Amor Ciego-Parte 6

Edgard Barrington POV

Toqué las teclas de forma mecánica, dejando que sonasen. Mi corazón y mi mente no estaban en la música esta mañana. Jason se encontraba en algún lugar de la habitación, jugando con su portátil. Al menos no parecía que pusiese atención a lo que yo tocaba.

No me había molestado más con lo de Marianne. Y me alegraba de ello.

Tenía que pensar un poco más antes de decidir lo que quería hacer.

Marianne. El nombre me hizo suspirar. Soñaba con su voz y su perfume. Ojalá pudiese soñar con algo más que el sonido. Eso haría mi vida más fácil.

Suspiré por segunda vez. Finalmente decidí práctica, ya que estaba teniendo problemas para sacar algo propio. Algo fácil que tocaba cuando era niño una y otra vez. Algo que a mi madre le encantaba.

Fur Elise de Beethoven.

Hubo un golpe contra la puerta. Lo ignoré, sabiendo que Jason contestaría. Seguí tocando, respirando de forma constante y profunda.

—Oye Jason, qué m****a de música clásica para maricas —La enérgica y estruendosa voz se detuvo a mitad de la frase. Sonreí levemente para mí, sin detenerme.

—Hola.—Dije discretamente. Tocando todavía.

—Uh, hola. Tú debes de ser el nuevo compañero de cuarto de Jason. Soy Emmanuell. Estoy en la habitación de al lado. Lo siento, soy un tipo muy bocazas.

—Está bien. Soy Edgard.—Paré y extendí mi mano frente a mí. Le escuché dar un par de pasos antes de tomar mi mano.

Su mano era enorme y áspera. Era musculoso, podía sentirlo. Pero al menos no estaba sudada.—Entonces ¿te gusta Crossport?

—Está bien. Un poco aburrido, aunque no he podido salir mucho.—Contesté sinceramente. Me aparté del teclado y lo deslicé contra la pared.

—De todos modos, Jason, venía a ver si todavía querías hacer ejercicio.

—No, gracias. No estoy de humor.—Dijo Jason. Sonaba cansado.

—La verdad, es que no me importaría hacer algo de ejercicio ¿Hay algún gimnasio bueno por aquí?—Pregunté poniéndome en pie.

—Carlchester tiene uno decente en el campus. Ahí es donde voy. Es gratis.—Dijo, sonando un poco excitado por tener un nuevo compañero de gimnasio.

—Eso es excelente. Podría ir a correr ahora.—Fui hacia mi armario y comencé a buscar a tientas unos pantalones cortos y una camiseta.

—¿Correr? Pero yo pensé que eras

—Tienen cintas para correr ¿verdad?—Le corté.

—Claro, así es. Bien, pensé que al ser ciego no podrías correr.—Dijo con la confusión y la vergüenza fluyendo por cada palabra.

—No es como si no pudiese correr en una pista o algo así. Oye, soy ciego no cojo.—

La risa de Emmanuell hizo eco por la habitación. Podría decir solo por su voz que era un hombre grande. —Lo siento. Tienes razón. Como dije soy un bocazas.

—Está bien. De verdad. Sin embargo ¿te importaría que te siga? Han pasado unas buenas dos semanas desde que hice ejercicio.

—Claro. Suena bien. Hey Jason ¿seguro que no quieres venir con nosotros?—Preguntó de nuevo. No escuché su respuesta, aunque debió darla.—Bien, tú te lo pierdes.

Cogí mi bastón y mi ropa y aproveché para ir al baño cruzando el pasillo. Me cambié rápidamente. Doblé la ropa y la coloqué en el montón de la ropa sucia.—Estoy listo para marcharnos cuando quieras.

—¿Te importa si vamos caminando?

—Para nada.—Contesté.

No hablamos mucho después de eso. No intentó guiarme al menos que fuese necesario, lo que estaba bien. El día era caluroso, pero no caminamos demasiado. Intenté aprenderme el camino, pero estaba seguro de que alguien tendría que ayudarme la próxima vez. Demasiadas vueltas y giros.

—Llegamos. ¿Quieres que lo ponga en marcha?—Preguntó una vez que entramos. Me llevó con cuidado hasta una cinta de correr. Notando los controles bajo mis dedos.

—No, creo que lo tengo. ¿Este hace que vaya más rápido y este modifica la inclinación?

—Si, lo tienes. Estoy en la máquina junto a la tuya, para que lo sepas.—Me dijo Emmanuell. Tenía la sensación de que estaba controlándole de alguna forma pero no parecía importarle demasiado.

Lo encendí y comencé a correr despacio. Mi corazón empezó a bombear y me sentí muy vivo. La sangre se precipitó por mis venas y dejé salir mi respiración acompasada.

—Así que ¿en qué te estás especializando?—Preguntó desde la derecha.

—¿Por qué todo el mundo me pregunta eso?—Me reí, presionando los mandos. Más rápido, siempre quería ir más rápido.

—Estas en la universidad hombre. Tienes que utilizarlo. Tienes que hablar de ello durante años.—Sonaba como si trabaje duro pero no podría decirlo.

—Música.

—Impresionante. Entonces eso explica lo del teclado.—Rió levemente.—A propósito, perdona lo que dije antes de mariconada.

—Está bien. Me han dicho cosas peores, créeme. ¿Cuál es tu especialidad?—Pulsé el botón una vez más, ajustando la inclinación. Al fin que todo estuviese perfecto.

—Sociología.

—Sociología ¿De qué va?—Moví hacia delante y hacia atrás mis brazos, mis piernas comenzaron a arder por el calor producido por el ejercicio. De algún modo esto me relajaba.

—Diablos, si lo supiese. Juego a baloncesto ¿qué puedo decir?—Rió.

—Ah, eso tiene más sentido.—Reí con él.

A mi lado oí un animado tono de llamada.—Maldición, lo volvió a cambiar, otra vez. M*****a mujer.—Hubo un ruido de un pitido.—Hola cielo.

Su voz cambió completamente, se volvió de un tono mimoso y suaves suspiros. Era una chica desafiante.—No, voy esta noche ¿Qué quieres hacer?—Rió.—Desde luego, lo que quieras Roselyn. Te quiero. Adiós cariño.

—¿Roselyn?

—Ah, mi novia. Va a LSUS. Se está sacando la licenciatura de empresariales.—Su voz era feliz. Podría decir que haría lo que fuese por ella.

Sentí toda esa felicidad a mí alrededor porque esas personas tenían a su otra mitad. Me hacía sentir celoso. Quería tener algo así. Pero ¿Cómo podía si ni siquiera lo intentaba? Era algo para reflexionar, mientras seguía corriendo.

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