Alexander Moncada, el socio de Albert había estado atento a cada movimiento de Corina desde que salió de la oficina de Albert.
—¿Corina Méndez? —Pregunta cuando Corina se dispone a seguir con su camino para marcharse.—Disculpe, ¿lo conozco? —Ella responde extrañada.—No puede ser que ya no me recuerdes. Soy Alexander Moncada. —Corina escruta incrédula sus facciones detalladamente y lleva las manos a su boca sorprendida al notar que es la persona que él dice ser.—¡Oh por Dios! ¡Alex! —Inmediatamente ella lo abraza fuertemente y se separa para verlo de nuevo. Él estaba muy contento. —¡En serio, no puedo creer que seas tu! Mírate, te ves...—¿Delgado y guapo? —Suelta una carcajada.—Tonto, ¡no!, bueno si, pero no era eso lo que iba a a decir... Luces diferente, hasta eres más alto que yo ahora. ¿Qué sucedió contigo? Te esfumaste.—Larga historia, pero te resumo que mis padres quisieron mudarse a España sin mencionarme una sola palabra hasta que llegó el moEs temprano en la mañana y Corina tiene todo en orden antes de que llegue Avril a relevarla para marcharse a trabajar, ya ayudó a Diana con su aseo personal y la apoya en su pequeña caminata matutina por la habitación, pues, debe tratar de hacerlo cada cierto tiempo. —¡Hola! ¡Hola! Buenos días chicas. Ya llegué. —Buenos días Avril...—Lindo día Avril... —Aun está Corina ayudando a Diana a caminar por la habitación. —¡Oye, estás caminando súper bien! Casi no te encorvas por la herida.—Trato de caminar erguida, aunque no es muy fácil, sientes que las heridas se abrirán. —Vaya, sebe ser muy desagradable. ¿Cómo estuvo la noche?—Cada vez es menos incómodo dormir, así que pudimos descansar alguito. —Me alegro que estés mejorando rápidamente. —Gracias Av...—Oye Cora, ¿no se te está haciendo tarde ya? Son las 8:15 a.m.—¡Mierda! Es cierto y aún no estoy lista. —Corina corrió al baño a colocarse un poco de maquillaje y su calzado. Hoy
Caminando hacia la habitación de Diana, Corina iba a pasos lentos, pensativa y algo preocupada por lo que está sintiendo, que, finalmente admite y le teme. Entra a la habitación, cierra la puerta, se recuesta de la misma, aprieta sus ojos y respira profundo.—¿Cora, te sucede algo? —Se acerca Avril. Corina olvidó por un momento que acaba de entrar a la habitación donde se encontraban sus amigas.—¡Ah! No, nada... Solo estoy cansada, no importa. —Diana y Avril se miran a la cara y saben que miente.—¿Segura? —Si... Tranquilas. ¿Cómo estuvo el día? —Ellas no le creyeron, pero no le tocaron más el tema. Cuando se sienta preparada lo contará, si es que lo hace. Ya que Corina es algo reservada.—Bien, ¡mira! Ya me quitaron los tubos de los fluidos internos. Así que voy bastante bien.—¡Es genial! ¿Y los dolores?—Son tolerables... No te preocupes, hoy todo ha estado bajo control por acá.—Muy bien... A veces siento remordimiento por no quedarme todo el dí
El borde de la terraza estaba compuesto por barandas de vidrio templado, desde donde se vislumbraban las luces lejanas de la ciudad. Corina siguió directamente al barandal, puesto que Albert se encontraba en el fondo de la piscina y no quería molestarlo; ella sentía en su rostro la suave y fresca brisa de esta noche calurosa, la cual disfrutó y relajó. —¡Hey! No me di cuenta de cuándo saliste.—No quise interrumpirte. —Albert sale del agua, toma una toalla de una de las tumbonas y se dirige hacia Corina mientras se seca el cabello y la cara.—¿Te sientes mejor? —Corina se queda distraída observando la musculatura perfectamente definida de Albert sin poder disimular. —¿Quieres tocar? —Le dice con humor, a lo que ella reacciona apenada mirando hacia otro lado.—Eh, ¿qué me decías?—Preguntaba si ya te sientes mejor.—¡Ah! Eso... Si, un poco. —Él se ubica a su lado.—Que bueno. ¿Quieres hablar sobre eso? —Ella lo mira a los ojos algo melancólica, luego
Edmundo Méndez es un apuesto viudo de unos cuarenta y ocho años, de 1.75 metros, tez blanca, ojos color verde, nariz respingada, labios finos y abundante cabellera castaña con algunas canas, es juicioso a la hora de ejercitarse, por lo que mantiene su cuerpo en forma. Es un prestigioso arquitecto del bufete de arquitectos más grande de la ciudad. Desde la muerte de su esposa no ha tenido relación seria y formal, de vez en cuando tiene encuentros casuales, sin ningún compromiso. En ocasiones, gustosamente se encarga de guiar y preparar a los nuevos arquitectos del bufete, esta vez estará a cargo de un joven apasionado de veinticinco años, de 1.85 mts., delgado, piel blanca, ojos cafés, nariz romana, labios carnosos, barba y cabello oscuro, quien lleva por nombre Rubén Dos Santos. Desde un principio ambos se llevaban bastante bien, Rubén admiraba y se sentía atraído hacia su mentor, mientras que Edmundo disfrutaba orientar y pasar tiempo con tan entusiasta joven, poco a poco empe
Avril se encontraba leyendo un libro en voz alta en la habitación del paciente misterioso, le gustaba hacerlo, creía que en lo más profundo de su sueño él podía escucharla leerle Orgullo y Prejuicio, una de sus novelas favoritas. Había transcurrido una semana desde que éste había estado bajo sus atenciones; todos los días ella lo visitaba y le leía, en las horas que podía.Su lectura se ve interrumpida al escuchar algunas quejas quedadas del hombre, quien también empieza a moverse y a abrir lentamente sus ojos. La visión borrosa empieza a aclararse poco a poco y observa a una chica de piel canela y labios de muñeca acercarse cuidadosamente, posar su mano en su brazo y hablarle casi en un susurro.—¡Hola! Qué bueno que estás despertando. No hagas esfuerzo, iré a buscar al doctor. —Avril salió corriendo de la habitación.Al poco rato vuelve con el médico, un hombre algo mayor. Lo examina minuciosamente.—Bienvenido de vuelta señor... —El paciente asiente.—¿Cómo lo
Algunos días habían transcurrido desde que Alexander despertó, su rostro poco a poco se desinflamaba y los moretones se disipaban, dejando ver sus facciones con el paso de los días; con algunos ejercicios y fisioterapia estaba recobrando su movilidad habitual, que, aunque no estuvo tanto tiempo en coma, bastó para atrofiar algunos músculos de su cuerpo. Albert seguía quedándose en las noches a cuidar de él, en caso de no poder lo hacía Frank, Avril o Corina; sus padres aún no estaban enterados de lo sucedido y Charlotte tenía poco tiempo de haberlo hecho, pero Alexander le insistió en que no era necesario que dejara España por él. Faltaban pocos días para la inauguración del casino, lo que marcaría el final del proyecto, la fecha de éste evento tenía tanto a Corina como a Albert ansiosos. Ellos no habían dejado de comunicarse todo este tiempo, por llamadas y mensajería instantánea; sin embargo, no coincidieron en las visitas que hacían regularmente a Alexander ni tuvieron
Finalmente, había llegado el día en que el proyecto con Albert Bustamante culminaría. Esta noche sería la inauguración del casino, Corina estaría presente en el evento para estar al pendiente de que los detalles pertinentes a su área terminen de salir perfectamente. En su interior, se encontraba muy ansiosa, no sabía qué sucedería entre ella y Albert. En un principio planeó cortar toda relación con él cuando esto culminara, pero temerosamente quiere seguir viéndolo aun cuando se esté haciendo suposiciones erradas de un romance entre Albert y alguna otra mujer. Albert también se sentía ansioso porque nuevamente intentará conquistar a Corina abiertamente, pues, ya no tendrían una relación laboral y sería una excusa menos para que ella aceptara su invitación; aunque se llevan muchísimo mejor, no sabe qué reacción podría tener ella al tocar el tema.Corina se preparó en casa de Diana, las chicas estaban entusiasmadas por éste evento, no estarían presentes pero ayudar a su amig
A avanzadas horas de la mañana Corina trata de abrir sus ojos, se siente débil y con el estómago muy vacío; percibe un desagradable olor a licor en ella que la obliga a levantarse y darse una ducha. Estuvo un largo rato duchándose con agua caliente; al salir cepilló sus dientes y lengua en varias ocasiones, no soportaba ese hedor a borrachera y sentía que salía hasta por sus poros, luego, se colocó otro de sus pequeños vestidos de dormir, se sentó en la cama a peinar su cabello mojado y escuchó un ruido que provenía de la cocina haciéndola exaltar. Desde que se levantó, cada movimiento parecía hacerlo por inercia sin pensar en qué había sucedido el día anterior, aquel sonido la hizo terminar de despertar cayendo en ella todos los recuerdos de la noche, sobre todo los de su borrachera. —¡Oh no! ¿Qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué estupidez, hice? —Se decía a sí misma. Se tiró en la cama boca arriba y puso una almohada en su cara para taparla, su vergüenza no tenía comparación. Despu