Promesa

La llegada del rey alfa al territorio de la manada Sombra de lobo fue toda una conmoción. Toda la comitiva llegó antes del mediodía. El alfa Zathun dio la bienvenida al rey y a todos los que lo acompañaban.

Les concedieron las habitaciones más lujosas de la mansión. Belcekar y su esposa estarían en la suite más elegante. Toda la manada iba a ser hospedada en la gran mansión.

—No eran mentiras. Las mujeres aquí son muy bellas. —dijo uno de los lobos jóvenes, Zack.

Seth sonrió. Estaban ocultando las intenciones verdaderas de saquear las tierras. El acuerdo se propondría antes de la velada a la luz de la luna. El rey alfa enfrentaría a Zathun en privado para ofrecerle el acuerdo. Si lo aceptaba, no sé derramaría sangre.

—El rey ha dicho que debemos especificar qué es lo que queremos antes de pactar el acuerdo. He pedido a dos omegas para que limpien mi establo. —dijo Seth, entre susurros, mientras Zack lo seguía.

Se apartaron lo suficiente del grupo para que nadie los escuchara. Observaron a todos los presentes de las distintas manadas. Pero pusieron mucha atención en los Sombra de lobo.

—Sí, yo pediré a una de esas chicas. Mírala, la pelirroja es una belleza. —Zack señaló con la cabeza al grupo de chicas que se acercaba para buscar bocadillos a una de las grandes mesas.

Zack era uno de los rastreadores expertos de la manada. Ambos lobos podían exigir algo que quisieran porque tenían una buena posición.

Seth observó al grupo. Luego, sonrió. Se quedó hipnotizado mirando a la joven que venía caminando un poco más atrás que las dos chicas.

—Yo la quiero a ella. joder, mírala. Es como si fuera una diosa… —dijo, mirando a Lumen mientras se quedaba sin palabras.

La joven era hermosa, incluso con esa vestimenta sencilla de guerrera. Estaba vestida para entrenar. Su cabello estaba trenzado, su rostro era tan atractivo que Seth no podía dejar de mirar sus labios rosados y redondeados.

—Espera a que le quite toda esa ropa que lleva puesta. —dijo Seth, sonriente, entrecerrando los ojos y rascándose el cabello castaño y rizado. —Puedo ver que es perfecta para mí. Se la pediré específicamente al rey.

Él tenía los ojos verdes aceitunados y era delgado. No era tan guapo como Athius y todo mundo se lo recordaba demasiado seguido. Además de que era el segundo más fuerte. Estaba a la sombra del príncipe, siempre opacado. Llevaba un tatuaje debajo del ojo que lo hacía ver más severo. No tenía una expresión amable. Todas las anteriores novias que había tenido huyeron del territorio y otras, estaban muertas. Tenía una fama terrible, era peligroso y déspota. Como hijo del beta, podía hacer lo que deseara.

La manada real se adecuó a las celebraciones. El resto de los invitados realizó diferentes actividades. Muchos se aventuraron al bosque para entrenar. La cacería era una prueba para los guerreros.

Ninguno de los miembros de la manada real fue a entrenar. Ellos tenían otros modos de entrenar. Su fuerza era más salvaje, despiadada y sangrienta. Su entrenamiento era mucho más duro. Esto era un juego para ellos.

El rey alfa recibió los diferentes pedidos antes de concretar una reunión. Los pedidos eran los de siempre. Esclavos, mujeres, riqueza. Era lo que se esperaba recibir de una manada de menor poder.

Belcekar se acercó a Zathun con la intención compartir un momento. Le enseñó una botella de vino.

—Tengo negocios para proponerte, viejo amigo. —le dijo Belcekar, sonriendo con naturalidad.

Ambos eran lobos viejos. Sabían del valor de un vino añejado. Zathun observó la botella y sonrió.

—Es un placer para mí. —respondió, agachando levemente la cabeza en señal de respeto.

Los dos entraron al estudio personal de Zathun, donde abrieron el vino y sirvieron las dos copas.

—Cuénteme, majestad. ¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó Zathun, él era sumamente cortes, un alfa que sabía manejarse en la sociedad.

A lo largo de los años, Zathun manejó muchos negocios. Su fuerte era la negociación. Era inteligente, hábil para cerrar tratos. Sabía cuándo atacar y cuando no. Su prudencia era notable. Es por eso que Belcekar sabía, que no opondría demasiadas resistencias. Además de que, no tenían ninguna clase de oportunidad contra ellos.

—Es un asunto de oro. —Belcekar sonrió, comenzando con su exigencia.

El rostro de Zathun fue transformándose. La expresión de anfitrión alegre se transformó en temor. Para un alfa, tener una conversación de esta clase con un rey era lo peor que podías imaginar. Un destino funesto.

El hecho de tener que entregar las minas de oro era ya un motivo de tristeza, de luto. El alfa Zathun había encontrado las minas hacía un corto tiempo. Sus exploradores estaban diagramando si era optimo empezar a excavar en el verano. Eran minas ocultas. No pensó que el rey las tuviera en la mira.

Quiso negarlo todo, pero era una sentencia de muerte. Pensó en que diría su hija, Lumen, cuando supiera que iban a regalar la riqueza que era suya por derecho y territorio.

Pero todo empeoró a medida que el rey fue dando las condiciones del acuerdo. Cuando especificó quienes tendrían que ir a la manada real, como si fueran simples objetos, palideció al escuchar que uno de esos pobres futuros esclavos era su hija.

—Lumen… —soltó, tartamudeando.

—¿Qué dices, Zathun? —preguntó el rey, con un vozarrón tan imponente que la copa de vidrio se desquebrajó.

El alfa sabía que era imposible ganar. Esta pelea desembocaría en una cruda matanza.

—Respetaré el periodo de paz en las celebraciones de la cacería. No somos salvajes. —sonrió, con malicia. —Me gustaría que nuestro acuerdo sea respetado.

—Mi hija… —Zathun no iba a dejar que su hija fuera entregada como esclava, era demasiado, no podría soportarlo. —Una de las jóvenes que reclamas es mi hija.

El rey alfa se sorprendió. No esperó que la chica que Seth reclamara fuera la hija de Zathun. Dejó escapar un suspiro. Todo esto era un simple juego para él.

—No lo sabía. —Arqueó una ceja. —El chico, Seth, es hijo de mi beta. Es un buen partido para tu hija. Podría tomarla como esposa. ¿No lo crees? Tu hija tendría suerte si el la aceptara. Tu linaje es corriente. Ustedes son peleadores mediocres. Ni siquiera sé si sería una esclava útil ¿Le has enseñado a fregar platos? ¿A barrer?

—Mi Lumen no puede ser vendida como una esclava… No lo permitiré… —Zathun apenas si podía responder, por su mente pasaba todo lo que iba a tener que decir, como entregaría los territorios sin que los demás supieran.

Las otras manadas verían la debilidad. Si entregaba el oro sería una declaración de derrota ante cualquiera. Vendrían a acecharlos de todas partes. Zathun comprendía que no eran los más fuertes. Nunca se lo dijo a su hija, pero su manada, Sombra de lobo, era de las más débiles de entre las manadas poderosas. Podían aplastarlos si querían, si la manada real les quitaba el apoyo.

—Lo siento, majestad. Es solo que… Usted comprende que regalar algo tan importante como el oro será algo que las otras manadas consideraran como…

—Debilidad. —el rey alfa soltó una carcajada con desprecio hacia Zathun, que tenía un poder muy pequeño en comparación del suyo. —Ustedes en sombra de lobo son muy pretenciosos. A ver, déjame que arregle esto. Las minas no han sido anunciadas todavía ¿No?

Asintió.

—Entonces nadie sabrá que me las has dado. Los esclavos que vengan a mi territorio serán un regalo de tu parte. Además, tu hija no será esclava, a menos que haga alguna tontería. Se casará con Seth, le diré a él que te pida permiso a ti como si fueras una familia con buen linaje. No todos los días un guerrero de la manada real te da una oportunidad así. —hizo una mueca de desprecio. —Si algo llega a salir mal en este acuerdo, ¿Sabes lo que ocurrirá? Arrodíllate ahora.

La voz del rey alfa era sumamente severa. Zathun temblaba de pies a cabeza. A pesar de ser un alfa formidable, era tan pequeño en comparación al rey. Sabía que las opciones eran o ceder, o morir. No quería que su manada fuera asesinada por completo por ellos.

Si se negaba, todos morirían. Lumen y su esposa, todos iban a morir en una matanza. Los lobos de la manada real esclavizarían y matarían a los que fueran una molestia. No tenía opción. El acuerdo era la única alternativa a la muerte.

Se arrodilló y el rey puso su pie para aplastarle las manos.

Zathun levantó la mirada, con un temor profundo.

—Nadie se enterará. Lo prometo, le daremos todo lo que pide, majestad. —dijo, con una voz tan temblorosa que apenas si sus palabras eran claras.

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