Ha-na se preparó rápidamente, asegurándose de que no le faltara nada y con la única intención de encontrar lo más pronto posible. Caminó con pasos apresurados y cortos hasta la entrada del edificio, donde pidió ayuda a uno de los empleados para llegar al lugar. No se había detenido a pensar en lo que le diría a Heinz, ni siquiera en qué podría haberlo llevado a un estado tan atípico y vulnerable. Solo quería saber que estaba bien, verlo con sus propios ojos, aunque luego volviera a mostrar la actitud fría que había tenido con ella en días recientes.Cuando llegó al club, su corazón latía con fuerza. El lugar era oscuro y tenía un ambiente sofocante, lleno de luces de neón que parpadeaban al ritmo de la música. Los sonidos de risas y conversaciones distantes la rodeaban, pero nada lograba apartar su concentración. Inmediatamente, la guiaron a la zona VIP, donde él se encontraba. Allí, al final del área, lo vio. Heinz estaba sentado en un sofá de cuero negro, en una postura relajada, ca
Al deslizar la camisa húmeda de Heinz por sus hombros, no pudo evitar mirar su piel al descubierto, su torso firme y esculpido. Nunca se había detenido a observarlo de esa forma; Después de todo, él no era más que un joven molesto, alguien a quien debía tolerar, alguien con quien había hecho un pacto que siempre demostró un error. Pero, ahora, frente a ella, su cuerpo le hablaba de un hombre que jamás se había permitido ver. A medida que lo despojaba de las prendas, hasta dejarlo solo en bóxers, la calidez en su pecho aumentaba, provocándole un sonrojo tan evidente que agradecía la humedad y el vapor del baño para disimularlo.Con el agua fluyendo desde la ducha, abrió la manguera y comenzó a mojarlo, tratando de no pensar en lo extraño que se sentía la situación. El agua resbalaba por su piel y hacía que cada línea y cada músculo se definiera aún más ante sus ojos. Heinz seguía tambaleándose, apenas consciente de su entorno, murmurando palabras ininteligibles en voz baja. Sus manos s
Los labios de Ha-na apenas rozaron los de él, y en ese instante, sintió que su propio pulso se aceleraba, latiendo con una fuerza que casi la desconcertó. El beso era suave, apenas una caricia de sus labios sobre los de él, pero el gesto, aunque pequeño, llevaba consigo una carga de emociones que no podía entender. Al separarse, su mirada se mantuvo fija en él, como si esperara una respuesta que nunca llegaría, como si aquel beso pudiera de alguna forma liberar el peso que se acumulaba en su pecho. Pero Heinz continuó dormido, ajeno a su incertidumbre, ajeno al torbellino de emociones que ella intentaba mantener a raya.Ha-na lo miró durante unos segundos más, intentando descifrar los fragmentos de sus propios sentimientos. Se había dicho una y otra vez que no sentía nada por él, que su relación era solo una cuestión de conveniencia, una obligación creada por un contrato que nunca había buscado. Y, sin embargo, mientras lo observaba en aquel estado de vulnerabilidad, con su respiración
Heinz se despertó con una jaqueca palpitante y una sensación de desorientación que lo dejó inmóvil en la cama por un momento, mirando el techo en silencio. Su mente aún navegaba en un mar de imágenes borrosas de la noche anterior, de sus pensamientos revueltos y de la presencia de Ha-na en medio de ese estado de confusión y embriaguez. Con esfuerzo, se incorporó, notando algo diferente: su ropa era otra y su piel estaba limpia. Al pasar una mano por su cabello mojado, comprendió que, de alguna forma, ella había estado allí para cuidarlo. No entendía por qué lo había hecho, después de todo lo que había pasado entre ellos en los últimos días, ni siquiera tenía claro si le importaba realmente, pero el gesto le dejaba una sensación incómoda, como si algo que había intentado ignorar estaría ahora abriéndose paso en su interior.Se dirigió al baño con el rostro sombrío, apoyando las manos sobre el lavabo y contemplando su propio reflejo con una mezcla de cansancio y reproche. Recordaba las
Durante el transcurso de la jornada, ambos se mantuvieron estrictamente profesionales. En las reuniones, la presencia de Ha-na a su lado era tan natural como siempre, pero él se forzaba a no mirarla demasiado, a evitar cualquier gesto o mirada que pudiera revelar la confusión que se arremolinaba dentro de él. Ella, por su parte, parecía estar completamente concentrada en su trabajo, interactuando con los demás de forma cordial y eficiente, como si no hubiera sucedido nada entre ellos. Esa aparente indiferencia por parte de Ha-na le producía una sensación extraña, un nudo de molestia y desasosiego que no sabía cómo desatar. ¿Era todo esto tan simple para ella? ¿Tan sencillo como fingir que no había tensión, que no había pasado toda la noche cuidándolo? Esa serenidad con la que ella actuaba le hacía cuestionarse si realmente había significado algo el tiempo que llevaban juntos bajo el mismo techo.Cuando llegó la hora del almuerzo, Heinz decidió tomar un momento para despejar su mente. S
Ese “quise hacerlo", que había dicho sin vacilar, como si fuese la cosa más sencilla, como si simplemente estuviera actuando según sus propios deseos, sin preocuparse por sus reacciones, la hizo enojar.—Eso no está en el contrato. Entre nosotros solo hay besos —dijo ella con voz temblorosa. Ruborizada por el beso y por su enojo.El límite entre lo profesional y lo personal se estaba desmoronando a un ritmo que la asustaba. Los besos habían sido una cosa; eran parte de un contrato, una obligación casi mecánica que, con el tiempo, se había vuelto natural, pero hasta allí había permitido que llegaran. O al menos, eso era lo que quería creer.La mirada de Heinz, azul y seria, se transformó al escuchar sus palabras. Apretó la mandíbula, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que algo se rompía en su interior. Había asumido que había conquistado una parte de Ha-na, que esos besos habían logrado borrar la indiferencia que ella siempre mostraba hacia él. Pero el rechazo en sus palabras, su
La declaración de Ha-na era como un grito de su propia frustración y soledad, el eco de todas las veces en que él se había cerrado en su dureza y orgullo, sin permitirle ver si detrás de esa barrera existía algún rastro de vulnerabilidad o de afecto genuino. Al ver sus lágrimas, Heinz sintió que algo dentro de él se quebraba. Quería abrazarla, sostenerla y decirle que todo estaba bien, que él también sentía, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta, incapaz de expresar el torbellino de emociones que lo invadían.Ha-na se quedó mirándolo, perpleja por la dureza en sus palabras, y al mismo tiempo, una oleada de liberación se acumulaba en su pecho. Había tratado de mostrarle que Erik no era más que un amigo, alguien que, a diferencia de Heinz, nunca la había hecho sentirse atrapada ni obligada a cumplir un contrato extraño. Pero la expresión inflexible de Heinz, esa dureza y dolor reprimido en su mirada, dejaban en claro que sus palabras no lo alcanzarían. Al escucharlo ref
En su habitación, Ha-na se había recostado en la cama, con su cuerpo aún tembloroso por los sollozos que se escapaban a pesar de sus esfuerzos por reprimirlos. Al oír los pasos de Heinz alejarse, una sensación de vacío la invadió. Esa última conversación había sido una de las más dolorosas de su vida, y el cansancio emocional la envolvía por completa. La tristeza y la frustración se mezclaban con una profunda decepción. No podía entender cómo alguien que, en muchos momentos, le había demostrado su apoyo, podía al mismo tiempo ser tan hiriente y despectivo.A medida que repasaba las palabras de Heinz, cada frase resonaba en su mente con un dolor punzante. ¿Era realmente tan fácil para él juzgarla, menospreciarla y creer que prefería a otro? Sus pensamientos la hacían sentir atrapada en una especie de jaula emocional. Si bien estaba acostumbrada a mantener la compostura y la calma, sentía que esta situación había superado sus límites. Para ella, la dignidad y la fortaleza eran esenciale