45. Las palabras

El trayecto en coche fue silencioso. Ha-na se acomodó en el asiento, apoyando la cabeza contra la ventana, mirando las luces de la ciudad pasar rápidamente. Su mente apenas veía figuras distorsionadas. Heinz tampoco parecía dispuesto a iniciar una conversación, y el silencio entre ellos era distante, pero no incómodo, debido al estado de ebriedad de ella.

Al llegar a la mansión, Heinz la ayudó a salir del coche y la acompañó hasta la puerta. Sabía que había bebido demasiado, que había dicho cosas que quizás no debería haber dicho, pero en ese momento, todo se sentía demasiado confuso.

Heinz la llevó hasta su habitación, asegurándose de que se recostara antes de marcharse sin decir una palabra más. Cerró la puerta con suavidad y la dejó sola con sus pensamientos, con el dolor y la confusión que seguían latentes en su pecho.

Ha-na, ya tumbada en la cama, sintió cómo el cansancio y el alcohol la arrastraban hacia un sueño profundo. Mientras sus ojos se cerraban lentamente, sus últimos pe
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