Marianne Cooper POV
De los primeros días este era el más hermoso. Hacia la temperatura perfecta. Seguía pasando treinta y ocho grados a Phoenix, o eso parecía. Eché hacia atrás mi cabello dejando que la brisa refrescase mi piel. No tenía mi próxima clase hasta dentro de unos treinta minutos, pero no quería ir a mi apartamento para llegar allí y tener que dar la vuelta de nuevo. Caminé a través del concurrido jardín, mirando a la gente hablar en grupos o practicar varias cosas. Busqué un lugar para sentarme. La mayoría de los asientos parecían estar repletos de jóvenes adultos que apenas cabían. Desde luego, la mayoría de la gente del Carlchester College era de Crossport. Habían ido juntos al colegio. Eran amigos. Imagino que esto no habría hecho diferencia alguna independientemente del lugar al que hubiese ido. Nunca había tenido muchos amigos. Finalmente encontré un banco con un único ocupante. Era alto y delgado, ligeramente atlético. Miré como el viento agitaba su cabello castaño rojizo. Pasó sus largos y delgados dedos por él, quitándoselo de la cara. Empujó hacia arriba sus gafas de sol sobre su nariz perfecta. Estaba muy pálido y me pregunté si sería de aquí. Desde luego que no, si lo fuese habría formado parte de algún grupo. No sé que me impulso a hacerlo, solo decidí que quería hablar con ese apuesto hombre. ¿Qué es lo peor que podía pasar? ¿Qué se fuese? —¿Está ocupado este asiento?— Pregunté luchando contra el impulso de girarme y echar a correr. —No. Adelante.— Agitó su mano delante de él, como si me estuviese pidiendo que me sentase en su regazo. Sonreí, pero lo oculté rápidamente. Aun no me había mirado, me pareció extraño. Me senté, utilizando mis brazos para apoyarme. Levanté mi rostro hacia el cielo dejando que el sol cayese de lleno contra mi piel marfil. —¿Hace un día precioso, verdad?— —Parece agradable.— Dijo de forma desinteresada. Todavía no me miraba, mantenía su vista hacia delante. Me preguntaba si era tímido. Aspiré profundamente, expulsé el aire despacio. —El cielo es de un encantador azul.— Dije tratando de hacerle hablar. —No lo sé.— Toda la calidez que antes había en su hermosa voz había desaparecido. Instantáneamente se puso rígido, como si fuese una estatua. —¿Qué quieres decir?— Pregunté confundida. Miré su cara, tratando de buscar en su rostro por qué le había molestado tanto. ¿Yo no era más que una molestia para él? —Soy ciego.— Declaró, levantándose rápidamente. Sacó su fino bastón rojo y blanco y comenzó a alejarse. Llevó varios segundos en los que él se alejó, y unos pocos segundos más para entender lo idiota que era.—Oh… —Me levanté y caminé tras él. —Oh… Lo siento. He estado tan… ausente. No pretendía ofenderte. —Está bien, tengo que ir a clase.—Casi gruñó. Me alegró que no pudiese ver cómo me estremecía tras él y al instante me sentí mal por pensar así. —¿Quieres que te ayude?—Pregunté tratando de pensar en alguna forma de compensar lo idiota que había sido. Giró su cara hacia mi voz, su expresión era bastante aterrada.— Escucha, he recibido un montón de ayuda a lo largo de mis dieciocho años. Estoy bien. Gracias.—Su hermosa mano encontró el picaporte de la puerta y la abrió. En ese momento me detuve tras él. Podía sentir el escozor de las lágrimas en mis ojos. Suspiré, tratando de contenerlas hasta que no pudiese oírme.—Lo siento.— Repetí antes de dirigirme por el pasillo hacia los diminutos baños de señoras. Le lancé un último vistazo cuando pasé. Estaba inclinado contra la pared, con la mano sobre la cara. Sus labios formaban una línea apretada. Me sentí culpable y al mismo tiempo lo rechacé todo. Entré en el cuarto y cerré la puerta. Me dirigí al espejo. —¿Cómo puedes ser tan estúpida?—Le pregunté a mi reflejo. Las lágrimas se derramaban por mi cara. Cogí una de esas toallas de papel horriblemente ásperas de color marrón y me limpié la cara. Miré mi reloj, diez minutos, tenía tiempo suficiente para correr a mi clase. Era un alivio sentarse en la pequeña clase de literatura. Aquí me sentía a salvo. Rodeada de libros y mis ídolos, saqué mi ordenador portátil para prepararme. No paso mucho tiempo hasta que el profesor llegó, farfullando algo sobre resúmenes. Me dejé perderme en sus palabras, incluso si eran algo aburridas. La mayoría de los libros ya los había leído, varias veces algunos. Al menos sería fácil. Un día menos, cuatro años por delante. Todo lo que quería hacer era arrastrarme hacia mi cama. Abrí cansinamente la puerta de mi apartamento solo para ser asaltada por mi nueva compañera de habitación. Era bastante agradable, si no un poco chiflada. —¡Hey— ¡Aquí estas! Solo quería decirte que vamos a tener una reunión esta noche. Solo un pequeño grupo de amigos, no más de veinte personas ¿No crees que es buena idea?—Dijo tan deprisa que tuve que esforzarme por pillarlo todo. —De acuerdo. Pásatelo bien. Estaré en mi cuarto.—Bostecé arrastrando mis pies por la sala de estar. —¡Ah, venga! ¡No tienes que hacer nada, solo salir de tu habitación! ¡Será divertido, Marianne! No conoces a nadie ¿No crees que será agradable?—Amanda saltó a mi lado, tomándome del brazo. Solo había conocido a ese pequeño duendecillo y bola de energía durante una semana, pero ahora, estaba segura de que pensaba que éramos amigas. Me agradaba, aunque era demasiado niña para mí. —Bien, aunque voy a tomar una siesta. Tuve una especie de mal día.—Me alejé de ella, escabulléndome en mi habitación. Agradecida me puse sobre el colchón, abrazando fuertemente la almohada contra mi pecho. —¿Qué pasó?—Preguntó desde la puerta. Podía decir que estaba realmente interesada y eso me hizo sentir mejor. —Ah, solo que antes he hecho el idiota delante de un tío que estaba realmente bueno.—Refunfuñé contra la suave almohada. —¡Todos tenemos de esos días! Todo irá mejor.—Dijo alegremente cerrando la puerta tras ella. La oí saltar por el hall.—¡Hay, Jason! ¿Podías ir a por las bebidas?Edgard BarringtonEncontré el camino de vuelta a mi dormitorio con facilidad. Por suerte me encontraba en la planta baja. Era bastante pequeño y me alegraba de que estuviese limpio. Al menos mi nuevo compañero de habitación me respetaba lo suficiente como para no ser un guarro. Si no habría tenido que moverme de otra manera.Me senté sobre mi cama y saqué la grabadora de mi mochila. Comencé a rebobinarla para poder escuchar la conferencia de nuevo. Había tenido un día bastante fácil pero estaba segura de que tendría otros difíciles.Los primeros acontecimientos se reprodujeron en mi mente. Esa pobre muchacha solo trataba de ser agradable conmigo y yo fui un idiota. Fue una gran manera de comenzar mi carrera universitaria.La puerta se abrió, dejando que el aire caliente del hall entrase precipitadamente. Hice una cara a la pegajosidad pero no dije nada. Los pasos ahora familiares de mi compañero de habitación sonaron contra el suelo.—Hey Edgard, tengo que ir a la tienda a comprar una
Edgard Barrington POV—Espera… déjame adivinar.—Mordí mi labio durante un minuto, arrugué la nariz bromeando que pensaba.—Tienes un leve acento del sur. No tanto como mi compañero de habitación que es de Texas. Tienes algo de influencia española. Veamos ¿Nuevo México?Rió.—Cerca, Arizona. Muy bien.—Acarició mi rodilla. La sentí relajarse contra el respaldo del sofá. Me permití hacerlo también.—¿Qué carrera estás haciendo?—Preguntó educadamente. Su voz todavía era suave y disfruté escuchándola. Me di patadas mentalmente por haber sido grosero con ella antes.—Música. Toco el piano. Quiero hacerlo de forma profesional algún día.—Me encogí de hombros, un movimiento que vino de forma natural.—Disfruto con ello. Además no hay mucho que pueda hacer.—¡No digas eso! Estoy segura de que puedes hacer más cosas de las que crees. Pienso, que puedes hacer lo que quieras.—Dijo con tanta convicción que casi la creí.Me volví a encoger y retomé nuestro tema principal.—¿Y tú qué haces?—Ingles. Quie
Edgard Barrington POVMe impresionó cuando cayó en mi regazo. Soltó tan de repente mi mano que creo que es por esto por lo que se cayó. Me pregunté por qué se había apartado de forma tan brusca, aunque no estaba en contra de que estuviese en mi regazo. Automáticamente mis manos la sujetaron, impidiendo que se cayese de nuevo.—¿Estás bien?—Le pregunté después de que se disculpase. Espero que no viese cuanto disfrutaba teniéndola contra mí.—Soy torpe. Tiendo a caerme mucho.—Su voz era suave, avergonzada.—Deberías de tener más cuidado. No quiero que te hagas daño.—Dije sinceramente. Despacio, dejé que mis manos resbalasen por su espalda hasta mis rodillas. Había perdido mi agua en algún momento a lo largo del camino. Marianne se levantó. Eché de menos ese agradable peso, pero no iba a decirlo en voz alta.La oí gemir y tirar algo. Hubo un bajo siseo y, a continuación, el crujido de un plástico rompiéndose. Marianne suspiró y se puso sobre algún tipo de mesa cercana.—Si esto te hace s
Edgard Barrington POVToqué las teclas de forma mecánica, dejando que sonasen. Mi corazón y mi mente no estaban en la música esta mañana. Jason se encontraba en algún lugar de la habitación, jugando con su portátil. Al menos no parecía que pusiese atención a lo que yo tocaba.No me había molestado más con lo de Marianne. Y me alegraba de ello.Tenía que pensar un poco más antes de decidir lo que quería hacer.Marianne. El nombre me hizo suspirar. Soñaba con su voz y su perfume. Ojalá pudiese soñar con algo más que el sonido. Eso haría mi vida más fácil.Suspiré por segunda vez. Finalmente decidí práctica, ya que estaba teniendo problemas para sacar algo propio. Algo fácil que tocaba cuando era niño una y otra vez. Algo que a mi madre le encantaba.Fur Elise de Beethoven.Hubo un golpe contra la puerta. Lo ignoré, sabiendo que Jason contestaría. Seguí tocando, respirando de forma constante y profunda.—Oye Jason, qué mierda de música clásica para maricas —La enérgica y estruendosa voz
Marianne CooperDespués de un comienzo lento y una clase demasiado aburrida me alegraba estar fuera bajo el brillante sol. Estaba igual que ayer solo que con más nubes y un poco más de viento. La brisa era refrescante. Tenía algo de tiempo libre y se me ocurrió ir a la biblioteca a provocarme un daño cerebral.Anduve despacio por el patio, simplemente dando un paseo.Mi respiración se detuvo cuando le vi otra vez. Estaba sentado en el mismo banco que el día anterior. Su cara estaba elevada hacia el calor del sol, sonriendo ligeramente. Parecía hundido en sus pensamientos. Me detuve, pensando qué debería hacer.En parte quería alejarme del colegio y cambiar. Si seguía escondiéndome en mi habitación como un niño asustado no tendría nada. Ni vida, ni amigos y, nada de felicidad. Quería todas esas cosas.Finalmente tomé una decisión y me empujé hacia delante hacia él. Cuando estuve a tres metros de él giró su cara al frente hacia mí. Frunció los labios e inclinó la cabeza hacia delante. E
Marianne Cooper POVMe sentí aliviada cuando finalmente llegué a casa sobre las cuatro. Iba a hacer unos deberes y, a continuación, prepararme, pero Amanda ya me estaba esperando.—Hey, hey, hey ¡la cita es esta noche! ¿Qué vas a llevar?—¿De verdad importa?—Pregunté. Dejé mis cosas en el suelo.—¡Desde luego que sí! ¿Quieres sentir que llevas puesto un andrajoso y viejo top y unos vaqueros?—Rió tontamente tirando de mi brazo.—¡Es nuestra primera cita!—Le grité, tratando de liberar mi brazo.—Bien ¿qué pasa si pone la mano en tu rodilla? ¿O tu cintura? ¿Qué es lo que quieres que sienta?—Dio un pisotón delante de mí, sus manos estaban en sus caderas.—Bien, ya veo a lo que te refieres.—Refunfuñé.—Bien, porque ya elegí lo que vas a llevar. Es muy bonito. De seda. Ahora ve a darte una ducha y te ayudaré con el pelo.—Me cogió repentinamente de nuevo, dirigiéndome hacia el cuarto de baño.—¿Por qué tengo que arreglarme el pelo?—Murmuré para mí.—¡Date una ducha!—Me gritó. Me reí de mí. Es
Edgard Barrington POV—Si te comes todo eso te convertirás en un cangrejo.—Se burló devolviéndomela, todavía riendo tontamente. Me reí y comencé a pellizcarle juguetonamente sus costados. Rió más fuerte y se inclinó hacia mí.—Hola a todos. Buenas noches. Seré su camarero esta noche. ¿Qué les pongo de beber?—El acento sureño del hombre era fuere y me hizo sonreír. Iba a tener que empezar a acostumbrarme—Me gustaría una Coca Cola, por favor.—Que sean dos.—Dije. Despacio deslicé mi brazo por la espalda de Marianne, sentándome más cerca de ella.—Así que ¿Qué vas a pedir?—Mahi—mahi con una ensalada mixta, creo.—Puso su cabeza contra mi hombro lo que me sorprendió un poco. La acerqué más, disfrutando de esta nueva comodidad.Pedimos, ella descansaba aun junto a mí. No se movió hasta que llegó la comida, y mantuvimos una constante y agradable conversación durante todo el tiempo. La comida estaba deliciosa pero la compañía era mucho mejor.—Entonces, cuéntame sobre tu vida antes de venir
Edgard Barrington POV—Bien, vale. Edgard ¿saldrás conmigo mañana? A donde quieras. Yo invito.—Dijo bastante deprisa. Me llevó un minuto captar las palabras.—Marianne, me encantaría salir contigo mañana por la noche.—Dije suavemente.—Oh… Bien…—Parecía un poco confusa.—¿No querías que dijese que sí?—No, quiero decir sí, quería que dijeses que sí. Lo he pasado muy bien esta noche.—Dijo más tranquila.—¿La noche no ha terminado aun, verdad?—Pregunté, poniendo mi mano en su pierna.—No, creo que no. Sin embargo, vamos, salgamos de aquí.—Tiró de mi mano. Me ayudó a salir de la mampara y fuimos hacia su furgoneta.Cuando arrancó Marianne encendió la radio. Life house comenzó a sonar. No era uno de sus singles, pero si una de las canciones de su primer álbum. De hecho, me encantaba esta canción y estaba sorprendido de que escuchase esta música.—Me gusta esta canción.—A mí también. Su CD entero en realidad.Entonces sucedió algo increíble. Su mano se deslizó por la mía.Era tan sencillo