FINALEdgard POVAunque tenía problemas para comprender las expresiones de otras personas, siempre entendía las de Marianne. Cuando apretó la cara contra mi hombro, con su nariz estrujada fuertemente contra la tela de la camisa mientras respiraba profundamente supe que algo iba mal. Ella había estado sintiéndose mal durante las últimas dos semanas y se negaba a hacer nada, diciendo que solo eran los nervios de los últimos exámenes. Los finales eran por estas fechas y ella no tenía razón para estar nerviosa..—Necesitas ir al médico. Mejor aun ver a mi padre cuando llegue aquí mañana.—Le dije sabiendo que ella odia ir a los médicos. Solo parecía fiarse de mi padre, aunque entendía que se sintiese así.—Edgard, he ido al médico…—Dijo, al principio su cara se tornó roja pero después se volvió pálida. Agachó la mirada antes de tragar saliva. Parecía tener problemas para hablar sobre ello. Estaba comenzando a asustarme mucho. ¿Iba algo mal? ¿Tenía cáncer o algo así?—¿Y?—La presioné incapa
Edgard Barrington POVSentía el día cálido. Debajo de mí el banco de hormigón estaba caliente y era un poco incómodo, pero aun no me sentía cómodo paseando por aquí. Había memorizado el camino pero de todos modos, seria embarazoso si me perdiese. Sabía como llegar a mi siguiente clase desde este banco. Me quedaría aquí sentado hasta que llegase la hora. Era más fácil así.No recordaba que alguna vez hubiese hecho tanto calor en Chicago y me preguntaba cómo la gente de Luisiana podía tratar con ello. Estábamos en septiembre ¿No se suponía que debía de bajar la temperatura un poco al menos?Se levantó una brisa fresca, revolviendo mi cabello. Como si no lo estuviese suficiente. Pasé mis dedos por él inútilmente. Ajusté mis gafas de sol, empujándolas más sobre mi nariz.Había mucho ruido en el campus. Podía oír la risa de la gente y la música que salía de los coches al pasar. Parecía un lugar feliz. Lo disfruté.—¿Está ocupado este asiento?— Oí una voz suave a mi lado. Escuché sus pisada
Marianne Cooper POVDe los primeros días este era el más hermoso. Hacia la temperatura perfecta. Seguía pasando treinta y ocho grados a Phoenix, o eso parecía. Eché hacia atrás mi cabello dejando que la brisa refrescase mi piel.No tenía mi próxima clase hasta dentro de unos treinta minutos, pero no quería ir a mi apartamento para llegar allí y tener que dar la vuelta de nuevo. Caminé a través del concurrido jardín, mirando a la gente hablar en grupos o practicar varias cosas.Busqué un lugar para sentarme. La mayoría de los asientos parecían estar repletos de jóvenes adultos que apenas cabían. Desde luego, la mayoría de la gente del Carlchester College era de Crossport. Habían ido juntos al colegio. Eran amigos. Imagino que esto no habría hecho diferencia alguna independientemente del lugar al que hubiese ido. Nunca había tenido muchos amigos.Finalmente encontré un banco con un único ocupante. Era alto y delgado, ligeramente atlético. Miré como el viento agitaba su cabello castaño r
Edgard BarringtonEncontré el camino de vuelta a mi dormitorio con facilidad. Por suerte me encontraba en la planta baja. Era bastante pequeño y me alegraba de que estuviese limpio. Al menos mi nuevo compañero de habitación me respetaba lo suficiente como para no ser un guarro. Si no habría tenido que moverme de otra manera.Me senté sobre mi cama y saqué la grabadora de mi mochila. Comencé a rebobinarla para poder escuchar la conferencia de nuevo. Había tenido un día bastante fácil pero estaba segura de que tendría otros difíciles.Los primeros acontecimientos se reprodujeron en mi mente. Esa pobre muchacha solo trataba de ser agradable conmigo y yo fui un idiota. Fue una gran manera de comenzar mi carrera universitaria.La puerta se abrió, dejando que el aire caliente del hall entrase precipitadamente. Hice una cara a la pegajosidad pero no dije nada. Los pasos ahora familiares de mi compañero de habitación sonaron contra el suelo.—Hey Edgard, tengo que ir a la tienda a comprar una
Edgard Barrington POV—Espera… déjame adivinar.—Mordí mi labio durante un minuto, arrugué la nariz bromeando que pensaba.—Tienes un leve acento del sur. No tanto como mi compañero de habitación que es de Texas. Tienes algo de influencia española. Veamos ¿Nuevo México?Rió.—Cerca, Arizona. Muy bien.—Acarició mi rodilla. La sentí relajarse contra el respaldo del sofá. Me permití hacerlo también.—¿Qué carrera estás haciendo?—Preguntó educadamente. Su voz todavía era suave y disfruté escuchándola. Me di patadas mentalmente por haber sido grosero con ella antes.—Música. Toco el piano. Quiero hacerlo de forma profesional algún día.—Me encogí de hombros, un movimiento que vino de forma natural.—Disfruto con ello. Además no hay mucho que pueda hacer.—¡No digas eso! Estoy segura de que puedes hacer más cosas de las que crees. Pienso, que puedes hacer lo que quieras.—Dijo con tanta convicción que casi la creí.Me volví a encoger y retomé nuestro tema principal.—¿Y tú qué haces?—Ingles. Quie
Edgard Barrington POVMe impresionó cuando cayó en mi regazo. Soltó tan de repente mi mano que creo que es por esto por lo que se cayó. Me pregunté por qué se había apartado de forma tan brusca, aunque no estaba en contra de que estuviese en mi regazo. Automáticamente mis manos la sujetaron, impidiendo que se cayese de nuevo.—¿Estás bien?—Le pregunté después de que se disculpase. Espero que no viese cuanto disfrutaba teniéndola contra mí.—Soy torpe. Tiendo a caerme mucho.—Su voz era suave, avergonzada.—Deberías de tener más cuidado. No quiero que te hagas daño.—Dije sinceramente. Despacio, dejé que mis manos resbalasen por su espalda hasta mis rodillas. Había perdido mi agua en algún momento a lo largo del camino. Marianne se levantó. Eché de menos ese agradable peso, pero no iba a decirlo en voz alta.La oí gemir y tirar algo. Hubo un bajo siseo y, a continuación, el crujido de un plástico rompiéndose. Marianne suspiró y se puso sobre algún tipo de mesa cercana.—Si esto te hace s
Edgard Barrington POVToqué las teclas de forma mecánica, dejando que sonasen. Mi corazón y mi mente no estaban en la música esta mañana. Jason se encontraba en algún lugar de la habitación, jugando con su portátil. Al menos no parecía que pusiese atención a lo que yo tocaba.No me había molestado más con lo de Marianne. Y me alegraba de ello.Tenía que pensar un poco más antes de decidir lo que quería hacer.Marianne. El nombre me hizo suspirar. Soñaba con su voz y su perfume. Ojalá pudiese soñar con algo más que el sonido. Eso haría mi vida más fácil.Suspiré por segunda vez. Finalmente decidí práctica, ya que estaba teniendo problemas para sacar algo propio. Algo fácil que tocaba cuando era niño una y otra vez. Algo que a mi madre le encantaba.Fur Elise de Beethoven.Hubo un golpe contra la puerta. Lo ignoré, sabiendo que Jason contestaría. Seguí tocando, respirando de forma constante y profunda.—Oye Jason, qué mierda de música clásica para maricas —La enérgica y estruendosa voz
Marianne CooperDespués de un comienzo lento y una clase demasiado aburrida me alegraba estar fuera bajo el brillante sol. Estaba igual que ayer solo que con más nubes y un poco más de viento. La brisa era refrescante. Tenía algo de tiempo libre y se me ocurrió ir a la biblioteca a provocarme un daño cerebral.Anduve despacio por el patio, simplemente dando un paseo.Mi respiración se detuvo cuando le vi otra vez. Estaba sentado en el mismo banco que el día anterior. Su cara estaba elevada hacia el calor del sol, sonriendo ligeramente. Parecía hundido en sus pensamientos. Me detuve, pensando qué debería hacer.En parte quería alejarme del colegio y cambiar. Si seguía escondiéndome en mi habitación como un niño asustado no tendría nada. Ni vida, ni amigos y, nada de felicidad. Quería todas esas cosas.Finalmente tomé una decisión y me empujé hacia delante hacia él. Cuando estuve a tres metros de él giró su cara al frente hacia mí. Frunció los labios e inclinó la cabeza hacia delante. E