El cáncer es una enfermedad difícil de asimilar, aún más si aparece por segunda vez. Diana Campello ha sido una mujer que la vida le ha dado varios reveses, pero con la noticia de un tumor maligno en sus ovarios justo después de la muerte de su esposo fue el revés más estruendoso que pudo llevar.
Cuando solo tenía cinco años, su joven madre la dejó al cuidado de su abuela para irse con su amante, sin mirar atrás; por fortuna, gracias al amor incondicional de su abuela y al apoyo de la familia Méndez, quienes eran sus vecinos, salió adelante. Diana siempre ha sido una persona guerrera, de carácter fuerte y perseverante, aunque su delgada y pálida figura demuestre lo contrario. Al estar en la universidad, el frágil cuerpo de su abuela no aguantó más y falleció; luego, con el total respaldo de los Méndez pudo continuar su carrera de odontología, durante sus estudios universitarios fue donde conoció al amor de su vida, John. Él la amó hasta el último de sus días, la trató con dEl teléfono de Corina no deja de sonar con la llamada entrante de uno de los fotógrafos.—Es el fotógrafo del proyecto. Le dije que solo me llamara si se trataba de una emergencia. Discúlpenme, de verdad... Debo contestar. —Comenta Corina algo apenada con sus amigas.—Tranquila...—¿Diga?—Hola srta. Méndez, lamento molestarla... Se han presentado una serie de contratiempos. —Hola Carlos. Me lo imaginé en cuanto vi que eras tu. ¿Qué sucede?—No hemos logrado avanzar casi nada. El representante del sr. Bustamante y el nuestro, tienen terribles diferencias y todo se ha vuelto un conflicto, es un caos. En éstos dos días prácticamente nos hemos sentado a verlos discutir.—¡Dios! Es peor de lo que pensé. El Sr. Bustamante está al tanto de ésto?—No, no está al tanto. Su personal no ha querido mencionar nada al respecto, supongo que por temor.—Guau, esto se pondrá más incómodo. Llamaré para agendar una reunión con él y te comunicaré qué vamos a hacer.—Excelente srta. Méndez. Estaré al pen
Alexander Moncada, el socio de Albert había estado atento a cada movimiento de Corina desde que salió de la oficina de Albert.—¿Corina Méndez? —Pregunta cuando Corina se dispone a seguir con su camino para marcharse.—Disculpe, ¿lo conozco? —Ella responde extrañada.—No puede ser que ya no me recuerdes. Soy Alexander Moncada. —Corina escruta incrédula sus facciones detalladamente y lleva las manos a su boca sorprendida al notar que es la persona que él dice ser.—¡Oh por Dios! ¡Alex! —Inmediatamente ella lo abraza fuertemente y se separa para verlo de nuevo. Él estaba muy contento. —¡En serio, no puedo creer que seas tu! Mírate, te ves...—¿Delgado y guapo? —Suelta una carcajada.—Tonto, ¡no!, bueno si, pero no era eso lo que iba a a decir... Luces diferente, hasta eres más alto que yo ahora. ¿Qué sucedió contigo? Te esfumaste.—Larga historia, pero te resumo que mis padres quisieron mudarse a España sin mencionarme una sola palabra hasta que llegó el mo
Es temprano en la mañana y Corina tiene todo en orden antes de que llegue Avril a relevarla para marcharse a trabajar, ya ayudó a Diana con su aseo personal y la apoya en su pequeña caminata matutina por la habitación, pues, debe tratar de hacerlo cada cierto tiempo. —¡Hola! ¡Hola! Buenos días chicas. Ya llegué. —Buenos días Avril...—Lindo día Avril... —Aun está Corina ayudando a Diana a caminar por la habitación. —¡Oye, estás caminando súper bien! Casi no te encorvas por la herida.—Trato de caminar erguida, aunque no es muy fácil, sientes que las heridas se abrirán. —Vaya, sebe ser muy desagradable. ¿Cómo estuvo la noche?—Cada vez es menos incómodo dormir, así que pudimos descansar alguito. —Me alegro que estés mejorando rápidamente. —Gracias Av...—Oye Cora, ¿no se te está haciendo tarde ya? Son las 8:15 a.m.—¡Mierda! Es cierto y aún no estoy lista. —Corina corrió al baño a colocarse un poco de maquillaje y su calzado. Hoy
Caminando hacia la habitación de Diana, Corina iba a pasos lentos, pensativa y algo preocupada por lo que está sintiendo, que, finalmente admite y le teme. Entra a la habitación, cierra la puerta, se recuesta de la misma, aprieta sus ojos y respira profundo.—¿Cora, te sucede algo? —Se acerca Avril. Corina olvidó por un momento que acaba de entrar a la habitación donde se encontraban sus amigas.—¡Ah! No, nada... Solo estoy cansada, no importa. —Diana y Avril se miran a la cara y saben que miente.—¿Segura? —Si... Tranquilas. ¿Cómo estuvo el día? —Ellas no le creyeron, pero no le tocaron más el tema. Cuando se sienta preparada lo contará, si es que lo hace. Ya que Corina es algo reservada.—Bien, ¡mira! Ya me quitaron los tubos de los fluidos internos. Así que voy bastante bien.—¡Es genial! ¿Y los dolores?—Son tolerables... No te preocupes, hoy todo ha estado bajo control por acá.—Muy bien... A veces siento remordimiento por no quedarme todo el dí
El borde de la terraza estaba compuesto por barandas de vidrio templado, desde donde se vislumbraban las luces lejanas de la ciudad. Corina siguió directamente al barandal, puesto que Albert se encontraba en el fondo de la piscina y no quería molestarlo; ella sentía en su rostro la suave y fresca brisa de esta noche calurosa, la cual disfrutó y relajó. —¡Hey! No me di cuenta de cuándo saliste.—No quise interrumpirte. —Albert sale del agua, toma una toalla de una de las tumbonas y se dirige hacia Corina mientras se seca el cabello y la cara.—¿Te sientes mejor? —Corina se queda distraída observando la musculatura perfectamente definida de Albert sin poder disimular. —¿Quieres tocar? —Le dice con humor, a lo que ella reacciona apenada mirando hacia otro lado.—Eh, ¿qué me decías?—Preguntaba si ya te sientes mejor.—¡Ah! Eso... Si, un poco. —Él se ubica a su lado.—Que bueno. ¿Quieres hablar sobre eso? —Ella lo mira a los ojos algo melancólica, luego
Edmundo Méndez es un apuesto viudo de unos cuarenta y ocho años, de 1.75 metros, tez blanca, ojos color verde, nariz respingada, labios finos y abundante cabellera castaña con algunas canas, es juicioso a la hora de ejercitarse, por lo que mantiene su cuerpo en forma. Es un prestigioso arquitecto del bufete de arquitectos más grande de la ciudad. Desde la muerte de su esposa no ha tenido relación seria y formal, de vez en cuando tiene encuentros casuales, sin ningún compromiso. En ocasiones, gustosamente se encarga de guiar y preparar a los nuevos arquitectos del bufete, esta vez estará a cargo de un joven apasionado de veinticinco años, de 1.85 mts., delgado, piel blanca, ojos cafés, nariz romana, labios carnosos, barba y cabello oscuro, quien lleva por nombre Rubén Dos Santos. Desde un principio ambos se llevaban bastante bien, Rubén admiraba y se sentía atraído hacia su mentor, mientras que Edmundo disfrutaba orientar y pasar tiempo con tan entusiasta joven, poco a poco empe
Avril se encontraba leyendo un libro en voz alta en la habitación del paciente misterioso, le gustaba hacerlo, creía que en lo más profundo de su sueño él podía escucharla leerle Orgullo y Prejuicio, una de sus novelas favoritas. Había transcurrido una semana desde que éste había estado bajo sus atenciones; todos los días ella lo visitaba y le leía, en las horas que podía.Su lectura se ve interrumpida al escuchar algunas quejas quedadas del hombre, quien también empieza a moverse y a abrir lentamente sus ojos. La visión borrosa empieza a aclararse poco a poco y observa a una chica de piel canela y labios de muñeca acercarse cuidadosamente, posar su mano en su brazo y hablarle casi en un susurro.—¡Hola! Qué bueno que estás despertando. No hagas esfuerzo, iré a buscar al doctor. —Avril salió corriendo de la habitación.Al poco rato vuelve con el médico, un hombre algo mayor. Lo examina minuciosamente.—Bienvenido de vuelta señor... —El paciente asiente.—¿Cómo lo
Algunos días habían transcurrido desde que Alexander despertó, su rostro poco a poco se desinflamaba y los moretones se disipaban, dejando ver sus facciones con el paso de los días; con algunos ejercicios y fisioterapia estaba recobrando su movilidad habitual, que, aunque no estuvo tanto tiempo en coma, bastó para atrofiar algunos músculos de su cuerpo. Albert seguía quedándose en las noches a cuidar de él, en caso de no poder lo hacía Frank, Avril o Corina; sus padres aún no estaban enterados de lo sucedido y Charlotte tenía poco tiempo de haberlo hecho, pero Alexander le insistió en que no era necesario que dejara España por él. Faltaban pocos días para la inauguración del casino, lo que marcaría el final del proyecto, la fecha de éste evento tenía tanto a Corina como a Albert ansiosos. Ellos no habían dejado de comunicarse todo este tiempo, por llamadas y mensajería instantánea; sin embargo, no coincidieron en las visitas que hacían regularmente a Alexander ni tuvieron