119. La camisa

Heinz le desabotonó la camisa de secretaria. Lo hacía con una combinación de control y devoción, como si el acto fuera de un ritual sagrado. Sus dedos trabajaban con precisión, pero su mente estaba inundada por el impacto de tenerla tan cerca, así de entregada y, al mismo tiempo, tan poderosa en su presencia. La tela se deslizó de sus hombros y la arrojó al escritorio. Inhaló profundamente, notando la delicada mezcla de su perfume floral con el calor que emanaba de su piel caucásica. Su mirada se detuvo en el contorno de su figura, ahora cubierta solo por el brasier que parecía enmarcar la elegancia de su cuerpo. Era fascinante cómo podía conjugar fuerza y ​​suavidad, cómo su piel parecía brillar bajo la luz tenue de la oficina. El contraste entre el paisaje nocturno tras las ventanas y la calidez de su presencia hacía que el momento se sintiera irreal, como si ambos estuvieran en un mundo aislado del tiempo y las obligaciones.

Ha-na, ante el ligero roce de sus dedos al despojarla de
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