Amor Ciego-Parte 4

Edgard Barrington POV

—Espera… déjame adivinar.—Mordí mi labio durante un minuto, arrugué la nariz bromeando que pensaba.—Tienes un leve acento del sur. No tanto como mi compañero de habitación que es de Texas. Tienes algo de influencia española. Veamos ¿Nuevo México?

Rió.—Cerca, Arizona. Muy bien.—Acarició mi rodilla. La sentí relajarse contra el respaldo del sofá. Me permití hacerlo también.

—¿Qué carrera estás haciendo?—Preguntó educadamente. Su voz todavía era suave y disfruté escuchándola. Me di patadas mentalmente por haber sido grosero con ella antes.

—Música. Toco el piano. Quiero hacerlo de forma profesional algún día.—Me encogí de hombros, un movimiento que vino de forma natural.—Disfruto con ello. Además no hay mucho que pueda hacer.

—¡No digas eso! Estoy segura de que puedes hacer más cosas de las que crees. Pienso, que puedes hacer lo que quieras.—Dijo con tanta convicción que casi la creí.

Me volví a encoger y retomé nuestro tema principal.—¿Y tú qué haces?

—Ingles. Quiero ser escritora.—Dijo y parecía que estaba avergonzada por ello.

—Me gusta leer.—Dije distraídamente.

—¿De verdad?

Reí.—Ya sabes, puedo leer. Leo mucho en realidad. Braille, libros de audio, y todo eso. No me gusta mucho la televisión, me suena como…—

—Ruido.—Terminó la frase por mí. Sonreí asintiendo con la cabeza, esperando que ella lo viese.

—¿Y quién te arrastró a esta pequeña reunión?—Dije con un poco de sarcasmo. Soltó una risita y esto calentó mi corazón.

—Bien, vivo aquí. Me trasladé la semana pasada. Esto es cosa de Amanda ¿Y tú?—

—Jason me lo pidió por orden de Amanda. Es mi compañero de habitación. También me trasladé la semana pasada.

—Parecemos tener mucho en común.

—Eso parece.—Sonreí suavemente.—No sé porque, pero me ruboricé. Noté el calor recorrer mis mejillas.—¿Quieres algo de beber?—Le pregunté ¿En qué diablos estaba pensando? Me pregunté. No podía conseguir una bebida para ella. Habría tropezado con alguien o algo, o lo más probable es que la derramase sobre ella.

—Claro. Oye ¿porqué no voy a buscarla y luego salimos al porche? Todo esto se está volviendo demasiado ruidoso para mí.—Tocó mi rodilla.—¿Qué quieres?

—Me gustaría agua, por favor.—Respondí, tratando con mucha fuerza, de no mover mi pierna. Su toque envió una corriente eléctrica a través de mi cuerpo.

—Bien, enseguida vuelvo. No vayas a ningún lado.—Utilizó la mano que tenia sobre mi rodilla para levantarse. Sentí un cosquilleo y un ardor en los lugares donde sus dedos presionaron. Cuando no pude escuchar sus pasos pasé la palma de mi mando sobre la zona. ¿Qué diablos estaba haciendo?

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Marianne Cooper POV

El segundo en que su mano tocó la mía pareció que hubiese estallado en llamas. Tragué con fuerza y me ruboricé con varias tonalidades de rojo me alegró que no lo viese. No podía apartarme y él tampoco lo hizo durante mucho tiempo. Casi parecía que estaba haciendo algo indecente con mi mano, por la forma en la que me tocaba. Era extraño y me gustaba.

Su cara y su lenguaje corporal eran muy distintos esta noche. Había estado muy orgullosa de mí misma por no haber dado muestras de debilidad cuando le vi sentado en el sofá. Quería que supiese que sentía lo de antes. Me sorprendió que se disculpase él antes. No me lo esperaba.

Me precipité a la cocina. Había tres neveras en distintas posiciones. Saqué un spirit zero (Es una bebida gaseosa con sabor a lima—limón baja en calorías) y un botellín de agua para él, apartando el resto del agua y el hielo de en medio… lo encontré más rápido de lo que imaginaba. Necesité un minuto para enfriar mis nervios.

—¿Estás bien?—Amanda tomó mi brazo sorprendiéndome.

—Sí. Solo estoy… No sé. Nerviosa, creo.—Parecía más una pregunta que una afirmación.

—Bueno, vi que estabas sentada con Edgard. ¡Está increíblemente bueno!—Saltaba arriba y abajo, riendo como una loca.

—Sí. Precisamente, él es el tío bueno con el que hice el imbécil antes.—Me quejé.

—¡Oh! ¡Eso tiene sentido! ¡Ve a por él tigre¡—Me dio un manotazo en el trasero mientras se alejaba. Me reí, asombrada por lo que había hecho. Me pregunté cuanto habría bebido esta noche. No le presté mucha atención, ella tendría que limpiar por la mañana.

Me debatí entre darle la bebida directamente o advertirle primero.

Me detuve frente a él un segundo, sopesando mis opciones.

—¿Marianne, necesitas ayuda o algo?—Dijo riendo ligeramente. Me sobresalté.

—¿Cómo has hecho es?—Pregunté cerrando la boca.

—Todas las personas hacen un sonido diferente cuando caminan. Además sé como hueles.—

—Caramba ¿Tanto necesito una ducha?—Mascullé. Coloqué la botella contra la palma de su mano y la aferró. Despacio desenroscó el tapón, meditando algo.

—No. Hueles a fresas y un poco como a libros. Creo que es encantador.

Mi cara ardió por sus palabras. ¿Solo me estaba haciendo un cumplido? ¿Estaba ligando? Probablemente solo era mi activa imaginación. Lenta y cuidadosamente tomé su mano.—Venga, vamos al porche. ¿A no ser que prefieras que vaya sola?—

—No. Aquí hace demasiado calor para mí.—Se levantó y sacó su bastón de metal plegado de su bolsillo trasero. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío. Y era bastante más alto que yo y esa diferencia me hizo sentir como una niña mirando a un adulto. Era magnifico y mi respiración se quedó atrapada en mi garganta. Él notó gran parte de mi vergüenza.—¿Estás bien?

—Sí. Tienes razón. Hace demasiado calor.—Con cuidado tomé su mano y le conduje por el pequeño mar de gente. Abrí la puerta del patio trasero y me lo encontré completamente vacío. Encendí la luz entonces me giré hacia Edgard.—Cuidado hay un pequeño escalón. ¿Te llevaré hasta la silla, de acuerdo?

Me apretó la mano con más fuerza mientras bajaba el escalón. De una manera extraña parecía completamente lleno de gracia.—Está bien.—Cuando la parte de atrás de sus rodillas tocó la silla se sentó. Me detuve chocando contra él. Me di cuenta de lo que estaba haciendo y que todavía sostenía su mano. Torpemente me eché hacia atrás e intenté arreglarlo, cayendo directamente sobre Edgard con un ruido sordo. El agua de su botella abierta salpicó y me mojó la cara y el pecho, empapándole también a él.

—Lo siento mucho.—Murmuré tratando de levantarme, solo para darme cuenta de que sus manos estaban pegadas a mi espalda.

—¿Estás bien?—Preguntó con tono preocupado, sus manos todavía estaban sobre mí. Me resultaban cálidas y agradables. Me encantaba.

—Deberías de tener más cuidado. No quiero que te hagas daño.—Dijo con una pequeña sonrisa. Sus manos se alejaron lentamente de mi espalda y las eché de menos al instante. Con cuidado me puse en pie, limpiándome la cara con mis manos. Recogí mi refresco sin abrir que ahora estaba en el suelo.

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