130. El abrazo

Heinz y Ha-na se unieron y se besaron. Toda su aventura había empezado solo por besos de aquel contrato que habían hecho y, ¿en qué se había convertido? Ahora eran amantes que se entregaban al placer, incluso en el despacho, en su lugar de trabajo.

Ha-na sabía que no había declaraciones de amor, ni palabras dulces, porque él siempre había sido posesivo con ella. Desde el día que él había aparecido en salón de eventos y se la había llevado, luego del desplante de su prometido. Quiso odiar a los hombres, pero ¿quién había estado con ella desde ese día? Sí, Heinz Dietrich, al que el principio odiaba por haberla obligado a darle un beso diario o debía pagarle con dinero. ¿A qué habían trascendido los ósculos? A su intimidada y ferviente pasión.

El silencio envolvía la oficina, un espacio ahora cargado de emociones intensas que contrastaban con la formalidad del ambiente corporativo. Heinz y Ha-na estaban abrazados, sus cuerpos aún cálidos por el encuentro reciente. La luz tenue que se fil
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