Inicio / Hombre lobo / La Marca de la Luna / El orgullo de mamá y papá
La Marca de la Luna
La Marca de la Luna
Por: Jules Liz
El orgullo de mamá y papá

Lumen

—Desearía que me hubieras mentido... Quisiera tanto odiarte como el primer día en el que te vi. ¡Podría estar mejor ahora si quisiera matarte! —grité, mi voz, se quebraba por el dolor.

La transformación fue agresiva conmigo misma. Mi pelaje de loba de plata resplandecía, ante la luna que brillaba en el cielo. En mi forma de loba, mis colmillos eran tan afilados como espadas.

Y a pesar de ser tan imponente y majestuosa, no lograba mantenerme demasiado en pie, la poción que tenía corriendo por mi sangre hacía mis sentidos mucho más débiles.

Imaginé que era la más fuerte, que mi manada confiaba en mí para ser la nueva alfa.

Y eran todas mentiras. El enorme lobo alfa me observaba con los colmillos blancos y resplandecientes asomándose.

No decía nada, yo no era de su importancia. Era un estorbo del cual, se desharía muy pronto. Su pelaje era como el manto de la noche, de un color negro majestuoso.

Del doble de mi tamaño y sus garras cortaban con una facilidad sorprendente. Gruñía, estaba acechándome como a una de sus presas.

Con un rugido estrepitoso que sacudió las copas de los árboles, el lobo saltó sobre mí, derribándome sin que pudiera hacer nada para defenderme. Era enorme, su fuerza era incomparable con la mía. Sentía débilmente, como me quedaba inconsciente poco a poco.

Traición. Esa era la palabra que resonaba en mi mente sin parar, un eco de derrota.

El panorama a mi alrededor fue oscureciéndose lentamente. Los sonidos se detuvieron el reflejo de la luz de la luna desapareció.

¿Por qué me hiciste esto, diosa luna? ¿Acaso no tenía un destino grandioso como guerrera?

Fue lo último en lo que pensé, mirando a la luna en el cielo, con la sangre brotando de mi hocico. Y una débil promesa que seguía latiendo, la de no abandonarme a pesar de que, todos lo habían hecho.

Dos semanas antes

—Lumen, hija. Deberías bajar a merendar algo ahora. —ordenó mi madre, que estaba ansiosa, lo notaba por el tono de su voz.

Los preparativos siempre la ponían exhausta. Mi madre y padre estaban encargándose, de ser los anfitriones para la tradicional cacería anual, del clan de la sangre de plata. Todos los eventos se llevarían a cabo en nuestro territorio. Fiestas, cenas, otros eventos sentimentales sin importancia.

Yo me había estado preparando para la cacería y solo eso me importaba.

Quería mostrar mi fuerza como hija del alfa. Mi loba estaba lista para superar a los demás y que mi padre me anunciara como la nueva líder cuando se retirara.

Prometió que lo anunciaría al final de la cacería.

Todos los lobos de las otras manadas estarían presentes en el gran anuncio.

No obstante, eso no me ponía nerviosa, estaba lista.

Entrené mucho, tanto en fuerza como en velocidad. Dejé atrás a muchos de los que entrenaban conmigo.

Tenía mucha confianza en mí misma.

Muchas manadas conformaban este clan, al menos diez. Las manadas más fuertes y la manada real. Nosotros éramos una de las manadas más poderosas de todas, nuestro nombre “Sombra de lobo”.

Mi padre, Zathun era el alfa hacía añares. Contaba con ciento cuarenta años y al menos casi cien los desempeñó como alfa. En nuestra sangre corría la magia antigua de la diosa luna, teníamos fuerza y habilidad, inteligencia y, además, corazón.

¿Por qué digo esto? Porque los lobos de otras manadas no poseen una humanidad muy notable.

El salvajismo predomina en los alfas. La sed de sangre, las cacerías, la posesión de tierras y también la esclavización de los que sobrevivían a una batalla.

Me coloqué una camiseta de color verde oscuro y unos shorts cómodos. A mi madre le iba a dar un infarto. Ella pretendía que me cambiara y estuviera lista unas tres horas antes de la cena.

La cena de apertura, del gran evento de la cacería era casi tan importante como la cacería en sí para los lobos. Se celebraría en nuestra mansión y, por lo tanto, mis padres eran los anfitriones.

Mi madre hizo una mueca de horror cuando me vio.

—¡Lumen! Debes cambiarte ahora mismo. Tenemos que estar, al menos dos horas antes por si los invitados comienzan a llegar. —dijo ella, que iba de un lado a otro, dirigiendo a los empleados para que todos supieran que hacer.

La cantidad de meseros y cocineros omegas que había en la enorme cocina era increíble. Los omegas ocupaban esa clase de trabajo, ellos eran los más débiles de la manada, no podían pelear. En la manada, se les ofrecía protección y trabajo. Los protegíamos de los peligros que representaban los otros lobos de territorios enemigos.

Aquí, los omegas tenían su propio salario y libertad. No era como en las otras manadas, donde los lobos que no podían pelear se transformaban en esclavos.

—Lo haré. Luego de entrenar un poco más. —dije, sonriendo con complicidad.

Observé que mi padre se acercaba, estaba bajando las escaleras. Habló con su beta, que estaba allí también, ayudando con la organización.

—Hija. —me saludó, yo siempre había sido consentida por mi padre.

—Papá. Mamá no deja que vaya a entrenar un poco. —objeté, mirándolo con los ojos brillantes.

—Lysa. —Papá observó a mi madre con algo de reproche. —Sabes que Lumen es una loba guerrera. Es la más fuerte de la manada después de mí. Esta manada dependerá de ella cuando se convierta en alfa y yo le dé el mando al final de esta cacería.

Sus ojos brillaron de orgullo. Lo abracé. Desde que era pequeña, mi padre me decía que sería muy fuerte. Me entrenó desde que era una pequeña cachorra de loba que apenas si podía correr.

Mi madre me miró con una sonrisa.

—Es cierto. A veces olvido que además de ser la más hermosa de todas las chicas de dieciocho años, también eres la más fuerte. —sonrió, abrazándome. —Ve a entrenar, mi amor, tendré listo tu vestido y a la estilista para que te peine.

Cumplí con mi objetivo. Sonreí.

—Los amo. —me despedí rápidamente, mis padres realmente eran buenos conmigo.

Estaban orgullosos de mí. En la escuela, tenía notas excelentes, este año había terminado y me gradué de la secundaria con honores. Pronto tendría el honor de ser nombrada la siguiente alfa.

Salí de la mansión por una de las ventanas, transformándome en loba. Mi forma era del color de la plata, brillante y con pelaje suave. Me introduje en el bosque corriendo entre los árboles frondosos, mezclándome con ellos.

Nuestro territorio, se extendía abarcando kilómetros y kilómetros. Yo lo conocía de memoria, cada parte, cada rincón.

O al menos, eso fue lo que creí. Debí seguir corriendo sin rumbo alguno por el bosque, hasta escapar de mi destino.

Hubiera sido una opción más amable para mí.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP