni retretes de porcelana; solo la privacidad que brindaba el espacio y dos grandes vasijas de barro que almacenaban agua, así como una letrina rústica con un intrincado diseño ecológico que me hizo suspirar de alivio.Kaiya me explicó que ellos fabricaban sus propios productos con ingredientes naturales. Pasé el jabón por mi rostro deleitándome con su delicioso olor a lavanda y aloe vera, sintiéndome relajada por fin después de tantos días acumulando suciedad en mi piel. Me permití disfrutar del baño un rato más y, cuando me sentí lista, regresé al lado de Kaiya para vestirme y comer algo antes de presentarme ante Ilan.Desnuda. Me sentía casi desnuda e incómoda con la ropa que Kaiya me había proporcionado y que ahora cubría solo las partes íntimas de mi cuerpo, d
IlanLas lágrimas de Selene corrían libres por sus mejillas mientras mis hermanos se burlaban eufóricos por lo que yo había dicho. Su mirada se encontraba distante, en otro lugar y tiempo diferentes, y creía imaginar justo a dónde había ido su mente. Me odié por haberla traído aquí, por hacerla recordar toda la humillación que ya ha vivido y por ahora formar parte de su dolor.Aunque se lo advertí, eso no me hacía sentir mejor con mi consciencia. Yo sabía lo que iba a pasar apenas cruzáramos la frontera de mi territorio. Debí ser más fuerte que ella, debí insistir y tomar la decisión de llevarla al lado de los suyos, así se enojara, así me odiara por el resto de su vida; pero fui egoísta.En el momento en que la vi dar ese primer paso hacia la aldea humana, en ese mismo instante decidí que no estaba listo para alejarla de mí. La traje conmigo y la expuse a burlas y miradas cargadas de odio y, aun así, no me arrepentía.—Regresen a sus actividades —ordené cuando tuve suficiente de sus
IlanHabían pasado varios minutos desde que Selene se fue y aún no regresaba. Comencé a sentirme inquieto temiendo que alguno de mis hermanos la hubiera seguido solo para molestarla. Decidí no esperar más, y cuando estaba a punto de ir en su búsqueda, Garo llamó a la puerta:—Ilan, hermano, ¿estás ahí?—Adelante, hermano.Garo cruzó la puerta de entrada, y yo no perdí la oportunidad de asomarme hacia afuera con la esperanza de ver llegar a Selene.—¿Buscas a tu «mascota»? —cuestionó con una sonrisa burlona.—¿Qué quieres? —respondí con otra pregunta para evitar el tema, pero fallé.—Quiero hablar contigo. —Tomó asiento en un tronco de la sala, esperando a que comenzara a hablar—. ¿Qué se supone que hace esa jovencita aquí? Y no trates de engañarme como hiciste con el resto de la manada, porque sabes que no me tragaré ese cuento —advirtió.Suspiré resignado, pues sabía que me conocía mejor que nadie y, ciertamente, a él no podría engañarlo con mi numerito.—Es verdad lo que dije en la
Ilan—Reuniré a los lobos para que ayuden a rastrearla… —ofreció Garo y comenzó a caminar, pero lo detuve.—No. Yo la buscaré, vayan a descansar. No puede haber ido demasiado lejos.—Pero…—Nada —lo corté antes de que tratara de convencerme de lo contrario. Selene era mi asunto y sabía quién podría localizarla más rápido que nadie. Si bien yo tenía grabado su olor en mi memoria, sabía que Bosco, o «Rocky» como ella le llamaba, haría un mejor trabajo rastreándola.Aún no podía entender por qué, pero mi lado salvaje reaccionaba a Selene de forma instintiva. Ella despertaba en él un sentimiento sobreprotector que con nadie más había sentido.—Encuéntrala, hermano. —Garo interrumpió el curso de mis pensamientos—. Puede estar en peligro.Asentí y comencé a caminar entre las cabañas tratando de encontrar, aunque fuera un pequeño rastro de su olor. Me costó trabajo, pues debía luchar contra su esencia que había dejado impregnada en mi piel cuando compartimos esa íntima posición en la cabaña,
Ilan—¡Espera! —gritó Selene a mis espaldas—. ¡Rocky! —Escuché sus pasos apresurados detrás de mí, hasta que me alcanzó y se atrevió a rascar mi cabeza—. Había olvidado lo gruñón que eres —resopló—. No quiero regresar a la cabaña, lo último que quiero es ver a Ilan después de lo que me hizo, pero entiendo que has venido por mí y no quiero meterte en problemas.Caminamos en silencio de regreso a la cabaña, yo unos pasos por delante de ella hasta que estuvimos frente a la puerta y tuve que cambiar para poder abrir.Nunca en toda mi miserable vida me había sentido avergonzado de mi desnudez como lo hacía ahora bajo su escrutinio. Me obligué a reprimir el cosquilleo que recorrió mi columna al sentir sus ojos sobre mí, y decidí enfrentarla y acabar con esa tontería de una buena vez.—¿Dónde carajos te metiste? —pregunté, como si no supiera ya la respuesta.Abrí la puerta y tiré de su brazo, haciéndola entrar a la cabaña. Selene agachó la cabeza cuando me planté frente a ella en toda mi glo
IlanLa luz matutina iluminó de forma tenue el dormitorio, y el trinar de las aves me recordó que estaba en casa. Siempre había valorado mi vida y todos mis privilegios, pero ese día parecía ser más consciente de ellos. El simple hecho de respirar aire puro, de poder sentir algo más que el dolor y la desesperanza recorriendo mi cuerpo, eran cosas dignas de agradecer.La suavidad de mi cama me incitaba a quedarme acostado un rato más, pero sabía que tenía mucho trabajo por hacer: debía ponerme al día con mis tareas en la manada, que incluían ordenar la supervisión del territorio y asegurarme de que ningún lobo solitario rondara la aldea; organizar al grupo de caza y a los centinelas encargados de vigilar el muro de día y de noche, entre otras cosas.Suspiré con pesar, sin ganas de levantarme aún. Habían sido muchas semanas de mal dormir durante mi cautiverio, por lo que sentía que me hacían falta unos minutos más de sueño. Quise acomodarme de lado, pero algo me lo impidió. Agaché la ca