La fuerza del deseo era intensa. Heinz no apartaba su mirada de ella ni un segundo, incluso cuando se tomaba una breve pausa, sus ojos azules la observaban con intensidad, y en ellos podía ver algo que iba más allá de la atracción física; Había una especie de posesión silenciosa, una determinación que la hacía sentir vulnerable y deseada a la vez. No era solo una obligación por el contrato; este beso, como muchos otros, tenía algo de entrega, de confesión muda, de sentimientos que ninguno de los dos podía o quería expresar en palabras.Cuando Heinz bajó una de sus manos para tomar la suya y guiarla hacia su rostro, ella sintió la calidez de su piel y, sin pensarlo, lo acarició con suavidad, como si quisiera memorizar cada contorno, cada línea. Su pulgar rozó la mejilla de Heinz, que cerró los ojos un instante, dejándose llevar por la caricia, para luego regresar con un beso aún más profundo. La mano de Heinz, que hasta entonces había estado en su cintura, subió lentamente por su espal
En la mañana cada uno se alistó, desayunó y fueron a la empresa. Heinz salió de su oficina justo cuando el reloj marcaba la hora del almuerzo, y se dirigió a la salida del edificio con paso firme y el rostro imperturbable. Su plan era sencillo: salir, despejarse un poco y, con suerte, aliviar el peso de los pensamientos que lo habían acosado toda la mañana. Sin embargo, justo antes de alcanzar el pasillo que conducía al vestíbulo, algo captó su atención. Era Ha-na, sentada en una de las mesas del comedor, con una expresión relajada y animada en su rostro mientras reía, una vez más, con Erik.Heinz detuvo el paso y observó, sin ser visto, cómo el rostro de Ha-na se iluminaba de una forma que no le había mostrado en días. Esa sonrisa radiante, ese gesto de satisfacción, no eran para él. Desde hacía semanas no había recibido ni una mirada así, y el simple hecho de verla tan despreocupada, tan sonriente y cercana a Erik, le provocó una punzada de ira y resentimiento que recorrió su pecho.
Sin embargo, ¿era eso posible? ¿Podría renunciar a Ha-na, ahora que finalmente la tenía cerca? La sola idea de rendirse le parecía insoportable. Aunque sabía que seguir insistiendo lo hundiría aún más en la frustración y el dolor, algo en su interior se resistía a dejarla ir. Quizás era orgullo, quizás era un deseo irracional de no aceptar la derrota, o quizás… quizás realmente la amaba de una forma que nunca había sido capaz de admitir ni siquiera a sí mismo.Desvió la mirada hacia la enorme ventana de la sala, desde la cual podía ver la ciudad extendiéndose bajo el cielo gris de la mañana. La vista era impresionante, pero en ese momento solo parecía acentuar el vacío que sentía. Era como si toda su vida estuviera construida sobre una fachada perfecta y controlada, pero cuidando de cualquier verdadera conexión, de cualquier emoción genuina que pudiera darle sentido a todo lo que había logrado."¿Para qué sirve todo esto?". Se preguntó con amargura. Tenía éxito, tenía dinero, tenía po
Heinz observó el mensaje que acababa de enviar a Ha-na en su teléfono. “Me quedaré fuera esta noche. No me esperes.” La frialdad de sus propias palabras lo golpeó; reflejaban el desconcierto que lo consumía cada vez que pensaba en lo que Ha-na había dicho aquella noche, en medio de sus palabras ebrias y duras. Cada frase había sido como una herida; su odio y su desprecio parecían genuinos. Aunque había querido pensar que era solo el efecto del alcohol, cada sonrisa que ella le dedicaba a Erik le hacía dudar más. ¿Podría ser que, en realidad, ella aborrecía su cercanía? ¿Acaso no vio nada de valor en él? De verdad, a pesar de tantos besos, ella lo aborrecía a él, pero se mostraba tan feliz con un aparecido. No entendía a Ha-na, a las mujeres. Tensó la mandíbula con fuerza. Siempre había sereno y calmado. Son embargo su, a pesar de lo que habían vivido juntos, Ha-na seguía detestándolo y no había desarrollado ni el más mínimo sentimiento por él, no sabía qué hacer para lograrlo. Quizás,
Ha-na se preparó rápidamente, asegurándose de que no le faltara nada y con la única intención de encontrar lo más pronto posible. Caminó con pasos apresurados y cortos hasta la entrada del edificio, donde pidió ayuda a uno de los empleados para llegar al lugar. No se había detenido a pensar en lo que le diría a Heinz, ni siquiera en qué podría haberlo llevado a un estado tan atípico y vulnerable. Solo quería saber que estaba bien, verlo con sus propios ojos, aunque luego volviera a mostrar la actitud fría que había tenido con ella en días recientes.Cuando llegó al club, su corazón latía con fuerza. El lugar era oscuro y tenía un ambiente sofocante, lleno de luces de neón que parpadeaban al ritmo de la música. Los sonidos de risas y conversaciones distantes la rodeaban, pero nada lograba apartar su concentración. Inmediatamente, la guiaron a la zona VIP, donde él se encontraba. Allí, al final del área, lo vio. Heinz estaba sentado en un sofá de cuero negro, en una postura relajada, ca
Al deslizar la camisa húmeda de Heinz por sus hombros, no pudo evitar mirar su piel al descubierto, su torso firme y esculpido. Nunca se había detenido a observarlo de esa forma; Después de todo, él no era más que un joven molesto, alguien a quien debía tolerar, alguien con quien había hecho un pacto que siempre demostró un error. Pero, ahora, frente a ella, su cuerpo le hablaba de un hombre que jamás se había permitido ver. A medida que lo despojaba de las prendas, hasta dejarlo solo en bóxers, la calidez en su pecho aumentaba, provocándole un sonrojo tan evidente que agradecía la humedad y el vapor del baño para disimularlo.Con el agua fluyendo desde la ducha, abrió la manguera y comenzó a mojarlo, tratando de no pensar en lo extraño que se sentía la situación. El agua resbalaba por su piel y hacía que cada línea y cada músculo se definiera aún más ante sus ojos. Heinz seguía tambaleándose, apenas consciente de su entorno, murmurando palabras ininteligibles en voz baja. Sus manos s
Los labios de Ha-na apenas rozaron los de él, y en ese instante, sintió que su propio pulso se aceleraba, latiendo con una fuerza que casi la desconcertó. El beso era suave, apenas una caricia de sus labios sobre los de él, pero el gesto, aunque pequeño, llevaba consigo una carga de emociones que no podía entender. Al separarse, su mirada se mantuvo fija en él, como si esperara una respuesta que nunca llegaría, como si aquel beso pudiera de alguna forma liberar el peso que se acumulaba en su pecho. Pero Heinz continuó dormido, ajeno a su incertidumbre, ajeno al torbellino de emociones que ella intentaba mantener a raya.Ha-na lo miró durante unos segundos más, intentando descifrar los fragmentos de sus propios sentimientos. Se había dicho una y otra vez que no sentía nada por él, que su relación era solo una cuestión de conveniencia, una obligación creada por un contrato que nunca había buscado. Y, sin embargo, mientras lo observaba en aquel estado de vulnerabilidad, con su respiración
Heinz se despertó con una jaqueca palpitante y una sensación de desorientación que lo dejó inmóvil en la cama por un momento, mirando el techo en silencio. Su mente aún navegaba en un mar de imágenes borrosas de la noche anterior, de sus pensamientos revueltos y de la presencia de Ha-na en medio de ese estado de confusión y embriaguez. Con esfuerzo, se incorporó, notando algo diferente: su ropa era otra y su piel estaba limpia. Al pasar una mano por su cabello mojado, comprendió que, de alguna forma, ella había estado allí para cuidarlo. No entendía por qué lo había hecho, después de todo lo que había pasado entre ellos en los últimos días, ni siquiera tenía claro si le importaba realmente, pero el gesto le dejaba una sensación incómoda, como si algo que había intentado ignorar estaría ahora abriéndose paso en su interior.Se dirigió al baño con el rostro sombrío, apoyando las manos sobre el lavabo y contemplando su propio reflejo con una mezcla de cansancio y reproche. Recordaba las