Es de madrugada y Albert no logra conciliar el sueño, no deja de pensar en Corina y en su mirada cuando le pedía que se quedara, pero no sabe cómo dar un paso hacia adelante sin que ella de varios hacia atrás, más sus razones para no permitir un acercamiento. —¡Joder! ¿Qué hago? Piensa, piensa... No hagas algo estúpido. —Debido a que una de las razones de Corina para no aceptar una cita era su relación laboral, se le ocurrió no hacerle ningún tipo de propuesta o insinuación hasta culminar el proyecto, esfuerzo que tendría que hacer para no errar como lo había hecho antes.Corina observa cómo lentamente se va filtrando la luz del amanecer a través de la ventana de su habitación; apenas durmió pensando en su reunión con Albert, no sabe cómo actuar esta vez. Se levanta para tomar un largo baño, al salir de la ducha se coloca la medalla de la Virgen Milagrosa que encontró la última vez que fueron a la playa, ha empezado a usarla con más frecuencia, se observa en el espejo
Pasadas las horas de la tarde, Corina llega a su cubículo en el departamento de marketing después de haber tenido una reunión con un cliente fuera de las oficinas; el piso estaba particularmente silencioso, ella miró a su alrededor con curiosidad y notó que había pocas personas; colocó sus cosas sobre el escritorio y se dirigió hacia la oficina de Anna, quien era la directora creativa y una de las dueñas de la empresa.Anna Cárdenas es una mujer de unos sesenta años, tez morena, de mediana estatura, cuerpo curvilíneo, ojos cafés, nariz redondeada y labios en forma de corazon—Buenas tardes sra. Anna. ¿Puedo pasar? —Pregunta Corina tocando y abriendo un poco para asomarse. —Adelante Corina... —Ella entra.—Vengo a traer mi reporte de la reunión con el representante de Orión...—Estupendo, supongo que todo salió como se esperaba y aún mejor. —Corina sonríe —Exactamente sra. Anna...—Genial... —Anna se levanta de su asiento y camina hacia una de los estant
El cáncer es una enfermedad difícil de asimilar, aún más si aparece por segunda vez. Diana Campello ha sido una mujer que la vida le ha dado varios reveses, pero con la noticia de un tumor maligno en sus ovarios justo después de la muerte de su esposo fue el revés más estruendoso que pudo llevar.Cuando solo tenía cinco años, su joven madre la dejó al cuidado de su abuela para irse con su amante, sin mirar atrás; por fortuna, gracias al amor incondicional de su abuela y al apoyo de la familia Méndez, quienes eran sus vecinos, salió adelante. Diana siempre ha sido una persona guerrera, de carácter fuerte y perseverante, aunque su delgada y pálida figura demuestre lo contrario. Al estar en la universidad, el frágil cuerpo de su abuela no aguantó más y falleció; luego, con el total respaldo de los Méndez pudo continuar su carrera de odontología, durante sus estudios universitarios fue donde conoció al amor de su vida, John. Él la amó hasta el último de sus días, la trató con d
El teléfono de Corina no deja de sonar con la llamada entrante de uno de los fotógrafos.—Es el fotógrafo del proyecto. Le dije que solo me llamara si se trataba de una emergencia. Discúlpenme, de verdad... Debo contestar. —Comenta Corina algo apenada con sus amigas.—Tranquila...—¿Diga?—Hola srta. Méndez, lamento molestarla... Se han presentado una serie de contratiempos. —Hola Carlos. Me lo imaginé en cuanto vi que eras tu. ¿Qué sucede?—No hemos logrado avanzar casi nada. El representante del sr. Bustamante y el nuestro, tienen terribles diferencias y todo se ha vuelto un conflicto, es un caos. En éstos dos días prácticamente nos hemos sentado a verlos discutir.—¡Dios! Es peor de lo que pensé. El Sr. Bustamante está al tanto de ésto?—No, no está al tanto. Su personal no ha querido mencionar nada al respecto, supongo que por temor.—Guau, esto se pondrá más incómodo. Llamaré para agendar una reunión con él y te comunicaré qué vamos a hacer.—Excelente srta. Méndez. Estaré al pen
Alexander Moncada, el socio de Albert había estado atento a cada movimiento de Corina desde que salió de la oficina de Albert.—¿Corina Méndez? —Pregunta cuando Corina se dispone a seguir con su camino para marcharse.—Disculpe, ¿lo conozco? —Ella responde extrañada.—No puede ser que ya no me recuerdes. Soy Alexander Moncada. —Corina escruta incrédula sus facciones detalladamente y lleva las manos a su boca sorprendida al notar que es la persona que él dice ser.—¡Oh por Dios! ¡Alex! —Inmediatamente ella lo abraza fuertemente y se separa para verlo de nuevo. Él estaba muy contento. —¡En serio, no puedo creer que seas tu! Mírate, te ves...—¿Delgado y guapo? —Suelta una carcajada.—Tonto, ¡no!, bueno si, pero no era eso lo que iba a a decir... Luces diferente, hasta eres más alto que yo ahora. ¿Qué sucedió contigo? Te esfumaste.—Larga historia, pero te resumo que mis padres quisieron mudarse a España sin mencionarme una sola palabra hasta que llegó el mo
Es temprano en la mañana y Corina tiene todo en orden antes de que llegue Avril a relevarla para marcharse a trabajar, ya ayudó a Diana con su aseo personal y la apoya en su pequeña caminata matutina por la habitación, pues, debe tratar de hacerlo cada cierto tiempo. —¡Hola! ¡Hola! Buenos días chicas. Ya llegué. —Buenos días Avril...—Lindo día Avril... —Aun está Corina ayudando a Diana a caminar por la habitación. —¡Oye, estás caminando súper bien! Casi no te encorvas por la herida.—Trato de caminar erguida, aunque no es muy fácil, sientes que las heridas se abrirán. —Vaya, sebe ser muy desagradable. ¿Cómo estuvo la noche?—Cada vez es menos incómodo dormir, así que pudimos descansar alguito. —Me alegro que estés mejorando rápidamente. —Gracias Av...—Oye Cora, ¿no se te está haciendo tarde ya? Son las 8:15 a.m.—¡Mierda! Es cierto y aún no estoy lista. —Corina corrió al baño a colocarse un poco de maquillaje y su calzado. Hoy
Caminando hacia la habitación de Diana, Corina iba a pasos lentos, pensativa y algo preocupada por lo que está sintiendo, que, finalmente admite y le teme. Entra a la habitación, cierra la puerta, se recuesta de la misma, aprieta sus ojos y respira profundo.—¿Cora, te sucede algo? —Se acerca Avril. Corina olvidó por un momento que acaba de entrar a la habitación donde se encontraban sus amigas.—¡Ah! No, nada... Solo estoy cansada, no importa. —Diana y Avril se miran a la cara y saben que miente.—¿Segura? —Si... Tranquilas. ¿Cómo estuvo el día? —Ellas no le creyeron, pero no le tocaron más el tema. Cuando se sienta preparada lo contará, si es que lo hace. Ya que Corina es algo reservada.—Bien, ¡mira! Ya me quitaron los tubos de los fluidos internos. Así que voy bastante bien.—¡Es genial! ¿Y los dolores?—Son tolerables... No te preocupes, hoy todo ha estado bajo control por acá.—Muy bien... A veces siento remordimiento por no quedarme todo el dí
El borde de la terraza estaba compuesto por barandas de vidrio templado, desde donde se vislumbraban las luces lejanas de la ciudad. Corina siguió directamente al barandal, puesto que Albert se encontraba en el fondo de la piscina y no quería molestarlo; ella sentía en su rostro la suave y fresca brisa de esta noche calurosa, la cual disfrutó y relajó. —¡Hey! No me di cuenta de cuándo saliste.—No quise interrumpirte. —Albert sale del agua, toma una toalla de una de las tumbonas y se dirige hacia Corina mientras se seca el cabello y la cara.—¿Te sientes mejor? —Corina se queda distraída observando la musculatura perfectamente definida de Albert sin poder disimular. —¿Quieres tocar? —Le dice con humor, a lo que ella reacciona apenada mirando hacia otro lado.—Eh, ¿qué me decías?—Preguntaba si ya te sientes mejor.—¡Ah! Eso... Si, un poco. —Él se ubica a su lado.—Que bueno. ¿Quieres hablar sobre eso? —Ella lo mira a los ojos algo melancólica, luego