126. Los mensajes
Al día siguiente, ambos se levantaron temprano, listos para enfrentar un nuevo día en la empresa. Él, un hombre de porte elegante, con una presencia imponente que reflejaba su posición como CEO, se acercó a Ha-na con una sonrisa cálida. Ella, su hermosa secretaria asiática, irradiaba una gracia natural que no pasaba desapercibida.

Ella se acercó con una camisa recién planchada en las manos.

—Déjame ayudarte —dijo Ha-na con suavidad.

Mientras él se giró hacia ella y dejó que sus manos delicadas colocaran la camisa sobre sus hombros, abotonándola con cuidado. Cada gesto suyo era meticuloso, como si quisiera asegurarse de que Heinz estuviera perfecto para el día que tenían por delante. Ajustó su corbata con precisión y ternura.

Luego fue su turno. Él tomó un vestido oscuro que sabía que era uno de los favoritos de ella y se lo ofreció. Ella sonrió con confianza, mientras él la ayudaba a colocárselo. Sus dedos rozaron su piel por un instante, y ambos compartieron una mirada cómplice.

Al te
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