46. La frialdad

El peso de esas palabras cayó sobre él con fuerza. ¿Cuánto tiempo más podría resistir esa situación? ¿Cuánto más podría soportar verla cada día sin que ella compartiera ni un mínimo de lo que él sentía? La idea de que, a pesar de todos esos besos, de todas esas veces en que la había tenido tan cerca, ella aún no lo viera de otra manera, lo llenaba de una sensación de vacío. No sabía cuánto más podría aguantarlo.

Se inclinó un poco más y, con una ternura que no solía mostrar, le dio un beso en la frente. Un gesto simple, casi inocente, pero que para él significaba mucho más. Quería protegerla, cuidarla. No solo quería sus besos, quería ganarse su corazón, pero sabía que eso era algo que no podía forzarse.

Con una última mirada, se enderezó y salió de la habitación en silencio. Caminó por el pasillo, sus pasos resonando levemente en la mansión vacía. Al llegar a su propia habitación, cerró la puerta tras de sí y se dejó caer sobre la cama, exhalando un suspiro pesado.

Miró al techo, con
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