CAPÍTULO 43

ELENA

El estudio de mi tío Adriel siempre había sido un lugar sagrado para mí.

Este lugar había sido el corazón de la manada, y ahora, como líder, era mío. Pero hoy no me sentía fuerte, ni invencible. Me sentía traicionada.

Esperaba a Dante. Mi esposo. La persona en quien más confiaba… hasta que dejó de serlo. Cada segundo que pasaba sin que llegara se sentía como una piedra más en el creciente peso que cargaba en el pecho. Finalmente, escuché el sonido de sus botas contra el suelo del pasillo.

—Elena. —Su voz grave llenó el espacio antes de que él lo hiciera.

La puerta se cerró detrás de él con un suave clic, y su aroma, una mezcla de cedro y cuero, envolvió el aire. No hubo vacilación en sus pasos; se acercó a mí con determinación y, antes de que pudiera decir nada, sentí sus labios sobre los míos.

—Hola amor. —me besó y le correspondí—. Tus ojos. —dijo de pronto al darse cuenta de que no me encontraba con ceguera. Hizo un gesto y supe que su pregunta no tardaría.

—¿Dónde está Ig
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