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Triste realidad

Corina, Diana y Avril se sentaron en los muebles del recibidor de la habitación de Diana, sus amigas la observan atentamente esperando que comience a contarles, pero la notan muy nerviosa, toca sus dedos constantemente mientras los observa.

—¿Qué sucede? —Pregunta Avril tomando una de sus manos, a la vez que Corina soba su espalda.

—No sé cómo empezar... —En ese momento brotan lágrimas incontrolables de sus ojos y lleva las manos a su cara, no logran salir las palabras de su boca por aquel llanto desesperado. Sus amigas comenzaron a sentir gran preocupación, ya que Diana no es una mujer que llore tan fácilmente y menos de esa manera, lo que significa que lo que le esté ocurriendo es muy grave.

Pasó largo rato desahogando ese dolor que llevaba por dentro a través de sus lágrimas, sus amigas solo esperaron con paciencia consolándola, entretanto Avril se quedaba con ella, Corina fue por un vaso de agua para Diana. Cuando logró calmarse comenzó a contar con voz ronca, algo entrecortada y sus ojos enrojecidos con algunas lágrimas que aún escapaban.

—Lo siento, sé que deben estar preocupadas.

—Tranquila, ¿qué sucede? Buscaremos alguna solución. —Le dice Corina mientras limpia una de esas lágrimas que salían sin permiso.

—Oh chicas, un milagro podrá hacerme salir de esta. —Hace una pausa, inhala, aprieta sus ojos intentando conseguir calma y continúa. —La semana pasada sentí muchas molestias en mi vientre y fui al médico porque estaba preocupándome, las noticias no fueron las mejores... El cáncer ha vuelto, más agresivo... Etapa tres, está en lo poco que quedaba de mi sistema femenino y más allá, de igual manera recibiré otra intervención quirúrgica y tendré mis tratamientos y quimioterapia; pero no creo que haya muchas esperanzas para mi.

Avril y Corina consternadas por la triste realidad de Diana solo pudieron abrazarla y sollozar con ella, acompañarla en medio de ese dolor y angustia que durante varios días estuvo llevando sola sin contar nada a nadie.

Las chicas estuvieron largo rato acurrucadas en la cama, Diana ya estaba más serena, se levantó, se sentó en el borde y observó a Corina.

—Perdóname Cora... —Corina se levanta confundida.

—¿Por qué? No te entiendo.

—En los últimos días, desde que me dieron esta noticia, me he sentido realmente molesta contigo. Sé que no tienes la culpa de lo que me está sucediendo. Entiendo que ha sido muy doloroso para ti lo que hicieron el desgraciado de Rubén y Edmundo, pero no puedes pasar el resto de tus años viviendo como un zombie sólo para trabajar, debes reescribir tu historia, seguir adelante y enterrar ese mal momento, déjalo ir; eres hermosísima, gozas de buena salud y puedes hacer lo que te propongas. Qué no daría yo por tener esa oportunidad en mi vida, quizás enamorarme de nuevo, tener hijos así sea adoptados, hacer locuras y conocer cuanto lugar pueda porque tendría muchos años por delante. —Diana toma la mano de Corina y la mira fíjamente a los ojos. —Por favor Cora, te lo debes a ti misma. Florece, disfruta vivir, hazme ese regalo antes de partir, quiero verte feliz.

A Corina se le llenan los ojos de lágrimas, aprieta sus labios y queda pensativa mirando al vacío por unos segundos.

—Vas a estar con nosotras unos cuántos años más, no te rendirás fácilmente. ¡Prométemelo! Y yo te prometeré que haré mi mejor esfuerzo por llevar una mejor vida. Pase lo que pase, seguiré estando para ti con el mejor ánimo como antes, o eso intentaré. Haremos lo posible por salir de ésta nuevamente.

—Gracias, trataré... —Diana y Corina se abrazan fuertemente, luego estiraron sus brazos y halaron a Avril por uno de los suyos para que se uniera al emotivo abrazo.

—Por favor, no vayan a tratarme con lástima ni me sobreprotejan, no me hagan sentir inútil, se los pido... Necesito que me acompañen a vivir el resto de mis días a plenitud. ¿Trato hecho?

—¡Entendido! —Responden Avril y Corina al unísono.

—¿Qué te apetece hacer para empezar nuestro nuevo viaje? —Pregunta Avril.

—¿Qué les parece si vamos a comer lo que se nos antoje sin remordimiento y después a la playita? Para empezar. —Les propone Diana.

—¡Excelente! Creo que todas necesitamos colorcito. —Dice Corina mientras se pone de pie, a su vez, Avril también lo hace con emoción.

—¡En marcha!

Aunque Avril y Corina muestran emoción, ocultan la preocupación por la situación de Diana para hacerla sentir más cómoda y se olvide por un rato de su padecimiento. Tratan de mantener el mejor ánimo y disposición posible para ella.

Después de haber disfrutado su comida, conversar un rato más en el restaurante y beber una copa, las chicas se dispusieron a tomar el sol un rato, antes de que éste se ocultara. Corina se quitó su vestido de tela ligera para echarse un refrescante baño de agua salada.

—¡Dios Cora! ¿Cómo es que sigues manteniendo tu figura tan perfecta? Te has alimentado muy mal últimamente, yo vivo con eternas dietas y si me descuido hasta el agua hará que aumente unos kilitos, sobre todo mi trasero se pone más gigante. —Se impresiona Avril.

—¡Vaya, es cierto!

—¡Son muy exageradas! —Corina se encoje de hombros, ríe y continúa a lo que iba.

Era una tarde radiante, el cielo tenía un azul brillante sin una sola nube que lo opacara, la arena era blanca, el mar se divisaba color aguamarina con destellos del sol que se reflejaba en él, el agua en la orilla estaba cristalina, las olas eran tan escasas y pequeñas que quien quisiera tomar un baño estaría completamente relajado. Corina camina distraída pensando en su rico baño y no se percata de que va trotando un hombre a orillas de la playa y ella está en su camino; el hombre tampoco vio que ella se atravesó de forma repentina y chocan, Corina cae estrepitosamente pero el agua y la arena mojada amortigua su caía; él casi cae también, pero recuperó la compostura rápidamente y continuó su camino como si solo hubiese tropezado con una piedra. Con una mano en su nariz adolorida por el golpe con él, ella se levanta mojada y con arena en sus piernas, brazos, cara, cabello, en todas partes; un poco aturdida lo observa alejarse.

—¡OYE! ¡MAL EDUCADO...! —Él no se detuvo, solo giró un poco su cabeza, con sus lentes de sol puestos la observó por encima del hombro, sonrió de medio lado y continuó hasta perderse de vista. Corina no logró verle la cara claramente, al poco tiempo ella se percató que entre la arena y el agua había una Medalla Milagrosa o Medalla de Nuestra señora de las Gracias, miró a su alrededor, como no había alguien que fuera por ella la recogió y se dirigió hacia el toldo donde estaban sus amigas, necesitaba colocarse un poco de hielo en la nariz lo más pronto posible.

—¡Guau! ¿Qué te pasó? —Pregunta Avril, ambas chicas con sorpresa al ver a Corina volver tan rápido y hecha un desastre, quien se acuesta brúscamente en su tumbona y se coloca hielo en la nariz.

—Solo me atropelló un tipo y se dio a la fuga. —Ellas no comprendieron mucho de qué hablaba, observaron a su alrededor y no había ningún vehículo.

—No importa, ¿Qué es eso? —Pregunta Corina señalando un papel que las chicas estuvieron leyendo con interés.

—Es una invitación que nos han traído desde la recepción del hotel, dice que todos los huéspedes estamos invitados a la "Mega Rumba" ofrecida por Albert Bustamante en el gran salón a las 9:00 pm... Y vamos a ir. —Asevera Diana observando fíjamente a Corina porque sabía que iba a decir que no.

—Hmmmm, vayan ustedes, a esa hora ya tengo sueño. —Habla Corina perezosamente.

—¡Hey! ¿Sobre qué habíamos hablado? Es una excelente oportunidad para que te sueltes, bailes, disfrutes y diviertas. Además, me prometiste que lo intentarían y me acompañarías también en este nuevo episodio de mi vida. —Le recordó Diana.

Corina suspira.

—Ok, ok, tienes razón, haré mi mejor esfuerzo, te lo prometí.

—¡Siiii, excelente! Siempre quise saber cómo es una de las fiestas de éste hombre, mucha gente habla de ellas. ¡Y vamos juntas! ¡Esto será muy divertido Cora! —Exclama Avril con mucho entusiasmo.

—¿Es el mismo Albert Bustamante que es empresario y heredero que hace alocadas fiestas?

—Sip, ese mismo. Al parecer nos hemos topado con una de sus excéntricas fiestas. —Responde Diana recostándose en su tumbona.

—¡Vaya! Realmente parece que será interesante. También ha despertado mi curiosidad...

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