Ella

El jardín cercano al salón de fiestas era de ensueño, consistía en un gran cuadrado con arbustos y árboles perfectamente podamos, flores de diferentes especies, formas y colores que lo hacían parecer una fantasía, en el centro había una enorme fuente de sirena con algunos bancos de concreto, el jardín estaba rodeado de barandillas que daban vista hacia la playa. Albert ya tenía largo rato sollozando en la misma posición, cerca de la fuente se encontraba una mujer que lo había estado escuchando con inquietud desde que él llegó al lugar, pero con temor de acercarse por tratarse de un desconocido. Finalmente, ella caminó hacia él y se detuvo a su lado, colocó una de sus delicadas manos en el hombro de Albert y con voz baja le preguntó:

—Disculpe, ¿Se encuentra bien? —Albert levantó brúscamente su cara empapada de lágrimas, había olvidado por completo dónde estaba. Tenía la vista empañada y trató de secar torpemente sus lágrimas con las manos desnudas para mirar quién le hablaba. Rápidamente ella sacó un pañuelo de su pequeño bolso de fiesta plateado y se lo ofreció con una dulce sonrisa.

—Tenga... creo que le puede ayudar más que a mi. —Al verla con claridad quedó deslumbrado por su delicada belleza, era una hermosa mujer de cabellera castaña y lisa hasta los hombros, unos adorables ojos color miel que brindaban calidez, su piel de tonalidad media lucía suave y delicada que contrastaba a la perfección con el matiz verde de su vestido. Ella llevó su mano al pecho con cara de preocupación.

—¿Puedo ayudarle en algo? ¿Le busco agua o alguna bebida? — Albert solo la contemplaba con sus ojos enrojecidos de tanto llorar, sin articular palabras y con el pañuelo de la mujer aún en su mano extendida. Después de unos largos segundos de silencio, él al fin reaccionó con voz algo ronca.

—E..eh, no gracias, es mu... muy amable...

—Si quiere nos sentamos un momento allá, a un lado de la fuente, hay un banquito. No creo que usted esté recuperado tan pronto, así que le acompañaré hasta que lo vea con mejor semblante, no puedo dejarlo por ahí en este estado. —Ella le dice guiándolo con su mano.

— ...Gracias... ¿Nos hemos visto antes? —Cuestiona Albert, mientras se sientan.

— Hmmmm, la verdad es que no lo creo, su rostro no me parece familiar. —Responde la mujer observándolo pensativamente. Albert no puede creer que ella no sepa quién es él y no le esté hablando con un interés banal de por medio, además, parece genuinamente preocupada por un extraño.

—No quiero importunarla señorita... Estaré bien, soledad suele ser mi mejor compañía. —Él comenta, esta vez desviando su mirada hacia sus manos, pues, se sintió algo apenado.

—¡Oh! Que triste. Opino que soledad no es muy buena compañera, aunque yo no sea la persona más apta para decirlo... —Ella le sugiere y hace una pausa. — Sé que cada persona libra sus propias batallas, pero hoy he aprendido que siempre hay alguien librando una peor que la nuestra, por más terrible que nos parezca. Todo tiene solución en esta vida, excepto la muerte, le aseguro que en algún lugar o de algún modo podrá ganar su batalla, debe ser fuerte y luchar un poco más, logrará ver su luz al final del túnel. — Ella le dio un suave apretón en su muñeca y nuevamente le sonrió amablemente.

—Guau, estoy realmente muy agradecido por su apoyo. Es muy amable...

—No se preocupe, no es nada. —Nuevamente ella le regala un tierno gesto, luego mira hacia el cielo. —Mírelas... Las estrellas están hermosísimas, se pueden contemplar perfectamente, es algo que siempre me ha fascinado de este lugar... Ojalá pudiéramos ver alguna estrella fugaz. — Albert la mira por un momento, observa a aquella mujer maravillada por la belleza del cielo nocturno, por su simplicidad extraordinaria, seguidamente él también mira hacia el cielo.

—¿Pedirá su deseo si vemos alguna estrella fugaz? —Pregunta él.

—¡Claro que sí! Realmente no sé si se cumplen pero me encanta eso, es emocionante y me lleva a la infancia. ¿Usted cree en ellos?

—No, pero igual los pido, no desaprovecho la oportunidad. —Responde Albert con una pequeña sonrisa apenas dibujándose en su rostro. Durante largo rato estuvieron charlando como si ambos se conocieran desde hace mucho tiempo, para él era una conversación real con alguien a quien no le importaba su estatus ni quería sacar provecho de ello, una conversación genuina.

—¿Siempre viene a éste hotel?

—No, es la primera vez que vengo. Pero si frecuentaba estas playas más joven, la última vez que vine a éste lugar estaba en construcción.

—Vaya, fue hace mucho tiempo. ¿Le ha gustado?

—Me ha fascinado éste jardín y las áreas al aire libre.

—Toda esta red hotelera posee jardines así o más hermosos.

— ¿De verdad? ¡Me encanta! No lo sabía, es un toque único y acogedor. Mi...

Su agradable conversación fue interrumpida por una llamada entrante al teléfono celular de ella.

—Discúlpeme, debo contestar... —Él asiente.

—¿Aló? ... —Tranquilas, estoy bien. ¿Dónde están ustedes? ... —Ok ok. Ya voy para allá... —Bye.

Ella guardó su teléfono y escrutó a Albert con la mirada para serciorarse de que él se encontrara un poco mejor.

—Lo siento, debo irme ya. ¿Se siente un poco mejor?

—Por supuesto, su compañía ha sido muy gratificante... —Ambos se ponen de pie para despedirse, el corazón de Albert late a mil por horas, quiere pasar más tiempo con ella y saber más, como un pequeño no entiende qué siente ni cómo manejarlo, en un impulso desmedido colocó sus manos a ambos lados del rostro de la chica y la atrajo hacia él plantando un beso apasionado en sus rosados y suaves labios. Ella no esperaba ésto, fue muy repentino; la mujer reaccionó tan pronto como pudo dando un fuerte rodillazo en la entrepierna de Albert soltándola así de inmediato, cuando éste se inclinó a sujetarse por el fuerte dolor que sintió, ella concluyó con una bofetada.

—¡No sé cómo pudo mal interpretar las cosas!

—Lo... lo siento... No quise ofenderla... Espere... —Habló Albert con voz entrecortada por su agudo dolor, a su vez tratando de recuperar la compostura.

—Pues lo hizo. ¡Adiós!

Ella se alejó rápidamente, realmente muy molesta. Él intentó seguirla, pues no sabía de ella ni su nombre y quería volver a verla, pero su dolor no le permitió avanzar más de tres pasos, entendió que había metido la pata hasta el fondo.

Tras algunos minutos Albert recuperó la compostura y salió en búsqueda de la mujer que despertó en él nuevos y extraños intereses, buscó por todo el salón y parte del hotel pero se había esfumado, inmediatamente saca su teléfono celular, selecciona uno de sus contactos y realiza una llamada.

—Frank, tengo un trabajo para ti.

—Señor, dígame...

Pasado el mediodía Albert es despertado por una línea de claridad que daba en su rostro, ésta se filtraba por las cortinas de la habitación donde se alojaba. Se movió perezosamente entre las sábanas, no quería levantarse, de forma fugaz llegó a sus pensamientos el rostro de la chica que conoció en la noche, necesitaba encontrarla. Repentinamente pega un brinco que lo saca de la cama rápidamente, al sentir una mano que acaricia su pecho y bajaba buscando su intimidad; había olvidado que después de algunos tragos y excesos terminó la noche con Sasha, una rubia supermodelo de ojos verdes con quien ha tenido sexo casual.

—¡Oh m****a! Precisamente Sasha. —Albert trataba de evitarla, sí tenían buen sexo y es bellísima pero le molestaba su voz, ella era agobiante e inmadura, la típica rubia hueca.

—Bebé, ven a la cama un rato más. —Le dice aún somnolienta.

—Vístete. —Él le dice cuando se dirige hacia el baño.

—¿Nos duchamos juntos?

—No.

—¡Qué gruñón!

Albert se da una larga ducha con agua fría y se vistió en el mismo baño. Al salir, Sasha ya estaba lista y despampanante como siempre, se acercó a él de forma seductora y comenzó a juguetear con el cuello de su chemise.

—¿Podría irme contigo hoy? Mi chófer me acaba de informar que se accidentó el auto. —Albert la mira seriamente y aparta sus manos de él con suavidad.

—Ok. Partimos en diez minutos.

—Gracias guapo. —Le estampó un beso en los labios. —Voy a buscar mis cosas.

Cuando estaban guardando el equipaje en su auto deportivo, Albert tuvo la sensación de que los observaban, escuchó a una chica llamar a su amiga desde un auto y giró a ver de quién se trataba la mujer que corría hacia ellas, pero no logró divisar su rostro. Él no ha podido sacar de su cabeza a la chica que conoció la noche anterior y tenía la esperanza de volver a verla antes de partir.

El viaje de regreso fue eterno para Albert con Sasha como su acompañante, no la envío con Frank porque él tenía un encargo y debía quedarse. En casi todo el camino ella lo sedujo y al llegar, trató de convencerlo de quedarse en su departamento acariciándole la entrepierna y besándole en el cuello.

—No puedo, sabes que mañana es lunes y soy estricto con el trabajo.

—Sabes que nos divertiremos, eres el dueño de todo y puedes hacer una excepción. —Por sus besos y caricias él ya estaba empezando a excitarse. Sin decir nada, Albert la hizo incorporar correctamente en el asiento del copiloto, bajó del auto, sacó el equipaje y le abrió la puerta a Sasha.

—Nos vemos Sasha... —Ella parpadeó sorprendida, pensó que había logrado convencerlo de quedarse.

—¡Oh! Tu te lo pierdes.

—Supongo que si.

Finalmente en casa, Albert se siente exhausto debido a su trasnocho, por lo que se recuesta tan pronto termina de cenar. No deja de pensar en aquella chica, ella se está convirtiendo en su último pensamiento antes de dormir y el primero al levantarse.

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