Capítulo XIII

Selene

—¿Falta mucho para llegar? —pregunté, arrastrando los pies. Subí mi pierna para pasar por encima de un tronco que estaba atravesado en el camino, pero el cansancio me hizo tropezar y caer de rodillas.

Las pequeñas ramitas del suelo se clavaron en mi piel y siseé por el dolor. El brazo de Ilan me rodeó la cintura y me puso de nuevo en pie en un solo movimiento.

—Gracias —pronuncié. Aproveché el mismo tronco con el que tropecé y me senté en él para descansar—. Soy un desastre, tal vez deberías dejarme aquí —espeté, enfadada conmigo misma. Sacudí las hojas y palitos que se incrustaron en mis rodillas y apoyé mis manos en ellas.

—Ya no falta mucho —dijo, tomando asiento a mi lado—. Tres horas. Dos si tenemos suerte.

—Dios, estoy tan cansada —suspiré. Él no lo dijo, pero noté lo agitada de su respiración. También estaba cansado. Cansado de cargar conmigo. Sin dudas, yo lo estaba retrasando.

Habían pasado tres días desde que logramos salir de la casa de Freud. Ya habíamos dormido en
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