115. El entrelazamiento
Heinz notaba como su control habitual se había hecho añicos. Toda su compostura, aquella frialdad calculada que lo había definido por años, había quedado atrás, reemplazada por una sensación de entrega total. Sus músculos, tensos y vibrantes, se movían casi por instinto, guiados únicamente por el profundo deseo de fundirse con Ha-na en todos los sentidos posibles. Su mente apenas podía procesar el cúmulo de sensaciones que lo atravesaban como una corriente eléctrica: el roce de su piel contra la de ella, la calidez que lo embarcaba, el sonido de su respiración que llenaba sus oídos.
Ha-na estaba convulsionando por el placer. Sin embargo, la forma en que la miraba, como si ella fuera lo único que existía en el mundo. Esa mirada azul, intensa y cargada de emociones, la desarmaba. Sus ojos entrecerrados captaban destellos de sus expresiones: la concentración en su rostro, el ligero temblor en sus labios, el sudor que brillaba en su frente. Todo eso le hablaba de una entrega sincera, de u