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Capítulo cincuenta y uno. ¡Por fin!

¡Por fin!

Arturo miró a Paula salir de la piscina, su esposa ahora parecía una sirena y él se sentía hechizado por ella.

—¿Vas a mirarme toda la noche? —preguntó Paula, dejando ver su cuerpo con poquita ropa. Su brasier luchaba por mantener sus pechos redondos dentro de sus copas, debido al embarazo, la talla de Paula parecía haber aumentado y su bikini… ¡Ni siquiera podía llamarse bikini!, pensó Arturo mirando el pedazo de tela y el vientre de su esposa que empezaba a marcarse cada día más, las curvas de su cintura empezaban a perderse y Arturo sintió que no podía tener mejor cuerpo que ahora. ¡Amaba esa curva en el vientre de Paula!

—Puedo verte todo el día, toda la noche, toda la semana y todo el año —refutó deslizando los lentes de sol sobre su nariz. Lentes que ya no necesitaba usar, pero que le servían para disimular que no había apartado la mirada de su esposa durante toda la tarde.

—Estás loco.

—Por ti, solamente por ti —dijo en un suspiro.

Paula se sentó a la orilla de la tum
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