113. La primera

Así, sus batas cayeron al suelo, el sonido fue casi imperceptible, pero marcó el inicio de algo que ambos habían anticipado en silencio. Heinz no perdió tiempo. Recorrió los hombros de Ha-na, acariciando su piel suave y pálida hasta llegar a su busto. Ella contuvo el aliento, sintiendo cómo sus dedos exploraban cada detalle.

Heinz inclinó la cabeza y llevó sus labios a uno de los pechos de Ha-na. Lo rodeó con su boca, caliente y húmeda, y comenzó a chupar con una intensidad que hizo que ella arqueara la espalda. Sus manos no se quedaron atrás; apretaban y masajeaban con firmeza, dejando marcas rojizas que contrastaban con la blancura de su piel. El morado era una marca de posesión, una señal de que, en ese momento, ella por fin era suya.

Ha-na no podía evitar los estremecimientos que recorrían su cuerpo. Los movimientos de Heinz, los mordiscos, la llevaban a un estado de éxtasis que apenas podía controlar. Jadeaba, intentando mantener la compostura, pero la rudeza y voracidad de Heinz
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