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Vacía riqueza

Suena el eco de los pasos apresurados de un empleado nervioso tras su jefe que se dirige a la oficina.

—Buenos días Sr. Bustamante. ¿Cómo está? —Su jefe se gira un poco para mirar de quién se trata, pero no se detiene.

—Rodríguez... —Es la única respuesta que emite levantando su ceja.

—Tenemos un problema...

—Termina de hablar Rodríguez.

—Nuestro relacionista público ha renunciado. —Bustamante se detiene en seco y mira al jefe de recursos humanos como si lo fuera a atacar.

—¿Qué has dicho?

—Nuestro...

—Si si, te escuché. ¡A mi oficina ahora! —Continuaron caminando hasta llegar a la oficina.

—Buenos días Sr. Bustamante, Sr. Rodríguez. — Les saluda la asistente de Bustamante.

—Hola Lucy, vamos a estar en reunión.

—Ok señor. —Ambos entraron a la oficina.

—¿¡Cómo puede renunciar justo ahora que necesitamos publicitar el nuevo casino!? —Bustamante golpea la superficie de su escritorio.

—Este año es el segundo relacionista que renuncia, con todo respeto señor, le temen. —Bustamante sabe que todos le temen, por lo que no objeta. Rodríguez sigue estando nervioso pero logra mantener su compostura.

—No hay tiempo para contratar a alguien y ponerlo al corriente con lo que respecte a la inauguración del casino. Yo personalmente me encargaré de esto y me reuniré con una agencia de publicidad.

—Entendido. Le enviaré los datos de contacto a Lucy para que pueda agendar la reunión.

—Ok. Puedes retirarte.

Albert Bustamante es un adinerado empresario gruñón, quien es apodado “el ogro Bustamante”. Tuvo que enfrentarse al mundo empresarial y a tener grandes responsabilidades cuando tenía veinte años. A los diecisiete sus padres y hermana se fueron a un importante evento de negocios en otra localidad y tuvieron un accidente aéreo en el que perdieron la vida, él estaba en plena etapa de rebeldía adolescente y se negó rotundamente a ir con ellos.

—¡No iré con ustedes papá! ¡Déjenme en paz! Además, ustedes no fueron a mi partido de fútbol, tenía la ilusión de que irían. ¿Por qué debo ir yo a su estúpida reunión de negocios?

—No tengo tiempo para estas tonterías Albert... Ok, te quedas pero estás castigado, cuando volvamos conversaremos mejor sobre esto. Le daré instrucciones a Doris. —Joseph, su padre, salió de su habitación con un fuerte portazo. Fue la última conversación con él.

Después de esta catástrofe tuvo que cortar de raíz con esa rebeldía, quedó a cargo de su tío Dorian hasta los veinte años, éste era frío y distante, no estaba interesado en hacerse cargo de las empresas, ya que él tenía sus propios negocios. Dorian orientó, pagó los mejores cursos e instructores de economía y finanzas para su sobrino, debido a que Albert próximamente iba a estar a la cabeza de Bustamante's Corporation a temprana edad. Este futuro era abrumador para el joven, su único e incondicional apoyo era el de su nana Doris, una mujer amorosa y comprensiva que lo había cuidado desde que nació y lo amaba como si fuera su hijo, lamentablemente, unos pocos años después ella también falleció.

Han pasado quince años desde entonces, ahora Albert es un hombre de treinta y cinco años, atractivo, elegante, 1.80 metros de estatura, de tez media, abundante cabellera castaña y unos profundos ojos cafés. A pesar de ser tan joven cuando tomó el mando de las empresas de su padre, demostró ser muy inteligente y tener grandes habilidades para los negocios, ampliando así su herencia; ahora es dueño de una red hotelera cinco estrellas, restaurantes, centros comerciales, edificios, entre otros, y continúa exandiendo sus inversiones y fortuna. La personalidad que da a conocer es la de un hombre estricto y calculador en los negocios, prepotente con sus empleados, adicionalmente es mujeriego, superficial, egocéntrico y arrogante, detestado en secreto por muchos. Son escasas las personas que conocen quién es él realmente, ha creado una coraza que no permite penetrar, pero en ocasiones va a sitios donde sea un completo desconocido y poder ser él mismo, cree que así no perderá su esencia.

Albert no es feliz, tiene un enorme vacío que lo carcome cada día; aunque tenía algunas diferencias con su familia, siente que ellos se llevaron consigo parte de él, luego Doris. No tiene con quien compartir sus logros ni riquezas, no tiene con quien ser feliz, ni siquiera se ha enamorado. Muchas veces intenta llenar desesperadamente ese vacío haciendo grandes fiestas casi todos los fines de semana, rodeándose así de personas adineradas y banales, alcohol, lujos y sexo.

Esta noche él no había tomado ni una sola gota de licor y tampoco tenía muchos ánimos de hacer sus excentricidades en la mega fiesta, puesto que se sentía algo melancólico. Albert ya estaba agobiado de todo ese ambiente trivial, a su vez, ese día había perdido un objeto muy valioso para él, el cual llevaba con sigo a donde quiera que fuera, un obsequio de su nana antes de morir y por ello le preciaba como ningún otro en el mundo. Durante largo rato estuvo de pie, apoyado contra la pared y las manos en sus bolsillos, alejado de la multitud pero podía observar dentro del gran salón, todos bebían, comían, se divertían, reían y gozaban de todo aquello que él estaba auspiciando; observaba lo superficial de su vida y círculo, aceptando que esto jamás llenaría su gran vacío ni le daría la felicidad que tanto añora. Fue en ese momento, que eso que estaba reteniendo en su interior y que lo consumía terminó de surgir con una fuerza descomunal. Aquella profunda tristeza y soledad estancada estallaron con lágrimas que brotaban a borbotones. Albert corrió hacia un apartado jardín del salón que, para su fortuna parecía estar solo; nadie se percató de nada. Cruzó sus brazos sobre el borde de una barandilla y hundió su cabeza entre ellos, llorando desconsoladamente como un niño.

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