Boda perfecta“Humillación”“Vergüenza”“Sin compromiso”Estos eran algunos de los titulares que circularon al día siguiente por la ciudad de Madrid, tanto en papel como en redes sociales, la foto de Diego bajando del escenario y posteriormente saliendo del salón dieron la vuelta a toda España.—Ese hombre es un demente —musitó María.Carolina no respondió, cogió su bolso, tomó la mano de Lucas y se despidió de María, hoy era la boda de Isabel y Julián, ella estaba cordialmente invitada desde tempranas horas… así que eso fue exactamente lo que hizo, se marchó y trató de no pensar en Diego y su fallido compromiso.Mientras tanto, en la mansión Montecarlo, América y Alejandro preparaban unos deliciosos cupcakes para acompañar la tarta de bodas que habían horneado a tempranas horas esa mañana.—¿Qué es eso que huele a cielo? —preguntó Paula entrando a la cocina.—Hemos preparado la tarta y ahora horneamos cupcakes, ¿quieres uno, mami? —preguntó Alejandro.—Estoy deseando poder devorarme
Promesas Carolina sintió el calor extenderse por su cuerpo, sus mejillas se pintaron de rojo carmesí al sentir los labios de Diego sobre los suyos.—Déjame entrar —susurró Diego, había pasado tanto tiempo desde que probara aquellos labios que un roce no era suficiente.—Diego… —el hombre aprovechó ese momento para callarla con su boca para internarse en ella, no fue un beso pasional como le hubiese gustado, pero lo corto que fue no quitó la sensación de cosquilleo de los labios y el cuerpo de Diego Álvarez.Él quería más.Entre tanto, Arturo gruñó, se fijó en la pareja cuando Paula liberó su boca, ellos estaban tímidos y sonrojados.¡Se había perdido ese beso entre ellos!—Deja de mirarlos, Arturo —le susurró Paula.—Quería…—No seas chismoso —le interrumpió ella—. Deja que suceda entre ellos lo que tenga que suceder.—Me robas la diversión —se quejó el magnate.—Podrías dormir cómodamente en el sillón esta noche y quedarte sin diversión —amenazó Paula.Arturo cambió de color, no, no
Confrontando el pasadoMientras tanto, en la mansión Montecarlo, cerca del mediodía, Julián e Isabel se despedían de la familia.—Gracias por todo lo que has hecho por mí, Arturo —dijo Isabel tomando las manos de su hermano.—Eres mi hermana, Isabel, y aunque estos años nos distanciamos, nunca dejé de preocuparme por ti.Isabel se lanzó a sus brazos, le dio un beso en la mejilla.—Te quiero, Arturo.—Y yo a ti, Isabel, te deseo toda la felicidad del mundo —dijo—. Si un día me necesitas no dudes en llamar o volver a casa —añadió.Ella asintió.—Gracias, Paula —Isabel la miró—. Gracias por enseñarme que hay segundas oportunidades en la vida, por perdonar mis malos actos y por amar y proteger a Arturo.Paula sonrió.—Ellos son mi familia y tú también, puedes venir a casa cuando quieras, las puertas siempre estarán abiertas para ti.Paula fue quien se acercó y le dio un reconfortante abrazo.Julián también agradeció la hospitalidad y todo lo que habían hecho por ellos.—Hazla feliz, Juliá
Son como el día y la nocheSilencio.El silencio fue lo único que le siguió a la pregunta de Arturo Montecarlo, si un alfiler hubiese caído al piso en ese momento, él estaba seguro de que habría sido un sonido estrepitoso.América tembló, cerró los ojos y dejó que sus lágrimas corrieran libremente por su rostro, bajó la mirada incapaz de hablar.Sin embargo, Arturo ya no quería más silencios en su vida, su familia estaba llena de ellos y ninguno condujo a nada bueno.—Dime la verdad, América —pidió empezando a temer lo peor.América levantó la mirada.—Sí, lo es.El cuerpo de Arturo tembló.—¿Dónde está?—Muerta.Arturo tragó el nudo que se había formado en su garganta.—¿Muerta?—Sí, murió al nacer, ni siquiera pude verla, no teníamos cómo pagar los gastos del hospital, la niña fue sepultada en una fosa común.El magnate se apartó de América.—¿Cómo que no la viste?—La enfermera recomendó que no le dijéramos a Leticia que había dado a luz a gemelas, mi hija estaba muy mal por lo ocu
¿Tu casa o la mía? Diego llevó a Paula a casa, tal como le prometió a Arturo, la secuestró toda la tarde. Tarde que él aprovechó y pasó al lado de Luca y Carolina. Él tenía curiosidad y quería saber lo que Paula y la madre de su hijo estaban hablando, pero no quiso ser indiscreto y no se atrevió a preguntar. —Gracias, Diego, me gustaría invitarlos a cenar —dijo Paula una vez que llegaron a la puerta de la mansión. —Si son espaguetis, sí —intervino Lucas. —Habrá que comprarle una fábrica de fideos a Lucas —dijo Alejandro—. Siempre elige los espaguetis por encima de cualquier cosa. Tienes que probar el estofado de la abuela, o la lasaña —lo tentó el niño. Lucas negó. —Me gustan los espaguetis, puedo comerlo todo el día, todos los días —refutó. Los adultos sonrieron, Alejandro puso los ojos en blanco. —No tienes remedio, ven acompáñame a la cocina, le diremos a la abuela que prepare tu comida favorita. —No solo es mi comida favorita, también es la del señor Diego, si hubiera una
¡Tengo papá!«Soy tu papừSoy tu papừSoy tu papá»Aquellas tres palabras, parecían repetirse en el silencio que le siguió a aquella confesión por parte de Diego.Lucas miró primero a su madre y luego al hombre que le acababa de confesar que era su padre… Y, aun así, no dijo una sola palabra, sus ojitos se llenaron de lágrimas. Lo que asustó a Diego y pensó que Lucas iba a rechazarlo, él no sabría que hacer si llegaba a hacerlo…—¿Eres mi papá? —preguntó entre sollozos.—Sí —susurró, Diego sentía un nudo en la garganta que le dificultaba hablar y respirar.—¿Mamá? —preguntó, Lucas miró a su madre esperando una confirmación de la mujer.—Sí, Lucas, Diego es tu padre —dijo mordiéndose el labio para no echarse a llorar al ver el rostro de su hijo bañado en llanto.—¡Eres mi papá! —exclamó.Lucas se lanzó a los brazos de su padre, Diego no pudo hacer más que tomarlo y estrecharlo contra su pecho. Él esperaba que Lucas le cuestionara su silencio, quizá que le reprochara su ausencia, pe
¿Qué clase de mujer eres?Sofía miró a Jazmín.—¡Responde! ¿¡Soy tu hija!? —gritó.Jazmín tenía el rostro húmedo, había escuchado lo suficiente como para hacer un juicio y darse cuenta de que toda su vida había sido una maldit4 mentira.—¿Qué haces aquí? —le preguntó Sergio, intentando cogerla de la mano.—No me toques.—Jazmín —Sofía intentó pensar en una excusa que darle, pero la mirada de la muchacha le indicaba que nada de lo que dijera iba a convencerla.—¿Eres mi madre?—Sí.—¡Dios! ¿Qué clase de mujer eres? —le cuestionó dando un paso atrás, chocando con la puerta.—Escúchame, Jazmín, todo tiene una explicación.Sofía intentó ponerse de pie con desesperación, pero sus cadenas le impidieron dar un solo paso en dirección de la joven.—No tengo nada que escuchar de ti; los dos me han engañado todo este tiempo, pero tú, Sofía, eres la peor. ¡Pretendías casarme con mi propio hermano! —gritó con horror.—¡No! ¡Eso no es verdad! —refutó al ver el asco y desprecio en los ojos de Jazmín
Es mi esposaAitor miró con cierta satisfacción cómo Diego reclamaba a Carolina para él, aunque ninguno de los dos le hubiera dicho nada, era evidente que entre ellos algo sucedía, además del notable e innegable parecido que existía entre Lucas y Diego, solo un ciego no se daría cuenta de que eran padre e hijo.Él lo había notado, pero quería una oportunidad con Carolina, lo deseaba tanto, que no le había hecho mención alguna. Ahora la situación era distinta, él se sentía atraído por otra mujer…—No vayas a tragártela —se burló Aitor.Diego dejó los labios de Carolina, le dio una mirada brutal antes de llevarse a la mujer a su oficina.Anonadados, la pareja miró la escena delante de sus ojos. Arturo y Paula estaban seguros de que se habían perdido de algo y que tendrían que investigar en qué nivel estaba la relación de Diego y Carolina.Los tres espectadores dejaron de pensar cuando la puerta de la oficina se cerró bruscamente y el sonido característico del seguro cerrándose les hizo