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Capítulo cincuenta y ocho. Promesas

Promesas

Carolina sintió el calor extenderse por su cuerpo, sus mejillas se pintaron de rojo carmesí al sentir los labios de Diego sobre los suyos.

—Déjame entrar —susurró Diego, había pasado tanto tiempo desde que probara aquellos labios que un roce no era suficiente.

—Diego… —el hombre aprovechó ese momento para callarla con su boca para internarse en ella, no fue un beso pasional como le hubiese gustado, pero lo corto que fue no quitó la sensación de cosquilleo de los labios y el cuerpo de Diego Álvarez.

Él quería más.

Entre tanto, Arturo gruñó, se fijó en la pareja cuando Paula liberó su boca, ellos estaban tímidos y sonrojados.

¡Se había perdido ese beso entre ellos!

—Deja de mirarlos, Arturo —le susurró Paula.

—Quería…

—No seas chismoso —le interrumpió ella—. Deja que suceda entre ellos lo que tenga que suceder.

—Me robas la diversión —se quejó el magnate.

—Podrías dormir cómodamente en el sillón esta noche y quedarte sin diversión —amenazó Paula.

Arturo cambió de color, no, no
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