Desesperanza

El borde de la terraza estaba compuesto por barandas de vidrio templado, desde donde se vislumbraban las luces lejanas de la ciudad. Corina siguió directamente al barandal, puesto que Albert se encontraba en el fondo de la piscina y no quería molestarlo; ella sentía en su rostro la suave y fresca brisa de esta noche calurosa, la cual disfrutó y relajó.

—¡Hey! No me di cuenta de cuándo saliste.

—No quise interrumpirte. —Albert sale del agua, toma una toalla de una de las tumbonas y se dirige hacia Corina mientras se seca el cabello y la cara.

—¿Te sientes mejor? —Corina se queda distraída observando la musculatura perfectamente definida de Albert sin poder disimular.

—¿Quieres tocar? —Le dice con humor, a lo que ella reacciona apenada mirando hacia otro lado.

—Eh, ¿qué me decías?

—Preguntaba si ya te sientes mejor.

—¡Ah! Eso... Si, un poco. —Él se ubica a su lado.

—Que bueno. ¿Quieres hablar sobre eso? —Ella lo mira a los ojos algo melancólica, luego
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